Partido a partido

Leo Cortijo
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Durante casi medio siglo, José Luis Pinós ha seguido la actualidad deportiva de Cuenca «de forma intensa» a través de la prensa impresa, la radio y la televisión.

Partido a partido - Foto: Reyes Martínez

Abril de 1973. Un jovencísimo José Luis Pinós debuta en las páginas del entonces Diario de Cuenca. Lo hace como fotógrafo y para cubrir «absolutamente de todo». Durante más de una década –cuando los fotógrafos de prensa se contaban con los dedos de una mano–, retrató los principales hitos del día a día de aquella Cuenca codificada. Desde una misa en memoria de Franco oficiada por el obispo Guerra Campos a la que asistió la viuda del dictador, hasta la visita del gobernador civil de turno a esos pueblos de la provincia de estampa agreste y decadente, pasando por un buen ramillete de sucesos a cada cual más trágico, como el accidente de un Boeing 747 de las fuerzas aéreas iraníes en Huete. Sin olvidar, claro está, semanas santas, san mateos y san julianes. Imágenes todas del costumbrismo de un época que se plasmaba todavía en blanco y negro.

Pero sin duda, lo que ha marcado la actividad periodística de Pinós ha sido el deporte. A lo largo de casi medio siglo de vida, que se dice pronto, lo ha escrito, locutado y retransmitido a través de todos los canales posibles y utilizando los medios que cada época ha puesto a su alcance. «He sido muy afortunado porque he trabajado de forma intensa en prensa escrita, radio y televisión», comenta orgulloso este avezado informador. Y lo hace consciente de que eso, hoy en día, es prácticamente un milagro. «Ojalá que los que ahora estudian Periodismo tengan esa misma oportunidad».

Tras Diario de Cuenca, desplegó su buen hacer en Gaceta Conquense durante cuatro años, y después de ésta hizo lo propio en El Día de Cuenca entre 1988 y 2013, cuando se despidió para siempre la edición en papel del decano de la prensa provincial. Mientras tanto, tres décadas en Radio Nacional de España y una más en TeleCuenca. En suma, 47 años de actividad casi ininterrumpida en los que Pinós ha evolucionado conforme lo ha hecho la tecnología. El paso del tiempo se ha notado sideralmente en ese sentido. Empezó dándole a las teclas de una arcaica máquina de escribir y componiendo con la linotipia... Hoy en día todo es mucho más fácil y, sobre todo, rápido. Aunque a veces, paradójicamente, eso es un inconveniente «La crónica deportiva he perdido calidad en detrimento de la instantaneidad», apunta cargado de razón. Ahora es más importante dar primero que dar bien. Craso error. «¡Algunas vienen hasta sin ficha técnica!», exclama. «Así nunca habríamos sabido que Caparrós jugó en el Conquense...».

La hoja de servicios de Pinós suma en torno a 150.000 kilómetros y se extiende a lo largo y ancho del país. Su vida no se cuenta en años, sino en temporadas. No es para menos. Su existencia la han pautado fines de semana maratonianos siguiendo a los equipos de la ciudad, especialmente a la Balompédica y al Ciudad Encantada. Desde Andalucía hasta el País Vasco. De Extremadura a la Comunidad Valenciana. «Cuando me casé mi mujer sabía que los fines de semana no podía contar conmigo», comenta con ironía.

Emulando al Cholo, podríamos decir que es una vida vivida partido a partido. En esos campos de Tercera y Segunda B y en esos pabellones perdidos de la mano de Dios. Un camino salpicado por un sinfín de anécdotas. Mejores y peores. Alegres y tristes. Para recogerlas todas necesitaríamos más de una docena de contraportadas como ésta. Un azaroso e intenso viaje que Pinós ha recorrido de la mano de dos fieles escuderos: José Vicente Ávila y Antonio de Conca, fallecido hace escasos días. Compañeros de aventuras deportivas que se plasmaban con tinta en el papel o se difundían a través de micrófonos. Pero, ante todo y sobre todo, tres buenos amigos.

Maestro para las nuevas generaciones de periodistas deportivos, Pinós es una enciclopedia andante del deporte conquense. Un baúl hasta los topes de datos, curiosidades, resultados y nombres propios. Una forma de hacer y entender la profesión a la vieja usanza, pero adaptada a los tiempos. Un patrimonio vital que ayuda a comprender lo que ha sido, es y pretende ser la Cuenca deportiva.