Lo que el nazareno no ve

Leo Cortijo
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Enrique Martínez, un enamorado de la «trastienda» de la Pasión conquense, apostará por la sencillez como concepto y la fotografía como vehículo para su cartel de la próxima Semana Santa

Lo que el nazareno no ve - Foto: Reyes MartÁ­nez

Todavía resta más de medio año para la próxima Semana Santa. Posiblemente, los seis meses más largos de nuestras vidas... Con todo, la Pasión conquense de 2021 ya tiene cartelista que la anuncie. Conforme se acerque la fecha, un mayor número de miradas y de forma más directa apuntarán hacia Enrique, que por ahora vela armas con la típica mezcla de sentimientos que suele darse en este tipo de ocasiones: responsabilidad e ilusión.

Aún no está definida la obra con la que sorprenderá a la comunidad nazarena. Queda tiempo. Pero sí tiene claro los cimientos sobre los que debe asentarse. «Hay que aportar algo nuevo, el cartel tiene que ser original y expresivo, debe evocar sentimientos y despertar la atención del espectador», destaca al respecto. Un aspecto clave para cualquier cartelista es «ser uno mismo», y por eso Enrique no quiere, bajo ningún concepto, traicionar su trayectoria. Quiere que su obra sea fácilmente asociable a su firma, y por esa razón apostará por la fotografía y por la sencillez.

Su analítica y pragmática mente de arquitecto le lleva a defender a capa y espada que «las cosas, cuanto más sencillas, mejor». Así lo aplica a su trabajo y también a su afición, la fotografía. «Si algo puede funcionar con un par de cosas, mejor que con tres... Menos es más», sentencia muy convencido. Y es que, bajo su punto de vista, los «mejores carteles» de la Semana Santa de Cuenca «son los que han quitado lo superfluo y se han quedado con lo fundamental». Con este punto de partida y, «salvando las distancias», anuncia que pretende seguir esa línea. Esa sencillez, «que no es fácil de conseguir tampoco», avisa, es la que hará que el cartel sea «atemporal» y que «dentro de 20 años siga funcionando».

Enrique recibe el encargo después de quedarse «a las puertas» en dos ocasiones –1991 y 2018– y en ambas por la modalidad de concurso. «A la tercera ha ido la vencida», y aunque nunca lo pensó en un principio, cuando estás tan cerca, reconoce, «sabes que un día te va a tocar a ti y debes tener en mente una idea de lo que quieres hacer».

El camino ya se lo sabe: plasmar el «trasfondo» de la Semana Santa. Lo que hay en la trastienda más allá del inicio y el final de las procesiones. Para entenderlo fácilmente, Enrique modifica aquello de ‘lo que el ojo no ve’ por ‘lo que el nazareno no ve’. Lo normal es fotografiar lo que sucede en los desfiles, empezando por las imágenes. Pero él va más allá. Y además lo lleva por bandera desde hace mucho tiempo: «Es salirse de lo establecido... Me parece más atractivo y aporta una visión más original». Ahora bien, eso exige «patear mucho y echar muchas horas», básicamente, porque hay que estar «al pie del cañón» antes y después de cada procesión. En esos momentos, sentencia, «hay otra Semana Santa...».

Y así, con estos mimbres, el pequeño niño que casi tocaba los pasos desde aquel balcón privilegiado en la Puerta de Valencia al paso de las procesiones, verá cómo una de sus obras anunciará el ‘gran evento’ de Cuenca. Ese mismo en el que participó de forma activa –procesionando con el Huerto de San Antón y el Cristo de los Espejos– hasta bordear la mayoría de edad. Entonces cambió la túnica y el capuz por la cámara de fotos para no perderse «ningún detalle» y ser testigo privilegiado. La afición por la fotografía, esa que recibió «en vena» gracias a su padre y que ahora le lleva a tener el «gran honor» de ser cartelista de la Pasión.