David de Miranda, puerta grande en una tarde sin toros

Leo Cortijo
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El onubense logra salir a hombros tras una correcta faena en la que puso sobre la mesa disposición y actitud, pero poco toreo debido a la falta de toro, la tónica dominante del festejo. Cayetano cortó una oreja de poco peso y Morante fue abroncado

David de Miranda, puerta grande en una tarde sin toros

La tarde iba camino de petardo importante. Los toros de los hermanos García Jiménez –de Matilla, vamos– caminaban entre la falta de fortaleza más absoluta, la mansedumbre y el descaste por bandera. Y el público, cansado, mirando el reloj con ganas de que la procesión de animales imposibles terminase cuanto antes. Pero salió el sexto, que fue el único que, en cierta manera, salvó los muebles de la vacada salmantina. Pero ojo, no muchos muebles, no se vayan ustedes a confundir que no fue nada del otro mundo. Salvó, si acaso, el sofá y tres sillas de la cocina. Nada más. Ante él se topó el debutante, David de Miranda, que puso sobre la mesa buenas formas, un loable concepto y disposición. Con eso y poquito más, porque no hubo oponente para lograr mayor empresa, abrió la puerta grande de la plaza de toros de Cuenca. Pues eso, un gol en el descuento y de penalti.

A ese sexto, Asirio, abanto de salida, le recetó dos tafalleras en el centro del platillo como carta de presentación, a lo que sumó un quite por saltilleras notable. El inicio muleteril fue con ayudados por alto, a los que el toro correspondió después en las dos primeras series a derechas, administrando la noblona y suavona embestida del burel, que sin demasiadas apreturas se los tragó por ambos pitones para levantar a una parroquia adormecida durante toda la tarde. La instrumentación de David tuvo rectitud y naturalidad en su figura, temple y buenas formas en el trazo del muletazo, sí, pero por momentos faltó ajuste. El animal, sin ser un dechado de nada, fue el único potable del lamentable encierro salmantino, y ayudó a la que la obra del toreo de Huelva tuviera cierta conexión con el tendido. Bueno, corrijo: cierta no, tuvo que tener mucha porque después de la estocada, caída pero fulminante, el público pidió las dos orejas y el presidente se las dio. Muy bien, pero este triunfo dista a años luz del de Ginés Marín, por ejemplo y sin ir más lejos.

Antes, se había presentado en Cuenca con Carcelero, que aún siendo de los mismos propietarios, lució el hierro de Peña de Francia. El toro embistió con las manos en el capote que le presentó David, antes de que derribara al pica, que pasó segundos angustiosos debajo del caballo y con el toro encelado. Fue cambiar el tercio de rehiletes y el animal se marchó derecho a la puerta de toriles a escarbar, donde se emplazó y fue tarea difícil sacarlo. Una vez conseguido, en los medios, el onubense pechó con el distraído de Matilla, que se dejó muletear sin más, y es que la casta la llevaba medida con cuentagotas. Con el manejable ofreció pasajes hilvanados y con gusto, pero sin ninguna transmisión arriba por la evidente falta de emoción del toro. No tuvo oponente, y eso es lo primero a apuntar, pero también es cierto que a David le faltó terminar de dar ese paso al frente y poner todo lo que no tenía su contrario. El final fue como el principio, con el animal enclavado en la querencia, donde lo pasaportó con un mal espadazo al sótano.

Ateo se le coló a Cayetano en el saludo capotero, y no sé si por eso o por qué, hizo que la lidia a partir de ahí fuera un desconcierto. De hecho, en banderillas Víctor Cañas sufrió una voltereta sin consecuencias tras el picotacito en un primer tercio de broma. El torero de dinastía pidió calma al público, que abroncó cuando el toro mordió la arena nada más montar muleta. Pero dio igual. Éste acompañó con palmas de tango el querer y no poder de Cayetano, que abrevió no sin antes dar pases a media altura sin ningún fuste. De donde no hay no se puede sacar. Con el segundo de su lote, Estéreo, que tuvo para algo más (muy poquito), comenzó trasteo en el tercio y de rodillas después de brindarlo al público, que entró con él. De ahí, al centro del platillo para dar un ramillete de insustanciales muletazos a diestra y siniestra sin exigirle casi nada al descastado y blando animal. Más allá de algún desplante de cara al tendido, para alegría de alguna, muy poco que levarse a la boca. Ahora bien, parte del público pidió la oreja –a estas horas todavía no sé muy bien por qué– y el presidente la concedió. Con esta orejita, Cayetano se marchó andando del coso conquense, pero ovacionado por el público.

Todo lo contrario que Morante de la Puebla, cuya bronca al marcharse de la plaza se tuvo que escuchar en Buenache. La carta de presentación capotera del sevillano al primero de su lote, el blando Discreído, ya levantó algunos pitos en el tendido, que se convirtieron en bronca cuando el presidente no lo devolvió tras blandear en exceso en varas y salir con cierta descoordinación del tercio. El de La Puebla se lo llevó a los terrenos del 3 para muletear por arriba sin exigirle nada de nada. Si lo hacía, se caía. El paupérrimo animal apenas se tuvo en pie y todo lo dispuesto resultó insustancial. La gente silenció a Morante y abroncó al palco por no enseñar el pañuelo verde al inválido. Con largas cordobesas genuflexas, una verónica, dos chicuelinas y una revolera saludó al Mamarracho que hizo cuarto. Como sus hermanos, dejó ver una tendencia a la querencia con la que Morante tuvo que arrastrarlo de nuevo a la solanera, donde no le dio mucha cancha y dio una docena de tanteo, en los que el animal protestó y lanzó derrotes al aire. Tardó poco en irse a por la de verdad y en llevárselo a la querencia para despachar a otro imposible.

 

- Plaza de toros de Cuenca. 4ª de la Feria de San Julián. Tres cuartos de entrada en tarde soleada y agradable. Se lidiaron cinco toros de Hermanos García Jiménez y uno de Peña de Francia (3º), muy justos de presentación y de cómodas caras. Descastados, excesivamente blandos, mansos y muy sosos en líneas generales. Algunos como el 1º y el 2º, paupérrimos. El único potable, el docilón y suavón 6º, que se dejó sin entregarse.

- Morante de la Puebla (teja y azabache): silencio y silencio.

- Cayetano (azul rey y oro): silencio y oreja.

- David de Miranda (azul marino y oro): ovación con saludos y dos orejas.