Las casas de acogida, un refugio ante la violencia de género

Redacción
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Tres décadas después del inicio de su andadura en la región, estos centros están cargados de historias dolorosas pero también de nuevas vidas libres de una lacra pendiente de erradicar

Las casas de acogida, un refugio ante la violencia de género

Historias con nombre y apellidos y un duro denominador común: la violencia de género. Más de 30 años después de que abriera sus puertas la primera casa de acogida destinada a víctimas de Violencia de Género en Castilla-La Mancha, comunidad pionera a nivel nacional al poner en marcha la tercera en España, el rol de estos centros es crucial en el camino que deben atravesar las mujeres allí residentes. Tres décadas después del inicio de su andadura, las casas de acogida están cargadas de historias dolorosas pero también de nuevas historias llenas de vidas libres de violencia de género. Representan esas grandes familias capaces de arropar a las víctimas y a sus hijos día y noche. Castilla-La Mancha cuenta con 14 en la actualidad más un recurso extra promovido con motivo de la COVID-19.

La primera que echó a andar fue la de Ciudad Real. En la actualidad se gestiona gracias a la colaboración entre la Diputación Provincial de Ciudad Real y la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Fátima Mondéjar, psicóloga y coordinadora de esta casa, trabaja junto a una trabajadora social y otras seis educadoras y auxiliares sociales. Las ocho forman el equipo y se podría decir que la familia que acompaña de manera continua, día y noche y durante todo el año, a las residentes que llegan, a sus hijas e hijos.

Explica Fátima que los recursos de acogida han cambiado notablemente. Durante los primeros años de su puesta en marcha había menos recursos y estos se concebían más como un recurso asistencial. Actualmente, el aumento en el número de casas de acogida ha permitido disminuir el número de mujeres que se atienden en cada una de ellas, lo que ha facilitado la realización de un plan de intervención integral personalizado con cada una de ellas. Su modelo de funcionamiento es similar al del resto de recursos de acogida de Castilla-La Mancha.

Las casas de acogida, un refugio ante la violencia de géneroLas casas de acogida, un refugio ante la violencia de género

En cuanto al perfil de las mujeres que ingresan, también ha ido cambiando. “Las que llegan ahora mismo son mujeres en una situación muchísimo más vulnerable porque además de ser víctimas de violencia de género no suelen tener redes de apoyo, ni sociales ni familiares, porque proceden de otros países o porque el agresor ha provocado el deterioro de todas las que poseía la mujer. También a veces se mezclan con trastornos psicológicos, psiquiátricos o adicciones que el propio maltrato ha originado y mantenido y eso hace que lleguen en una situación muy dramática a las casas de acogida”.

Lo que tarda una mujer en romper con su vida y acudir un recurso de acogida depende, a veces son meses, a veces un año o dos, en ocasiones mucho más, porque el maltrato suele empezar de manera sutil e insidiosa, es algo con lo que juega el maltratador.

 

Intervención integral

El tiempo medio que una mujer suele permanecer en una casa de acogida es de entre seis y doce meses, aunque las secuelas requieren mucho tiempo para su recuperación, “en la casa de acogida hacemos un tratamiento intensivo para que ellas empiecen a construir la vida que el maltratador y el maltrato han derribado”, apunta.

Ese proceso comienza con un plan de intervención que se realiza junto a la mujer y que se evalúa permanentemente. El plan contempla cualquier aspecto vital, desde cuestiones sociales a psicológicas, jurídicas, administrativas, económicas o familiares de las que penden un buen número de medidas que se van desarrollando paulatinamente. Al inicio de manera muy intensiva, subraya Mondéjar, "con mucho seguimiento porque el objetivo es que conforme pasen las semanas y los meses ellas tengan más autonomía para gestionar su vida”.

Los planes se adaptan a cada situación familiar ya que hay mujeres en todo tipo de circunstancias. Pero sea como sea, con todas ellas hay que realizar muchas actividades porque el maltrato lo ha destruido todo. Una frase de la coordinadora de la casa de acogida ciudadrealeña impacta al respecto: “Cuando llegué aquí pensaba que las víctimas de violencia de género tenían mucho en común y ahora me doy cuenta que lo único que tienen en común es haber sido maltratadas”, precisa.

Por eso, desde el empadronamiento, que es lo primero que se hace cuando llegan a la casa, hasta la asistencia sanitaria, la solicitud de ayudas económicas o la orientación laboral, todo se hace en función de la situación y las necesidades de la mujer.

 

Intenso trabajo psicológico

Desde las casas de acogida, se trabaja en primera instancia el área psicológica, el empoderamiento y la toma de decisiones, planteado todo ello como un acompañamiento y huyendo de la tutorización. Los primeros pasos en los que se avanza son el reconocimiento de la situación y la conceptualización de lo que le ha pasado como violencia de género.

“Empezamos por algo tan básico como es la consideración de la violencia de género porque a veces llegan sin explicarse qué ha pasado, le echan la culpa al alcohol, a las circunstancias y esto se debe en gran parte a que la sociedad es permisiva con ciertas conductas de celos o de control. Durante las primeras semanas se sorprenden cuando hablamos de violencia de género porque ven el proceso por el que han pasado, se sienten identificadas y le ponen nombre”, explica Fátima Mondéjar.

Paralelamente, se trabaja la confianza en el equipo, la desculpabilización y a partir de ahí, ellas también van fomentando su autoestima “porque ven que hacen cosas lejos de él que siempre les había dicho que no eran capaces de hacer, y se sienten protagonistas”.

 

Trabajo desde la sororidad y la perspectiva de género

La directora de la casa de acogida de Ciudad Real insiste en la idea de que “acabar con la violencia de género es responsabilidad de todos y de todas. Es muy importante que como sociedad seamos conscientes de la importancia de los pequeños gestos y de sentirnos responsables de lo que les pasa”.

Por esta misma razón, en las casas de acogida se trabaja siempre con dos máximas: sororidad y perspectiva de género “siempre interpretamos que la mayoría de cosas negativas que les han pasado ha sido por el hecho de ser mujeres y esto lo trabajamos de manera continua y cuidando de que no haya un desequilibrio de poder entre el equipo, que somos mujeres, y ellas. Es decir, trabajando siempre desde la perspectiva de la sororidad. Desde ahí se crea una conexión muy bonita en la que se sienten apoyadas”.

 

Empezar de cero, otra oportunidad

Al final de este proceso de lo que se trata es de reforzar, recuperar y dar herramientas para una vida autónoma y libre de violencia en la que las mujeres tomen las riendas de su vida. Por eso, según avanza el proyecto de intervención muchas veces son ellas las que proponen iniciar su nueva vida. Para dar este paso, se realiza una coordinación previa con los centros de la mujer de la ciudad en la que se instalan para que le hagan un seguimiento que también se realiza desde la casa de acogida.

La preparación de la salida se hace poniendo a su disposición todos los recursos con los que cuenta Castilla-La Mancha “que afortunadamente son muchos porque es una región muy sensibilizada”. Entre otros, además de la renta activa de inserción y el ingreso mínimo vital, existe una ayuda a la salida del recurso, se les informa sobre planes de empleo, viviendas a la que puedan optar, etc.

“Siempre digo que en la casa de acogida tenemos el trabajo más bonito porque a pesar de lo duro que es, acompañamos a mujeres que son lecciones de vida para nosotras. Me emociono mucho con ellas porque llegan con sus hijos y su maleta y unos meses después la ves con otra actitud, otro aspecto, otra fortaleza… es algo maravilloso pero las protagonistas son ellas, son increíblemente fuertes”, concluye Fátima.

 

Convivencia y sororidad como elementos terapéuticos

En esta casa de acogida es habitual que las familias que pueden llegar a convivir sean de nacionalidades distintas. Se trabaja mucho la sororidad con talleres y dinámicas que crean unas relaciones muy hermosas “y eso también les ayuda mucho a salir adelante”.

Aunque no es lo habitual, un momento muy emocionante que se vive es cuando ingresa una mujer que acaba de denunciar y que se queda en la casa de acogida porque al día siguiente tiene un juicio rápido. Así lo describe la coordinadora: “Se vuelcan con ella, y es muy bonito porque son conscientes de todo lo que han avanzado porque se acuerdan de cuando estaban en la situación de esta mujer. A su vez, para ella también es muy importante porque se da cuenta de lo que han avanzado las demás y se ve a sí misma en el futuro. Ellas mismas tienen las claves para avanzar y la relación que se produce, la conexión entre mujeres es muy emotiva y potente”.