Un año repleto de efemérides

Leo Cortijo
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El Santísimo Cristo de la Salud conmemora el tercer centenario de su constitución, los tres cuartos de siglo de la llegada de la actual imagen y los 50 años de la consagración de la sede canónica de la hermandad, la iglesia de San Esteban

Un año repleto de efemérides - Foto: Reyes Martí­nez

Éste no es un año cualquiera para el Santísimo Cristo de la Salud. 2020 es, como poco, especial. Y no solo por todo lo que supone el maldito coronavirus. Dejemos ese asunto a un lado por un momento... No todos los años se conmemora el tercer centenario de una constitución, ni los tres cuartos de siglo de la llegada de la actual imagen, ni los 50 años de la consagración de la sede canónica, la iglesia de San Esteban. 2020 es un año repleto de efemérides para El Descendimiento y por ello han dibujado una serie de actos conmemorativos. El mes pasado, sin ir más lejos, entre otros actos litúrgicos, llevaron a cabo una ofrenda floral ante la tumba de Luis Marco Pérez en el cementerio de San Isidro, donde descubrieron una placa conmemorativa ante multitud de hermanos.

Los actos se iban a reanudar el pasado día 24 con la conferencia 300 años de la Hermandad del Cristo de la Salud: Tradición y futuro, a cargo del doctor por la Universidad de Castilla-La Mancha, Cruz Campos Mariscal, pero el estado de alarma lo impidió. El punto final a las conmemoraciones se pondrá en el mes de mayo, si se puede, con la celebración de la función religiosa en honor al Santísimo Cristo de la Salud presidida por el obispo de la Diócesis, José María Yanguas. La celebración contará con el acompañamiento musical del Coro de la Capilla de Música de la Catedral y tras la eucaristía los hermanos que lo deseen asistirán a una comida de hermandad. Asimismo, para anunciar estas efemérides se realizó un cartel especial, obra de Ignacio Blanco, así como un logotipo alusivo al 75 aniversario de la imagen, hecho por Sergio Murgui.

En la espectacular nueva sede del Descendimiento –inaugurada en 2018 como el último gran hito de la hermandad– La Tribuna se cita con parte de la junta de diputación. Con los brazos abiertos nos reciben el secretario, Leopoldo Villalba; el representante en la Junta de Cofradías, José Ramón Bollo; el vicesecretario, Mariano Navarro; y el vocal, Félix Moya. Ellos son, en gran medida, los artífices de que esta cofradía de la Pasión conquense atraviese uno de los mejores periodos de su secular historia. No en vano, llevan a los mandos de la nave 12 años y ahora es momento de dar un paso al lado y dejar hueco a las nuevas generaciones. Se marchan con la sensación del deber cumplido y no porque lo digan ellos mismos, sino porque así se lo transmite una enorme mayoría de los hermanos que conforman El Descendimiento. La historia reciente de esta hermandad habla no solo de sus buenas intenciones, sino del sobresaliente resultado que éstas han dado.

«Lo que nos ha movido es el amor a nuestra hermandad, procurando siempre lo mejor para ella», apuntan José Ramón y Félix, a lo que Mariano añade: «Al principio no fue un camino de rosas, pero nos marchamos dejando un ambiente inmejorable en la hermandad». «Ahora todos somos uno», sentencia Leopoldo al respecto.

Preguntados por el hecho más importante que han vivido con el timón de la hermandad en las manos, no duda ninguno de los cuatro y señalan a la participación en la JMJ celebrada en Madrid en 2011. José Ramón dice que eso ha sido «lo más importante que le ha pasado a esta hermandad y que le va a pasar en mucho tiempo», y es que «desfilar por la Castellana junto a lo mejor de la imaginería nazarena representando a Cuenca, fue un honor». Mariano puntualiza que no solo representaron a Cuenca, sino «a toda Castilla-La Mancha», ya que fue la única imagen de la región que procesionó. «Cualquier hermano te dice que ese es uno de los recuerdos más especiales de su vida, incluso algunos comentan que junto al nacimiento de sus hijos», argumenta Leopoldo. Félix, para terminar, destaca que, además, «le abrimos las puertas a todos los nazarenos de Cuenca y varios nos acompañaron en un día tan señalado como ese».

Tres siglos de historia. Los primeros vestigios conocidos datan de 1699, aunque en sus orígenes se establece como Hermandad de la Santa Cruz, ubicada en la parroquia de San Esteban, entonces en el barrio de Santa Lucía. Sus estatutos, como tal, fueron aprobados el 3 de mayo de 1720 por Francisco Anoa y Busto, canónigo de la Catedral de Cuenca. En 1727 se descubre la imagen del Santísimo Cristo de la Salud en la Capilla del Racionero Vázquez, en la citada San Esteban, donde había sido escondido 21 años antes con motivo de la guerra de sucesión. La hermandad se hace cargo de ella. El 12 de mayo de 1728 figura un acta en el que se establece un acuerdo entre la Hermandad de la Santa Cruz y el Santísimo Cristo de la Salud, y a partir del año 1751 se pasa a llamar directamente como Hermandad del Santísimo Cristo de la Salud.

Como consecuencia del cambio de ubicación de la parroquia de San Esteban al antiguo convento de San Francisco, la hermandad desaparecerá durante algún tiempo. De hecho, la última junta se celebra en casa de Bernardo Palomonio el 10 de abril de 1859. Pasados unos años vuelve a rehacerse en su nueva ubicación, celebrándose la primera junta el 29 de agosto de 1886. Para el régimen y gobierno de la hermandad llamada Santísimo Cristo de la Salud (vulgo de las tres manos) se redactan nuevos estatutos, que son aprobados el 26 de febrero de 1887 por el entonces obispo de la Diócesis, Juan María Valero.

El 3 de noviembre de 1901, el hermano Rogelio Sanchiz propone a la Hermandad el arreglo y restauración del Santísimo Cristo de la Salud para que salga en procesión el Viernes Santo. Varios hermanos proponen formar el grupo escultórico El Descendimiento y, de esta forma, se encargan cuatro figuras –la Virgen, María Magdalena, Nicodemo y José de Arimatea– a un escultor catalán, Quixal. El proyecto cuesta 929 pesetas. Un año después se incorpora la imagen de San Juan Apóstol. El 28 de marzo de 1902 sale de la iglesia de El Salvador la procesión llamada En el Calvario. Al pasar por San Francisco se incorpora la Hermandad del Santísimo Cristo de la Salud, ocupando el sitio que le corresponde por el orden de los misterios. Hay que destacar que sus constituciones son adaptadas para regular su salida en procesión formándose una concordia entre las hermandades que integran dicho desfile. Un año después ya desfilará la imagen de San Juan completando el grupo escultórico.

Como consecuencia de la Guerra Civil es destruida la talla primitiva del Santísimo Cristo de la Salud, así como las de José de Arimatea y Nicodemo y la mayor parte de enseres de la hermandad. Se libran de la destrucción las tallas de San Juan –aparece en 1996, es propiedad de la hermandad y actualmente se encuentra en el Museo de Semana Santa–, María Magdalena –sigue en paradero desconocido– y la Virgen –se vendió al Cabildo de Caballeros y actualmente está en la parroquia de El Salvador–. Con motivo de la entrega del nuevo e imponente grupo escultórico obra de Luis Marco Pérez, la hermandad vuelve a reorganizarse, celebrando su primera junta en marzo de 1945 en la sacristía de la Iglesia de San Esteban. El Viernes Santo de ese año desfila de nuevo.