Javier Barrios: «El artista no es alguien especial, sino un artesano que domina bien el oficio»

J. Monreal
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A salvo de modas y tendencias, Javier sigue manteniendo el mismo espíritu de rebeldía de siempre. «Respeto todo y a todos, pero me ha gustado siempre ir por libre, en el más amplio sentido de la palabra, tanto en el aspecto plástico, como en el personal», señala Barrios, quien  supo desde niño que el camino que debía seguir era el del arte en sus diferentes manifestaciones.
«El dibujo y todo lo relacionado con el arte me atraía desde niño. Me presentaba a todos los concursos que se convocaban, y en lagunas ocasiones incluso los ganaba», dice el pintor-escultor, quien recuerda sus inicios en el mundo del arte, «sobre todo un profesor, Antonio Fraile, que daba clase en  Instituto Alfonso VIII, que fue quien primero vio en mi posibilidades y me animó a que siguiera este camino. Vio mis dibujos y me  insistió en que me decantara por la escultura», dice Barrios, «aunque aún tuvo que pasar mucho tiempo hasta que me adentré de lleno esa tarea. Los carboncillos que hacíamos como tarea en las academias fueron la base para la escultura, y así fue como empecé en mi primer taller, aunque siempre tuve mi propio espacio incluso en casa de mis padres», dice Javier, quien se inicia en el mundo escultórico manejando el barro, «material que me atrapó desde el primer momento, y a partir de ahí sólo tuve que dejarme llevar por mis impulsos y, naturalmente, seguir aprendiendo, sobre todo de los maestros alfareros de Cuenca, a los que considero grandes artistas, entre los que destacan Pedro Mercedes o Adrián Navarro, aunque nuestros caminos profesionales no hayan ido paralelos».
 
primeras obras. Una vez decidido a seguir el camino del arte, Barrios se enfrenta a sus primeros retos artísticos y comienza a ser conocido, tanto en la ciudad como fuera de ella.
«La primera obra que hago, para ser instalada en un lugar público, es la escultura de Federico Muelas, ubicada en la antigua iglesia de San Pantaleón», dice el escultor, quien encara aquel primer trabajo «con ilusión, nervios e incertidumbre, al no saber cómo va a ser aceptada por el público. Me planteé, en primer lugar, la ubicación, y a partir de ahí puse manos a la obra. Puede parecer que el sitio donde va a ir tu obra no influye en ella, pero en mi caso sí, y a veces mantienes polémicas con quien te la encarga respecto al lugar de instalación, aunque en la mayoría de los casos se suele llegar a un acuerdo que satisface a las dos partes», dice Barrios, seguro de su trabajo.
«La gente, en muchos casos,  tiene un concepto erróneo del artista, porque piensa que somos seres ‘especiales’, cuando la realidad no tiene nada que ver con esa imagen. Hay mucho mito en cuanto a la ‘pose’ de artista, ya que para serlo no es necesario ir de bohemio ni estrafalario. El artista no tiene de especial, ni más ni menos, que cierta habilidad que otros no poseen para el trabajo que él realiza. Lo demás son cuentos y estereotipos», apunta Barrios, quien sí asegura que «lo que vale en el artista es su mundo interior y el desarrollo que él hace del mismo. El artista es, en un cien por cien artesano que desarrolla un oficio, sin más. Todo es cuestión de oficio y de perseverancia, porque las obras, por muy grandes que seas en tu parcela artística, no salen de una vez, sino que son el producto de muchos ensayos y trabajos, de romper y volver a empezar. Esa es la parte de oficio, el desarrollar la idea que ha concebido el ‘artista’. Lo demás son ganas de darles vueltas y no llegar a ninguna conclusión», dice Javier, quien antes de acometer un proyecto escultórico toma cientos de notas, apuntes y bocetos, que poco a poco va convirtiendo en la figura deseada, «aunque a veces ves que no das con la clave y tienes que dejar el proyecto ‘aparcado’ hasta que un buen día lo ves claro y es cuando de verdad te pones a trabajar sin parar hasta concluirlo. La primera impresión nunca es la que vale. Hay que ir y venir muchas veces para llegar al punto que deseas».
 
Encargos. La libertad de creación artística, muchas veces choca con los gustos de quien encarga la obra, aunque en la mayoría de las ocasiones el artista y el destinatario de la obra llegan a alcanzar un entendimiento.
«La más pura expresión artística es la que se hace por libre, sin cortapisa alguna», dice Barrios, quien señala que «normalmente el artista trabaja por libre, pero también hay que vivir y, por tanto, aceptamos encargos. Ahí intervienen muchos factores, que poco a poco se van limando, porque surgen discusiones entre el cliente y el artista. Puntos de vista diferentes a los que hay que bucear el equilibrio para satisfacer a ambas partes.
«Por lo general, siempre se llega a un acuerdo, aunque se dan casos en los que el ‘cliente’ no está de acuerdo con lo que estás haciendo y no queda más remedio que rehacer la obra hasta el punto de que sea lo que él quiere, cosa que, afortunadamente no sucede en muchas ocasiones», dice el artista, quien combina su faceta de escultor con la de pintor, «dependiendo del momento en que me encuentre, los compromisos de trabajo que tenga y el ánimo. A veces no es ni siquiera cuestión de combinar una faceta y otra, sino que el escultor es, ante todo pintor, ya que no conozco a ninguno que no domine el dibujo, que es la base de todo», dice Javier, quien  hizo valer su experiencia pictórica al ser elegido como cartelista de la Semana Santa de Cuenca.
«Cuando te encargan un cartel, ya sabes a lo que expones, y más en un asunto tal delicado como es éste», señala Barrios, quien señala que «me consta que hubo gente a la que le gustó y otra a la que no, como pasa siempre. Hice el cartel que consideré representativo de una celebración, como es la Semana Santa, tratando de no ‘personalizar’ en una imagen concreta, sino en un conjunto que sirviera para anunciar este evento, no sólo a la gente de Cuenca, sino a cualquier visitante. Los carteles siempre son polémicos, pero eso es algo que se asume cuando aceptas el encargo, y lo único que debes hacer es plasmar lo mejor posible tu idea y que ésta sirva al fin concreto para el que va destinada. Sin más».
Aunque Barrios es un artista que gusta ir por libre, y jamás busca la polémica, no pudo evitar caer en ella, a raíz del encargo de la estatua ecuestre de Alfonso VIII estatua ubicada en la Plaza Obispo Valero, en pleno corazón del casco histórico.
«Nadie podrá decir que provoqué yo la situación. Hice lo que se me encargó y nada más. Eso sí, siempre hay quien pensó que debía ser él quien llevara a cabo el encargo, y de ahí vino todo. Hubo quejas de todo tipo, desde la ubicación, hasta la ejecución. Quejas que no me afectaron en absoluto, porque del mismo modo que no me gusta entrar el batallas que no conducen a ningún lado, ni me gusta salir en la  foto, la mejor postura es no hacer caso, seguir trabajando en lo que crees y pasar de discusiones vanas», señala Barrios, quien cuenta en su haber con numerosas esculturas instaladas en la ciudad, tales como el busto de Luis Ocaña, la mencionada de Federico Muelas, el nazareno de la Plaza de la Constitución o el pequeño homenaje al visitante que acude a Cuenca. «Una escultura que se instaló en la misma puerta de mi casa, y no precisamente porque yo sea el autor, sino porque es el lugar elegido por quien hizo el encargo», comenta sonriendo Barrios, quien cada mañana ve desde su ventana al ‘viajero’ que mira el plano-guía de Cuenca...
 En cuanto al tamaño de sus esculturas, Barrios no se decide por uno u otro, sino «por el que toca en cada ocasión. El proceso es el mismo, para una escultura de tres metros que para una miniatura. Lo primero es el modelado en barro, aunque haya que jugar con los volúmenes y el espacio en el que va a ir situado», dice el escultor, quien habla de uno sus últimos trabajos «en este caso de restauración, como es el ‘Ganchero’, obra que está completamente terminada, a falta de que los responsables municipales decidan cuándo reponerla en su lugar. Estoy a la espera, y no tengo prisa, pero me gustaría verla expuesta de nuevo, ya que es una obra que pertenece a la ciudad».
Pasea por la ciudad y recorre los espacios abiertos imaginando formas y esculturas, «aunque me da cierta pena, más que nada por la falta de sensibilidad, al ver cómo la gente -no todos- desprecian el trabajo artístico y deterioran las esculturas con pintadas sin sentido. Me rebelo contra ese vandalismo barato y pediría un mayor cuidado de nuestro patrimonio, al igual que sucede en otras ciudades en las que las esculturas forman parte del paisaje urbano , y gozan del respeto y la admiración de los ciudadanos y visitantes», dice el escultor.
Sin pauta fija, como buen artista, Barrios se plantea el trabajo según la necesidad y el compromiso que tenga. 
«La ventaja que tengo es que no trabajo en una oficina, y puedo permitirme el ‘lujo’ de no tener que rendir cuentas a nadie de mi tiempo. Eso no quiere decir que abandone el trabajo y que no siga cierto método y disciplina, porque lo que no puedes dejar es de hacer algo cada día, y no pisar el taller. Siempre hay una pincelada que falta o un retoque al barro que tienes modelando. La inspiración viene sin sabe cómo, pero tienes que estar dispuesto a recibirla porque si la dejas pasar no consigues nada», dice el escultor conquense, quien al margen de las obras que tiene en Cuenca, cuenta en su haber con multitud de esculturas repartidas por diversos lugares de España.
«Aunque tengo mucha obra en nuestra tierra, las que hay repartidas por otros lugares superan ampliamente el número de las de aquí, algunas de ellas sin mi firma, porque al igual que otros muchos artistas hacen, he trabajado mucho por encargo sin estampar mi firma en ellas. Esto es algo común, y no me importa reconocer que he trabajado de este modo, sobre todo cuando empiezas a hacerte un nombre en este mundillo», dice Barrios, quien el proceso de ejecución de una obra, desde que concibe la idea hasta que la ve fundida en bronce.
«Me gusta estar en todos los momentos, y el de la fundición es el más complicado porque es cuando de verdad te la juegas...», señala el escultor, quien mantiene permanente contacto con los fundidores «a los que tienes que indicar el resultado final que deseas para tu obra. Por lo general te hacen caso y todo sale conforme lo previsto, aunque también hay ocasiones en que el trabajo se viene abajo y no queda más remedio que empezar de nuevo».
Como todo artista, Barrios arriesga cuando concibe una obra, «sin saber cual será el resultado final de la misma», dice, «aunque también es cierto que es un riesgo asumido y no un salto al vacío porque el oficio es el que manda y poco más o menos sabes la línea que debes seguir, aunque procuro mantenerme a salvo de modas y tendencias. Mis obras, como las de los demás artistas, gustarán a unos  y no a otros. No persigo figurar en ningún lugar destacado, sino hacer mi trabajo de la mejor forma posible, primero sin defraudarme a mi mismo  y no defraudar a los demás», comenta Javier, quien sigue recorriendo los mismos lugares de la ciudad que cuando era niño y jugaba en Carretería, soñando colores e intuyendo formas que más tarde pasaban al barro...
«Ahora mismo ando metido en un trabajo que me satisface mucho: un retrato a mi nieta, que espero le guste....», dijo Barrios.