Blanca Caballero: Palabras fugaces

J. Monreal
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Blanca Caballero

Blanca Caballero: Palabras fugaces - Foto: Reyes MartÁ­nez

Blanca teje palabras para componer una crónica de la sonrisa. Cuenta y vuelve a contar palabras para ver dónde está el secreto, la química que hace posible que el lector quede atrapado en su relato. Teje sin parar.

Historias de mar y amor. De ida y vuelta, de sensaciones, de sentimientos encontrados que luchan por salir a flote en un océano de versos rotos, de estrofas plenas de latidos. Soñadas.

Escribe por necesidad de explicar sentimientos y vivencias. Vida de largo camino de emigración y nostalgias, de encuentros y des encuentros, de inicios y finales, de retorno al mismo lugar para empezar de nuevo, a se posible con una sonrisa.

En sus libros se percibe la versatilidad de una escritora vocacional que supo dejar a un lado la abstracción de las matemáticas y la rotundidad de los elementos químicos para dar rienda suelta a su imaginación desbordante.

A salvo de miradas y distracciones, Blanca acude cada mañana al taller de creación. Se sienta frente al telar y mezcla hilos de colores con palabras sencillas. Teje sin parar fantasías y vivencias, anhelos y realidades, nostalgias y sentimientos.

Superviviente total.

La emigración es uno de los motivos que le impulsaron a escribir «porque nunca me había planteado escribir nada y mucho menos verlo publicado. Si lo hice, fue por pura necesidad de sacar fuera de mí todo aquello que se iba acumulando en mi interior», dice Blanca.

Fruto de su impulso son varios libros de relatos cortos, alguno de ellos ilustrados por su nieta, donde la realidad se confunde con el sueño. Sentir y contar.

Confiesa que escribe desde el dolor, desde la vivencia amarga, que Blanca sabe administrar en su justa medida. Tamiza el dolor y lo convierte en algo cotidiano, cercano a todos. No es un lamento, es una manera de echar fuera aquello que duele. Todo lo que enturbia el alma, lo que ronda en la cabeza y a veces no le deja dormir en paz. Pesares fuera.

El tiempo es la medicina que cura casi todo. Blanca toma cada día su dosis y empieza la jornada con ánimo decidido plantando cara al desafío cotidiano.

De esa lucha constante ha salido el primer y por ahora último de sus libros de poemas: Palabras fugaces, palabras perennes, en el que la autora cubano-norteamericana refleja momentos de sus experiencias existenciales, cavilaciones de carácter cognitivo y religioso. Tres discursos en un solo libro.

Escribe en corto y directo. Aprovecha cada palabra como si no fuera a encontrar otra, y lo hace consciente de que cada letra tiene sentido en sí misma.

El libro acaba de salir a la calle. Huele todavía a tinta fresca, a recién sacado de la imprenta. Huele a poemas frescos, surgidos de lo más profundo de su ser.

Sin filtro alguno.

Blanca sonríe al ver el poemario en sus manos, «después de un tiempo largo de ausencias y de vencer pudores absurdos», dice la escritora, quien anda ya enfrascada en la preparación de las próximas entregas, «centrada esta vez en narración, siempre de la mano de Juan Parera, quien colabora en las ilustraciones de este primer poemario en el que espero que haya más palabras que permanecen que aquellas que se evaporan, palabras fugaces, como estrellas que se funden apenas en unos segundos».

Tiene en cartera numerosos proyectos en los que Cuenca y Cuba caminan de la mano. «Arte y cultura son los nexos de unión entre ambas orillas de un mundo lleno de inquietudes», dice Blanca Caballero, quien como asegura en uno de sus poemas, sigue buscándose, e incluso ha olvidado su nombre que dejó encima de la mesa. Memoria dormida.

Necesitó días y noches para borrar recuerdos reprimidos. Volvió sobre sus pasos para recobrar su nombre. Canceló las penas. Por fin.