Una pionera muy feliz

Leo Cortijo
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El patinaje en Cuenca es lo que es gracias a Elvira Villarreal. Esta entusiasta del deporte, a la que le apasiona lo que hace, introdujo esta disciplina en la ciudad hace casi 35 años

Una pionera muy feliz - Foto: Reyes Martínez

El diccionario de la RAE, en su segunda acepción, define pionera como aquella persona que da los primeros pasos en alguna actividad humana. No pone ningún ejemplo, pero para una mayor comprensión bien podríamos animar a los académicos de la lengua a personificar en la figura de Elvira. El patinaje en Cuenca es lo que es gracias a ella. De principio a fin y durante casi 35 años de existencia.

Nacida en Barcelona, pero de madre conquense, se trasladó a la ciudad que descansa entre hoces a los 14 años. Antes, en su Cataluña natal, desde los siete años, había practicado del patinaje de velocidad. «Los que no teníamos tanto poder adquisitivo comprábamos botas de fútbol, les cortábamos los tacos y les poníamos las ruedas», recuerda. Gran entusiasta del deporte, comenzó a competir cuando solo contaba con 10 primaveras. Participó incluso en campeonatos de España. De hecho, quedó tercera en uno de ellos. Solo atesora «buenos recuerdos» de aquella época. «Ahora todo el mundo quiere competir para ganar; nosotros entrenábamos de otra manera, había disciplina, pero nos divertíamos muchísimo», argumenta. Por eso no solo no le suponía «ningún esfuerzo» ir a entrenar a diario, sino que, al contrario, «lo pasaba muy bien». En el deporte y en la vida lleva por bandera el aforismo de que «hay que disfrutar haciendo lo que haces».

Llegó a Cuenca y se topó con un problema en forma de necesidad. Pero de ello hizo la virtud. Hace tres décadas y media no había apenas práctica deportiva en la ciudad y el patinaje era algo, directamente, inexistente. «Me acerqué al Instituto Municipal de Deportes para ver si podía continuar con lo que hacía en Barcelona y me dijeron que no había nada, que si quería podía empezar a dar clases yo», explica Elvira. Tenía 15 años. «Ni me lo pensé...». Era tan grande su amor por el patinaje y por el deporte en general que eso venció cualquier posible miedo o duda.

Así comenzó esta escuela municipal en Cuenca. Al principio de forma muy rudimentaria, comenta, «en una pista muy chiquitita de cemento en el parque del Vivero». De hecho, recuerda que le pedía la escoba a los barrenderos que limpiaban la zona para barrer la pista y poder dar clase. «No sabía muy bien qué hacer porque yo venía del mundo de la velocidad, y empecé a hacer juegos, ejercicios, bailes… Al final salimos adelante», añade.

La ilusión de Elvira por mejorar no cesó y siguió desarrollándose y formándose como patinadora, aprendiendo día a día y obteniendo títulos oficiales de la federación de patinaje. Y todo sin haber cumplido todavía la mayoría de edad. La situación mejoró y los gélidos inviernos de Cuenca fueron más llevaderos cuando del parque se trasladaron a El Sargal y después, cuando lo construyeron, al polideportivo San Fernando. Sí, a lo largo de estos 35 años Elvira se ha desarrollado conforme lo ha hecho la ciudad...

Ella puso la primera piedra del castillo que es hoy el patinaje en Cuenca. La escuela sigue batiendo récords en las preinscripciones de alumnos año tras año. «Tenemos unos 130-150 niños por curso», explica orgullosa. Además, en el Club Deportivo Hoz del Júcar que ella misma capitanea hay otros tantos apasionados del patinaje. Niños desde los tres y cuatro años hasta la edad que uno quiera. «Aquí no hay límite», avisa Elvira. Algunas alumnas suyas de toda la vida le ayudan ahora como monitoras.

El patinaje, que enseña de la forma más lúdica y entretenida posible, forma parte de su vida. Lo más importante para ella es que los niños que acuden a clase «se lo pasen bien». Así de sencillo. Eso es lo que a esta pionera más le llena. ¿Y así hasta cuándo? «Siempre he dicho que mientras disfrutes haciendo algo, tienes que seguir con ello; en el momento que no sea así, te debes apartar». Queda claro, ¿verdad? Elvira es muy feliz haciendo lo que hace...