Un asesinato sin resolver en Toledo, en busca de editorial

J.Monroy
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Han pasado 38 años desde que Álex Hebraíl y sus cuatro amigos hallaron el cadáver desnudo de una joven asesinada en un torreón de Toledo. Hoy cuenta su historia en una pequeña novela inédita

El periódico Ya con la noticia, junto al torreón donde apareció el cadáver. - Foto: Yolanda Lancha

En Nerja, en los años 60, un grupo de cinco jóvenes descubrió una preciosa cueva, hoy atracción turística. Dos décadas más tarde, en Toledo, otro grupo de cinco adolescentes se toparon con una sorpresa mucho más macabra: el cadáver desnudo y en descomposición de una joven asesinada, escondido entre piedras en el torreón de San Martín, entre 'chutas' de droga, condones, revistas porno y litronas. Aquello en su día fue todo un escándalo en la ciudad. Casi cuarenta años después uno de sus protagonistas, Álex Hebraíl, ha concluido la novela de aquel crimen sin resolver. Está buscando editorial.

En octubre de 1983, Álex y sus amigos tenían 13 años y estudiaban en el colegio Santiago de la Fuente. Siempre jugaban por las inmediaciones, en lo que denominaban 'el castillete', el parque de San Martín, desde el que hay un acceso al torreón del puente. Ellos eran 'los Mejis', 'el Pinchauvas', 'el Terremoto' y el propio Álex.

Un viernes, al salir de clase a la una (después volvían por la tarde), se metieron en 'el castillete'. «Era una zona en la que había mucho yonqui, que era normal en aquella época, allí donde íbamos, tú estabas jugando a la pelota y al lado se estaban chutando; pero aquella era una zona de recreo para nosotros, donde 'Pinchauvas' aprovechaba para sacar a su perro y que persiguiera a los gatos». Aquel día, se metieron en la zona superior del torreón. «Entonces pasaron unos chavales del colegio que eran unos piezas y siempre estaban haciendo lo que hoy llamamos bullying, y de los que estábamos hasta los cojones», con lo que según pasaban por debajo, los cuatro amigos comenzaron a tirarles cantos e insultarlos. Con tan mala suerte que de frente llegó el padre de sus enemigos, «un bicharraco con muy mala leche, que vino a por nosotros, con los hijos». 

Hebraíl, en la zona en la puerta del torreón donde encontraron el cadáver. Hebraíl, en la zona en la puerta del torreón donde encontraron el cadáver. - Foto: Yolanda LanchaDesesperados, los protagonistas de la historia se percataron de que la puerta del torreón, habitualmente anclada, se movía. La quitaron y se introdujeron en el interior para esconderse. Sintieron a la familia, que incluso se llegó a meter en el torreón, siguiendo sus pasos, pero, en la oscuridad, no llegó hasta ellos. En aquel momento, los cuatro amigos se percataron un hedor a putrefacto, que les  hizo salir casi dando arcadas. Pensando que tenía que haber algún animal muerto, decidieron volver por la tarde, a la salida del colegio, para ver qué había, con las velas que robaban de San Juan de los Reyes.

Allí de nuevo, tan solo vieron un calcetín rojo en un espacio inalcanzable, que no sabían qué podía ser. El sábado volvieron y, con un palo, un quinto amigo, 'el Terremoto', logró cogerlo. Allí vieron una pierna. Salieron corriendo, espantados, con ganas de contar lo ocurrido. Pero en casa nadie les hizo caso.

Así que, con la luz de las velas, el lunes comenzaron a quitar piedras, y allí apareció una mano. «Ella estaba enterrada, parece que la habían enterrado viva y le dio tiempo a sacar la mano para pedir ayuda», apunta Hebraíl. Al final, desenterraron entera a la chica y se encontraron allí un llavero con el nombre de Alfredo, que resultó ser el novio.

El miércoles por la tarde, finalmente, otro amigo consiguió que su abuela, que vivía junto al torreón, les hiciera caso y llamara a la Policía. Incluso les dio una sábana para tapar el cuerpo.

Al llegar Policía Local, el agente lo primero que les dijo fue que «esperaba que aquello no fuera una broma, porque era algo muy serio». Hebraíl le pidió su linterna y lo guió. Al quitar la sábana a la chica, el agente comenzó a vomitar y echó a los chicos. Comenzó el revuelo.

Miedo al asesino. Llegó la Policía Nacional y hasta la prensa. Ellos tuvieron que esperar en la calle hasta que sus familiares llegaron a recogerlos. Los chicos se hicieron protagonistas en la prensa, a los que dejaron sus padres, porque a Álex se lo impidieron sus abuelos. Por lo que después se enteraron, la chica, procedente de la localidad toledana de Mazarambroz, tenía 18 años y llevaba un mes desaparecida. Parece que la Policía detuvo al novio y a un amigo sospechoso, pero los soltaron a las 24 horas. Había mechones de pelo en la mano de la víctima y su pantalón apareció junto al río al mes. El cuerpo estaba muy descompuesto y en 1983 no había medios. Según el Registro Civil, parece que a la joven le dieron con un objeto contundente en la cabeza antes de su muerte, pero poco más ha podido saber Hebraíl de la investigación. 

De aquellos días, el autor recuerda el miedo que pasaron los amigos. El asesino andaba suelto por la zona y ellos habían encontrado a la víctima. Había salido en el periódico, alguno de ellos a cara descubierta, y la Policía habló con sus familiares y les pidió que no volvieran por la zona y que cambiaran de ruta hacia el colegio; «tuvimos que cambiar nuestra monotonía, nuestras ruta al colegio, porque el asesino andaba suelto, el asesino a día de hoy sigue suelto, es un crimen sin resolver».

Toda esta historia aparece en la pequeña novela que Hebraíl acaba de terminar tras dos años de trabajo. El escrito cuenta con fotografías, hemeroteca y un prólogo sobre la vida en Toledo. Ya ha recibido la llamada de algunas editoriales, pero todavía no hay nada cerrado, está buscando la mejor manera para publicar la historia. Mientras tanto, ha iniciado una campaña de crowdfunding para ayudar a la edición a través de verkami.com, donde se ofrecen hasta tres opciones para colaborar.

Además de los hechos vividos en pequeña persona, el autor se pregunta por lo ocurrido. Se teme que aquello fue una violación o algo similar, pero se pregunta, por ejemplo, cómo es que el pantalón no apareció hasta dos meses después de la muerte, en una zona muy frecuentada. «Mi hipótesis es que quien llevó allí a la chica, y no creo que fuera uno, debía ser gente de confianza de ella, beberían unas litronas, quizás intentaron abusar de ella y se les fue de la mano», explica. Pero no es la única hipótesis que recoge.