Martillo y cincel

J. Monreal
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Lorenzo Redondo Badía

Martillo y cincel

La afición por las artes le viene de lejos. Empezó casi por casualidad en una Escuela de Artes y Oficios donde se inició en el arte del modelado y la pintura. Poco a poco, el barro fue tomando forma y Lorenzo adquirió la soltura necesaria como para atreverse con todo tipo de materiales. «Lo primero que haces, cuando empiezas, es modelar algo fácil, como el barro. Experimentas con madera y paso a paso vas jugando con elementos de mayor consistencia, entre ellos el hierro, el bronce o la piedra», comenta Lorenzo.

A pesar de sus muchos años en el oficio, el escultor polifacético asegura que «siempre se está aprendiendo, porque cada etapa de tu vida creativa te ofrece nuevas posibilidades de expresión. Es un reto diario que te obliga a esforzarte por conseguir aquello que has imaginado y que no siempre logras hacer realidad».

Maneja con la misma soltura los pinceles que el martillo y el cincel. Dibuja y pinta. Mira la obra y la deja reposar hasta que vuelve a sentir la llamada.

«Hay veces que inicias una escultura y no ves bien por dónde va a resultar. Ese es el momento de apartarla, de momento, y dedicarte a otra cosa distinta. El proceso creativo tiene sus tiempos y sus pausas, como todo en la vida», dice el escultor.

Aunque se siente a gusto con diferentes materiales, en la piedra es donde Lorenzo ha encontrado su mejor medio de expresión. «Me gusta la piedra, pero no cabe duda de que el bronce es el material por excelencia del escultor. No suelo trabajar mucho con él, porque resulta caro el proceso, y por eso me he centrado más en la piedra y en la madera, que también son materiales adecuados para mis obras».

 Formas y figuras concretas, en la que Lorenzo perfila sueños y consigue realidades. «Me gusta la anatomía humana, como figurativo que soy, pero tampoco me disgusta dejar volar la imaginación y ver cómo va tomando forma el bloque de piedra o el tronco de madera. El arte debe ser libre y que cada uno interprete a su modo lo que tiene ante sus ojos», señala el artista conquense, quien en contadas ocasiones ha visto cómo se rompe la piedra y hay que empezar de nuevo la obra.

«Es raro que se rompa un bloque a no ser que viniera dañado. Cuando una figura se quiebra no es por culpa del escultor sino por defecto», asegura el escultor.

Piedra dura, mármol, caliza o granito. Cualquier material es bueno para esculpir, «aunque cada uno de ellos tiene unas peculiaridades distintas para su trabajo. La madera, cuanto más dura, mejor para modelarla. La piedra, sobre todo el mármol, es el más agradecido por su nobleza y por el resultado que se obtiene».

 La prisa, en arte y en otros ámbitos de la vida, nunca es buena consejera. Por eso el artista no mide el tiempo como el resto de los mortales.

«No se puede trabajar si tiene urgencia por acabar una pieza. Muchas veces hay que cumplir un plazo de entrega y ves que no llegas. Cuanto más te esfuerzas en que salgan las formas menos consigues lo que deseas».

 A solas en el taller, alejado de ruidos e interrupciones, Lorenzo Redondo repasa con la mirada las obras hechas y las que todavía esperan turno de ejecución. Piensa en las obras que tiene repartidas por diversos lugares de España y de algún que otro país extranjero, y perfila nuevos bocetos que más tarde se convertirán en obras.

«El verano no es un momento muy adecuado para la creación, aunque nunca sabes cuándo va a venir una idea o el impulso de terminar un trabajo que quedó en el olvido», señala Lorenzo, para quien el descanso consiste en cambiar de actividad, variar el ritmo y pasar del martillo y el cincel a los pinceles y a la escultura-pintura como él llama a la técnica en relieve a la que une distintos materiales.

 Libertad para crear.