Javier Ruiz

LA FORTUNA CON SESO

Javier Ruiz


Los pobres

20/01/2022

Ya están aquí los pobres de nuevo, otra vez, sin que nadie los haya invitado. Cáritas dice en su memoria del año pasado que un millón y medio de jóvenes, solo por el hecho de serlo, están en riesgo de exclusión. La juventud, ya ves tú, divino tesoro, que decía Rubén Darío… Que la vida va en serio uno lo empieza a comprender más tarde, dejó escrito Gil de Biedma. Ahora no, ya lo saben desde el principio, desde antes de salir de casa y colgar la game. Quizá por eso no lo hagan y prefieran quedarse en sus madrigueras en lugar de hacer la revolución. Aunque eso llegará temprano o tarde, con el gobierno que toque, igual que la pandemia. Porque en esto no hay muchas diferencias. Pedro Sánchez ya puede colgarse la medalla de que ha generado millón y medio de pobres más, de los que no  salen en las fotos, de los que no suben al Falcon. Millón y medio de pobres, qué hartura, por favor.
Los pobres son la escarcha de enero, los cuchillos que se clavan en los costados de quienes gobiernan. Mis amigos de izquierda sostienen que la desigualdad ha crecido y no les falta razón. Pero proponen siempre las mismas medidas fracasadas una y otra vez. La cuestión no está en el reparto de la riqueza, sino en su generación. Porque si no generas, qué coño vas a repartir si no miseria. Al margen de que quien reparte, reparte, se queda con la mejor parte. La socialdemocracia se echó al diván tras la Segunda Guerra Mundial y funcionó porque había mucho que reconstruir. Ahora la vía se agota, porque como decía Margaret Thatcher, el socialismo es muy bello hasta que se acaba el dinero de los demás. Piketty habla de que estamos a las puertas de otra Revolución Francesa, en este caso fiscal. Que diga lo que quiera el francés, pero Scholz ya habla igual que un cancerbero de la CDU. El otro día era elefantiásico ver cómo la prensa amiga titulaba el encuentro de Sánchez y el alemán. Parecía que Carlos V iba a volver de Yuste. Sintonía, no, hombre. Si uno dice que hay que gastar y el otro que no. Aclárense, plumillas, y no escriban al dictado.
Los pobres son las hortensias muertas de enero, la luz apagada y oscura, el no sabe qué hacer al mediodía. Antes los viejos iban a las obras a perder el tiempo y ahora son los jóvenes quienes lo hacen, pero jugando al Fornite. No creéis, que os lo den todo hecho, no os levantéis del sofá, que ya irá papá o mamá a abrir la puerta. Han crecido entre algodones, los hemos criado como crisálidas y ahora para hacer la revolución no saben si dar al botón de star game. La vida se encargará, decía el padre de un amigo mío. Pero es que las estadísticas, frías como hendiduras, lo hacen cada día antes.
Que los jóvenes sigan pensando en el puesto de trabajo para toda la vida en el Estado como aspiración máxima es otra de las claves del fracaso de toda una generación de políticos. No han sido líderes, no han sabido motivar, no han ejercido la persuasión y seducción necesarias para estimular el talento. El impuesto es el triunfo del vago y así estamos, sin levantarnos del sillón y con la ómicron entre los huevos. Alguien despertará un día y caerá en la cuenta. Esperemos que no sea para entonces demasiado tarde. Los jóvenes se han empobrecido. El día que se enteren que tienen que pagar la juerga de los padres en deuda pública, entonces sí, armarán la Revolución Francesa. Mientras tanto, otro bonus track hasta acabar existencias de la nevera. O un tik tok de diez segundos para no pensar mucho y pasar el tiempo.

ARCHIVADO EN: Pedro Sánchez, Pandemia