Las otras (no) fiestas mateas

Leo Cortijo
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Cuenca no pudo celebrar la vaquilla en varias ocasiones a lo largo del siglo XX: de 1908 a 1921 por la prohibición decretada por el ministro Juan de la Cierva, entre 1931 y 1940, y en los años 1942 y 1968 por obras en la Plaza Mayor

Las otras (no) fiestas mateas - Foto: José Luis Pinós

En el triángulo de los grandes eventos de Cuenca, sin duda, las fiestas de San Mateo son más que fundamentales. Junto a ellas, la Feria de San Julián y, cómo no, la Semana Santa. Pues bien, en el guión de 2020 que nadie hubiera dibujado jamás a principios de año venía recogida la suspensión de estos tres pilares de la cultura conquense. Uno tras otro, por una pandemia inimaginable en el último siglo, se fueron al traste. Ahora bien, la historia de las fiestas mateas también se fundió a negro en varias ocasiones a lo largo del siglo XX.

Hacemos este repaso histórico por las otras (no) fiestas de San Mateo de la mano de José Vicente Ávila, una de las personas que más y mejor conocen la idiosincrasia de esta celebración, en la que se rememora la reconquista de la ciudad por las tropas de Alfonso VIII. Antes de comenzar el recorrido, habría que tener en cuenta que el «primer dato oficial» aparece en el Archivo Municipal en el año 1581, relativo a la «institución de la festividad cívico-religiosa en el día de San Mateo, como aniversario de la conquista de Cuenca por Don Alfonso VIII». Sin embargo, «ya en 1529 se quejaba el vecino Alonso Muñoz Cejudo de que entraron las vaquillas en la Catedral», según publicaba el diario El Sol en 1929.

Las primeras (no) fiestas de San Mateo llegan en los albores del siglo pasado, «que fueron años convulsos para el espectáculo taurino», explica Ávila, pues ya había voces en contra y fue en febrero de 1908 cuando el ministro Juan de la Cierva promulgó la prohibición de torear a las mujeres y de realizar capeas y encierros. De esta forma, Cuenca no pudo celebrar la vaquilla durante –ni más ni menos– 14 años. Desde 1908 hasta 1921.

Las vaquillas no solo desaparecieron de la programación de San Mateo, sino también de las fiestas de San Julián. En esos años la festividad del 21 de septiembre quedó relegada a la misa en la Catedral, con asistencia de la corporación municipal, aunque cabe resaltar que durante mucho tiempo esta fiesta de la Reconquista se resaltaba muy poco en la prensa. «En esos años los aficionados se conformaron con ir a los toros a la plaza de la Perdigana o a la de Caballer en los días de San Julián», argumenta Ávila, al tiempo que destaca que «se echaba de menos la costumbre de correr la vaca». Como él mismo dijo en su pregón de 1989, para los conquenses ésta es una fiesta táurica, palabra que sin saberlo entonces ya había utilizado el escritor Florencio Martínez en un artículo: «Cada conquense vive en estos días de septiembre la apoteosis táurica porque lleva dentro de sí un maletilla –frustrado o sin frustrar– con tradición y fama».

Cuando las vaquillas regresaron al empedrado catedralicio en 1922, el público acudió en masa, según recogía la prensa local de la época: «La popular diversión de la vaquilla reunió en la Plaza Mayor a un gentío inmenso que satisfizo sus ansias toreriles al paso de las reses. El público rio grandemente de los cómicos incidentes de los toreadores espontáneos y hubo sus cariñosos revolcones sin hacer pupa».

República y Guerra Civil. La segunda etapa más oscura para las fiestas de San Mateo llegó a partir de 1931, con la República, y posteriormente con el estallido de la Guerra Civil. En palabras de José Vicente Ávila, «todo parece indicar que desde 1931 hasta 1940 no hubo vaquilla, y que la fiesta matea se reanudó en el año 1941». De este periodo no es fácil encontrar referencias que arrojen luz, aunque como ocurría en la etapa prohibida, se celebraba la función religiosa. De eso sí hay constancia, porque en 1935 la única nota informativa que vemos en El Defensor de Cuenca del 21 de septiembre publica que «en la Catedral se han celebrado los tradicionales cultos a San Mateo Apóstol, conmemorativos de la conquista de la ciudad por Alfonso VIII, habiendo predicado el ilustre doctoral Joaquín María Ayala».

Por otra parte, a lo largo de la historia, ha habido dos ocaciones en las que las fiestas de San Mateo se han quedado sin vaquillas no por decisiones de los que mandan o cuestiones políticas de tan importante calado social. Así, en 1942 no se soltó la vaquilla por obras en el pavimento de la Plaza Mayor, y aunque se dijo que se celebrarían una vez terminadas… «enseguida se echó el invierno y no fue así», apostilla Ávila. Lo mismo ocurrió un cuarto de siglo después, en el año 1968, ya que también hubo obras y la vaquilla se trasladó a la plaza de toros, resultando, eso sí, «un fracaso total», básicamente porque el escenario no era el mismo y nada tenía que ver.