Francisco García Marquina

EN VERSO LIBRE

Francisco García Marquina


¡Pescadilla viva!

27/07/2021

Intentaba reponerme de la propuesta de Sánchez de la ‘concordia’ como sustitutiva de la justicia, cuando me cae encima la ocurrencia de una ministra que quiere sustituir ‘Patria’ por ‘Matria’ para feminizar benéficamente al País, sin comprender que con esa parida no va a feminizar lo que ya es femenino como ‘la Madre Patria’. ¿Qué tendrá esa mujer en la cabeza?
Tanta estupidez me lleva alternativamente de la risa al miedo. Casualmente estaba hojeando Ana Karénina, de León Tolstoi y en el capítulo XXIII de la 6ª parte he hallado este desahogo de Ana a su cuñada Dolly que es como un acompañamiento a mi desánimo: «No es que vea todo negro; lo que pasa es que trato de no ver nada; tan terrible lo encuentro todo».
Esta entrada pesimista me la permito en uso de mi libertad -lo advierte George Orwell en su excelente ‘Por qué escribo’ de 1946- para ofrecer mi opinión a quienes quieran escucharlo. Decir lo que se piensa, cuando va en contra del discurso establecido, comporta riesgo, pero no ya por las represalias de la autoridad sino por el rechazo de la misma sociedad que ha sido conformada por la propaganda y huye de lo que no sea políticamente correcto admitiéndolo como de «sentido común». Para Bernard Shaw lo que consideramos sentido común no es sino nuestros prejuicios hondamente enraizados y, en este caso, de nuestra inmediata y pequeña comodidad. El cáustico pensador irlandés sacaba la conclusión de que entre nosotros había demasiadas ovejas: «altogether too many sheep».
¡En el rebaño nos tragamos lo que nos echen y más con el lobo del Covid al acecho! Y en esta grave pandemia hemos creído los pronósticos que nos presentaron y colaborado disciplinadamente con las medidas que nos impusieron, hasta el punto de que nos echaron encima a Simón, un publicista incoherente con apariencias de doctor ¡y aplaudimos!
¡Cómo desearía ser optimista, pero la mayor traición es negar la realidad! Desde el inicio vivimos en estado de fraude, pues Sánchez nos hizo firmar debajo de un texto que luego cambió por otro. Podría llamarse un timo, pero es más. Es una estafa, porque el timo requiere la colaboración maliciosa del timado y aquí nos la metieron en directo, porque somos sensibles a la publicidad del poder que nos lleva a la mansedumbre. La leyenda de que somos un pueblo rebelde y libre trata de borrar la imagen real de seducibles y sumisos, como la fama de tener grandes héroes encubre la desgracia de que las gestas individuales sólo se dan en los ejércitos en derrota. Y aceptamos que nos metan en la cabeza los principios más nobles transformados en estructuras de alienación y negocio, como la ecología, la sexualidad, la igualdad, el feminismo, la memoria histórica como dictado único y hasta el diálogo como cesión.
¿Y a cuento de qué viene la pescadilla en el título de esta columna? En los tiempos de Franco prosperó el chiste del pescadero ambulante que llega a la plaza de un pueblo y saca su mercancía, voceando: ‘¡Pescadilla viva!’, a lo que el coro disciplinado de los vecinos responde con entusiasmo: ‘¡Viva!’. Pero en España ya no es hora de dar vivas sino de exigir cuentas.