Una pasión ecléctica

Leo Cortijo
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Desde los siete años, Marta Aparicio sabe que la guitarra es su «pasión», pero no solo la entiende de una manera... Hoy interpreta una partitura clásica, mañana una canción pop de los años 80 y pasado un tema de rock.

Una pasión ecléctica - Foto: Reyes Martí­nez

Un adjetivo concentra como pocos otros la forma de ser y estar de Marta en torno a su trabajo como guitarrista. Es ecléctica por naturaleza. Desde los siete años sabe que la guitarra es su «pasión», pero no sólo la entiende de una manera... Vayamos al principio: en su Vellisca natal nació su «amor por la música» gracias a que su madre, con ese mismo gusto, le apuntó a unas clases para aprender a tocar este instrumento. Desde entonces, dice, «no he podido parar».

Primero se centró en la guitarra clásica y estudió en el Conservatorio Profesional de Cuenca, pasando después al Conservatorio Superior de Madrid, donde culminó su sobresaliente formación. Mientras tanto, fruto de ese eclecticismo que lleva por bandera, comenzó a tocar también la guitarra eléctrica. Todavía recuerda aquella Fender Squier que sus padres le regalaron cuando tenía 12 años y con la que comenzó a versionar canciones de Metallica y Dark Moor. Desde entonces, «he seguido tocando paralelamente ambas guitarras, en diferentes estilos musicales y con diferentes personas», comenta.

Y esa mixtura tan maravillosa de estilos es lo que mejor define su forma de tocar y su manera de entender la música, que le «encanta» en «todas sus facetas». La guitarra le acompaña, por ejemplo, en dúos de música clásica, como Arpège o Arietta, pero también en una banda de rock alternativo como Das Model o en una orquesta como Skaner, que ameniza las fiestas de verano de infinidad de pueblos.

La multidisciplinar Marta argumenta que se hace a todo. De hecho, le cuesta decir cuál de todas es su vertiente preferida. Lo que sí tiene claro es que no se sentiría «cómoda» tocando solo en uno de estos grupos. «Si tuviera que desechar todos y quedarme con uno solo, no sería feliz», apunta esta virtuosa de la guitarra.

Toca todos los palos... o casi todos, y es que tiene una «asignatura pendiente» con el flamenco. Lo ha estudiado a nivel teórico, pero reconoce que le encantaría saber tocarlo en profundidad. Conociéndola, no tardará mucho en borrar ese apunte de su lista de tareas por hacer. En la música, subraya, «nunca se para de aprender», y más ella que no puede estar más de tres días sin tocar la guitarra y que vive por y para esto casi las 24 horas del día.

Esa capacidad de esfuerzo y dedicación plena es, precisamente, la que le ayuda a poder adaptarse de forma camaleónica a los diferentes registros que practica. Lo suyo tiene un mérito enorme, pues de un día para otro tiene que cambiar estilos y repertorios. Igual hoy le toca interpretar una partitura clásica, mañana una canción pop de los años 80 y pasado un tema de rock.

Su pasión por la música le lleva también a componer. Ahora mismo trabaja en la banda sonora de la nueva película de Juanra Fernández. Asimismo, una parte fundamental en su quehacer diario es su faceta como docente. Marta da clases de guitarra a niños, jóvenes y mayores. Y lo hace con la receta mágica de «disfrutar aprendiendo». Son clases «muy personalizadas», en las que el alumno trabaja «desde lo que conoce y lo que le gusta». Y por eso funcionan tan bien.

La docencia es la que ahora, con la incidencia «catastrófica» que ha tenido la pandemia al contar sus actuaciones con los dedos de una mano, tira del carro. Con todo, se siente «muy afortunada» por poder ganarse la vida haciendo lo que más le gusta, aunque eso sí, con «muchas horas» de trabajo. La culpa, en parte, la tuvo su madre, y Rian, su primera maestra. Entre ambas supieron pulir este diamante en bruto.