Seis puntos

Leo Cortijo
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María Jesús Cañamares escribe auténticas maravillas, como la que le ha llevado a ganar el concurso europeo de redacción sobre braille, con un trabajo en el que narra su «experiencia real» durante el confinamiento

Seis puntos - Foto: Reyes Martí­nez

María Jesús vino al mundo sin uno de sus cinco sentidos, la vista. Siendo una niña, con apenas 10 años, comenzó a perder otro de ellos, el oído, después de que una medicación para curar una gripe dañara gradualmente su nervio auditivo. Hoy, gracias a un pequeño gran milagro llamado implantes cocleares, puede escuchar y mantener una conversación perfectamente. A este vital compañero de viaje suma otro todavía más querido, el braille, que «lo es todo para mí».

Es una convencida defensora del sistema de lectura y escritura que ideó el sacerdote y pedagogo francés hace casi 200 años. Pero no es solo eso. Esta vecina de Jábaga, además, escribe con su particular alfabeto de seis puntos auténticas maravillas. Sin ir más lejos, eso le ha llevado a ganar el concurso europeo de redacción sobre braille 2020, con el trabajo titulado El Braille: un puntazo en el confinamiento. Este relato, que narra su «experiencia real» durante los meses de encierro domiciliario, resultó ser el mejor entre 45 aspirantes de 16 países distintos. Y no es la primera vez que se alza con el galardón, pues ya lo ganó en 2012, aunque entonces fue ex aequo con otra participante.

En su obra, María Jesús narra en primera persona lo que vivió durante el periodo más lacrimógeno e incierto de nuestras vidas. Como mucha gente, tras el estallido de la pandemia, se interesó en exceso por todo lo que publicaban los medios de comunicación. Necesitaba respuestas ante tantos interrogantes. Hasta cierto punto. Hubo un momento en el que sintió la necesidad de parar debido a la «saturación» de información. Tampoco ayudaba el cariz de lo que aparecía en prensa, que invitaba poco al optimismo...

«Necesitaba desconectar y fue entonces cuando me pregunté: ¿qué hago ahora?». Tardó poco en responderse; cree que Louis Braille le «iluminó» en ese preciso instante. Empezó a desempolvar viejos libros, papeles y textos que tenía almacenados en casa desde hacía años. Desde las cartas que intercambiaba con una profesora hasta trabajos de su etapa como monitora de braille. Comenzó a plasmar todos esos sentimientos –entonces a flor de piel– en folios blancos e inmaculados, y el resultado fue inmejorable. «Además de mis padres», asegura, «no tuve más compañía durante el confinamiento que el braille».

María Jesús es un ‘puntazo’ de persona. Un ejemplo a conocer. Decidida, valerosa y corajuda, sabe desde el primer momento de su existencia que la vida no es fácil. Para nadie. Y para ella, menos. Pero que a pesar de ello, «hay que buscar los medios para sobrellevarla lo mejor posible». Asumiendo con una gran dosis de estoicismo que «esto es lo que hay», cree que de nada sirve llorar o lamentarse porque «nadie vendrá a secar tus lágrimas». Ella fundamenta ese leitmotiv existencial en una mítica sentencia de ‘El Lute’: camina o revienta. «Es mi lema», apunta. Pues sigue caminando...

En la vida no le ha quedado otra salida que crecerse en el castigo. Y si ésta le mandaba dos limones a cada cual más amargo, ella los cogía, los exprimía y hacía una rica limonada. La necesidad agudiza el ingenio. Sorda y ciega, desarrolló otros sentidos, como el tacto y el olfato. Pero no solo éstos, también desarrolló un sexto que en la mayoría de los mortales brilla por su ausencia: el sentido de la empatía. Lo que para otros pasa de puntillas o directamente no existe, para María Jesús cobra un significado especial. Es mucho más sensible al entorno que la rodea. A lo que piensan y sienten. Es la capacidad de ver mucho más allá de lo que la vista alcanza. Ahora, párate y piensa: ¿qué es estar ciego?