Jerusalén reabre las heridas

M.R.Y. (SPC)
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La Ciudad Santa se convierte en el punto de partida de la peor espiral de violencia vivida en los últimos años

Jerusalén reabre las heridas - Foto: MOHAMMED SALEM

Israel y Hamas han vuelto a desencadenar una ola de violencia en la región. El Ejército hebreo y la milicia palestina intercambian bombardeos que dejan decenas de muertos, mientras que manifestantes árabes plantan cara a la Policía judía en unos disturbios que se saldan con cientos de heridos. Una situación que ya se ha vivido en el pasado, pero que esta vez tiene una diferencia con respecto a las anteriores: el desencadenante del conflicto ha sido Jerusalén, donde han confluido una serie de factores que han reabierto viejas heridas del pasado que, en realidad, nunca han llegado a cerrarse.

La tensión continua sobre la Ciudad Santa, considerada capital tanto para territorio israelí como para los palestinos, ha ido en aumento en las últimas semanas, después de que el Gobierno de Benjamin Netanyahu impidiera en la urbe la celebración de unas elecciones legislativas convocadas por la Autoridad Palestina (AP) para el próximo 22 de mayo. Tras esta decisión, el Ejecutivo de Ramala se negó a seguir adelante con unos comicios en los que no participaran los jerosolimitanos del Este ocupado, por lo que a finales de abril aplazó esas elecciones, que iban a ser las primeras en casi 15 años.

Pero se intensificó más hace apenas unos días, después de que el Tribunal Supremo israelí aprobara el desahucio de varias familias palestinas en el barrio de Sheij Jarrá para que las viviendas fueran ocupadas por colonos, lo que provocó las denuncias árabes ante lo que consideran como una nueva violación del Derecho Internacional, ya que los asentamientos están considerados ilegales por la comunidad internacional e, incluso, podrían suponer un crimen de guerra, según la ONU.

La crispación llevó a que miles de palestinos salieran a las calles para protestar contra las autoridades judías en varias jornadas que acabaron con fuertes disturbios y decenas de detenciones que sirvieron de excusa perfecta para que Hamas elevase el tono con el lanzamiento de más de un centenar de misiles contra Jerusalén, donde sonaron las alarmas antiaéreas por primera vez desde 2014.

La tregua alcanzada hace seis años -y violada en numerosas ocasiones- se rompía así e Israel también recogió el guante para comenzar una ofensiva contra la milicia sobre Gaza, aunque con consecuencias desastrosas: ataques selectivos que, sin embargo, han matado ya a más de un centenar de civiles, entre ellos decenas de niños.

En un toma y daca, Hamas promete mantener su pulso, mientras que Netanyahu amenaza con intensificar la ofensiva -sin descartar una incursión terrestre-, que ya ha dejado Jerusalén como único escenario y se ha expandido a la Franja, a Cisjordania y a varias ciudades del norte de Israel, llegando, incluso, hasta Tel Aviv.

Guerra a gran escala

La situación ya ha puesto en alerta a la comunidad internacional, que ante el aumento de la violencia, exige a ambas partes un cese inmediato de los enfrentamientos, los de mayor envergadura desde la operación Margen Protector lanzada por Israel entre julio y agosto de 2014 y que acabó con el fallecimiento de medio centenar de judíos -la mayoría soldados- y más de 2.000 palestinos -principalmente civiles-.

Y es que la que Hamas ya ha bautizado como operación Espada de Jerusalén solo ha sido la chispa que prendió la mecha para que la región vuelva a arder, el punto de partida para recuperar un viejo conflicto enquistado que amenaza con agravar la situación en una zona tremendamente inestable en la que el pulso entre Israel y Hamas hace temblar a sus habitantes. Porque mientras el Ejército hebreo asegura que «no debemos convertirnos en rehenes de los terroristas», desde la milicia insisten en que «la resistencia» palestina «está lista» y «no se quedará de brazos cruzados» ante lo sucedido en Jerusalén si «la ocupación no se retira ni pone fin a sus planes satánicos».

Desde Naciones Unidas ya adelantan que «estamos avanzando hacia una guerra a gran escala». «Los líderes de todos los bandos tienen que asumir su responsabilidad para una desescalada», apuntan, alertando de que «el coste de una guerra en Gaza es devastador y lo acabará pagando la gente corriente». Porque mientras persiste el enfrentamiento político, también se intensifica la división entre una población cada vez más polarizada que, al final, es la que sufre las consecuencias de estas terribles ofensivas, que cuestan las vidas de demasiados ciudadanos.