Aprender no tiene edad

Belén Monge Ranz
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Los centros de adultos juegan un papel vital en la socialización y el aprendizaje y pueden contribuir también a paliar la despoblación

Clase de estimulación a la memoria en el CEPA 'Clara Campoamor' de Guadalajara. - Foto: Javier Pozo

A sus 83 años, Carmen Montalvo es todo energía y vitalidad. La crisis sanitaria por la Covid-19 la obligó a permanecer confinada en casa largo tiempo como colectivo de riesgo, pero ya se ha reincorporado al aprendizaje en el centro de adultos de Azuqueca. Carmen es consciente de que hay una pandemia, sin embargo no quiere cortar el ‘cordón umbilical’ que desde hace años la mantiene viva y activa gracias a sus clases de estipulación de la memoria. Es una de los más de 4.000 alumnos que pasan de media cada año por las aulas de los tres Centros de Educación Permanente de Adultos -conocidos como CEPA- que hay en Guadalajara.  

Para Carmen, acudir dos días a la semana al Clara Campoamor azudense supone un aliciente al que no quiere renunciar. Le gusta aprender, relacionarse y socializarse. «Aunque no he tenido el virus, lo he pasado muy mal en casa y esto me viene estupendo. Estoy deseando ir cada día. Ojalá no tengan que suspender las clases porque vayamos a peor», afirma.

Por el centro azudense al que acude Carmen pasa anualmente casi la mitad del alumnado de todos los CEPA de Guadalajara. Y si bien hasta no hace tantos años eran mayoritariamente los de la tercera y cuarta edad quienes hacían uso de ellas, hoy el perfil es tremendamente heterogéneo y multicultural.

 Acuden jóvenes que tras abandonar  los estudios deciden reincorporarse para sacarse el título. Un ejemplo lo vemos en Tomás Sanz. Tras sacarse Secundaria ahora se ha inscrito en el Acceso a la Universidad para Mayores de 25 años. Para él, estos espacios se presentan como «una gran oportunidad» por las facilidades y flexibilidad de horarios que ofrecen.

Pero también es frecuente ver a personas de mediana edad que como Dolores Serrallé, tras superar la etapa del cuidado de sus hijos se planteó seguir formándose en el tiempo que ahora le quedaba libre. Terminó Secundaria en Clara Campoamor y tras diagnosticar a su madre Alzheimer, decidió matricularse en el Grado de Técnico en Atención a Personas Dependientes. Al principio, tenía muchas dudas y se preguntaba qué pintaba allí, pero ahora está contentísima. «Me encanta,  me parece la escuela ideal para mayores y una nueva oportunidad para los jóvenes que se reenganchan», subraya.

Mariam también acude al Campoamor a aprender castellano. Es marroquí y aún tiene dificultades para entenderse, aunque las va superando poco a poco. «Me gusta aprender y aquí estoy bien», manifiesta con cierta timidez ya que aún lleva muy poco tiempo inmersa en este proceso de aprendizaje. La Tribuna ha querido ver ‘in situ’ uno de estos centros, el CEPA de Azuqueca concretamente. Pudimos ver sus amplias instalaciones, ajustadas al protocolo Covid, acompañados de su directora, Azucena Cuevas, y del delegado de Educación en la provincia de Guadalajara, Ángel Fernández-Montes. Aquí, algunas de las medidas protocolarias como la distancia entre los alumnos o el número de personas en cada aula son más asumibles ya que no ya problemas de espacio.

Por este centro han pasado miles de alumnos, cada una con su historia. Y de él han salido también médicos, abogados, enfermeros, profesores, todo tipo de profesionales, de los que Cuevas se siente tremendamente orgullosa. «En muchos casos mantienen los vínculos con el centro», asevera.

Cuevas reconoce que, si bien las situaciones de crisis suelen conllevar un incremento en las matrículaciones, el coronavirus está demorando el retorno de los más mayores y colectivos de riesgo, quienes, no obstante, se han inscrito y no quieren darse de baja porque esperan volver si esto se pasa. «Están asustados y prefieren esperar, pero recibimos muchísimos whasApp diciéndonos que nos echan mucho de menos, que no quieren darse baja ni tampoco perder el contacto, algunos, hasta llorando», señala la directora mientras no s muestra las distintas dependencias.

Cuevas, que es también profesora de Inglés, cree en las segundas oportunidades de estos centros para aprender y para socializarse. En su aula tiene alumnos de 20, 40 y 70 años; cada uno con sus intereses, capacidades y ritmos de aprendizaje pero lo bueno es que «en estas enseñanzas no hay  presión».

Claramente, para muchos mayores, el centro es su segunda casa y su razón para levantarse y arreglarse cada día para ir a él a aprender y relacionarse pero también para los jóvenes. La clase de Sociales que imparte Nacho Monreal tiene este año menos alumnos por la Covid .«Las mascarillas y las distancias alejan y hay que contrarrestarlo de mil maneras», afirma al vernos llegar. Está a punto de la jubilación y reconoce que le da pena. Su alumnado es muy variado; casos problemáticos y con todo tipo de situaciones e inseguridades que lo primero que requieren es una subida de la autoestima, señala.   

Michael tiene 21 años y se ha inscrito en Cocina porque quiere encontrar trabajo en un restaurante o de camarero.  Gueye Djibri este guineano y chapurrea ya el castellano. También apuesta por la hostelería como una salida laboral, aunque no lo dice muy entusiasmado. El centro tiene un curso formativo y las instalaciones son inmejorables.

Durante la visita al centro, el delegado de Educación hace hincapié en el papel clave y creciente de los CEPA. Acaban de ponerse en marcha nuevos programas dirigidos en este caso a  jóvenes de entre 18 y 30 años, en Marchamalo, Mondéjar y Sacedón. Son sobre capacitación forestal y jardinería y tienen salidas laborales.

El reto del delegado para el próximo curso pasa por combatir la despoblación llevando algún aula de adultos hasta los pueblecitos de las comarcas menos pobladas. Y para ello apuesta por observar antes las necesidades que hay en esas zonas y enfocar la formación a la demanda. Está convencido de que debe llevarse a cabo y asegura que para ello no se precisa modificar el organigrama actual de los centros base. «La  Administración tendrá que llevar las aulas donde haya necesidades», afirma tras aseverar que es otra forma de mantener vivos los pueblos porque «la formación es también salud porque nos mantiene vivo el cerebro», apunta. Tampoco ver un problema económico ya que se pueden utilizar las propias instalaciones municipales.

La pandemia ha traído de nuevo población a algunos pueblos y Fernández-Montes ve en ellos otra apuesta para fijar población siempre y cuando también se apueste por un tipo de enseñanzas que está convencido de que «van a ganar presencia en el futuro» porque son un ««motor de integración y socialización» que «genera redes en la vida cultural y social». Por ello, reafirmar la apuesta de la Administración regional por este tipo de enseñanza y por darla a conocer.  

cepa río sorbe. Acometer mejoras en el Centro de Adultos Río Sorbe de Guadalajara es otro reto que se marca la Delegación de Educación, sin descartarse tampoco  un cambio de ubicación como otra posibilidad dado el estado de las instalaciones.