La 'nueva' Semana Santa

Pablo Cortijo
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La Guerra Civil marcó un punto de inflexión en la Pasión conquense, que tuvo que reestructurarse después de tres años en el ostracismo

Cabecera de la Virgen de las Angustias a principios de los años 40. - Foto: Colección Vila

Esas iglesias devastadas y arruinadas, sin altares, sin imágenes y sin alhajas […]. Ahí están los hechos vivos de la Historia, para los que desean conocer la verdad.

Con estas palabras prologaba Sebastián Cirac Estopañán el segundo volumen de su Martirologio de Cuenca, primera investigación en profundidad que ahondaba en la realidad de la persecución religiosa en la provincia durante la Guerra Civil. Pero este artículo no lo vamos a dedicar a contar ese tipo de verdades, ya habrá tiempo.

Sobre los conquenses ha caído, como un jarro de agua fría, la noticia de suspender la Semana Santa de este año. Precisamente este… Si el anterior ya lo vimos ahogado por las lluvias, el tristemente famoso Covid-19 ha traído no solo fiebres, sino la necesidad de confinar a las imágenes procesionales, deseosas de ver el sol tras el fracaso del último abril. Y es que, hasta ahora, eso era lo único que entendía nuestra Pasión: suspender por fenómenos atmosférico. A Noe le vas a hablar de lluvias…

El Nazareno de Luisa RoldánEl Nazareno de Luisa Roldán - Foto: Colección Vila

Sin embargo, Cuenca vivió otra crisis y más prolongada. Para ser más exactos, tres años. Pocos habrá que la recuerden y muchos son los que han oído hablar de ella. El grupúsculo nazareno conquense sabe (o debería saber) que las tallas que hoy sacamos a la calle son la renovación de aquellas que ya existieron anteriormente y que, por imposición ideológica, fueron destruidas. Destruidas por exacerbados iconoclastas con nombre y apellidos. Que no se nos olvide. 

Una vez que estalló la Guerra Civil, Cuenca, como cada una de las ciudades españolas, se vio afectada por la transformación de aquellos edificios públicos que estratégicamente pudieran ser útiles en la retaguardia. Sin lugar a dudas, la nueva utilidad que se les dio cambió por completo la vida social y política. Fueron tres años de guerra en los que ocupaciones, bombardeos, luchas... decidieron el sino de la ciudad. Antiguos edificios religiosos sirvieron de cárceles, otros de cocheras o cuadras. Una transformación total, casi como un paréntesis, en la milenaria historia de esta capital.

La primera procesión. Ahora bien, si en las postrimerías de los años treinta se profanaron tantas iglesias como había en Cuenca, para acabar con toda manifestación religiosa; la renovación de la siguiente década supuso el devolver el color y el sonido de las procesiones a nuestra ciudad. Fue en la Semana Santa de 1940 cuando volvieron a sonar las horquillas, precisamente con el Jesús Nazareno, de Luisa Roldán, La Roldana. Otros, sin embargo, coinciden con la rápida organización de la fiesta tras el último parte de guerra. 

Cartel de Semana Santa del año 1933Cartel de Semana Santa del año 1933 - Foto: Pablo Cortijo

No obstante, cada vez está más demostrado que fue al año siguiente de la finalización de la contienda bélica, principalmente por razones de días: Cuenca fue ocupada por las tropas nacionales el 29 de marzo y la guerra acabó el 1 de abril. Ese año, la Semana Santa cayó entre el 2 y el 9 de abril (Domingo de Ramos y Domingo de Resurrección, respectivamente), siendo el 5 (Miércoles Santo) primer día de procesiones en la capital. Aparte de esta razón, habría que tener en cuenta la gestión logística del trasporte de la Sagrada Imagen, la cual debería hacerse en camiones que, por esas fechas, aún estaban en posesión del Ejército.

Por tanto, el Nazareno de Luisa Roldán desfiló en Cuenca el Miércoles Santo de 1940. Favoreciendo así el esplendor procesional de la ciudad con la incorporación de esta devotísima, aunque mutilada, imagen en los cortejos de ese año. Al finalizar la Semana Santa, se llevó a Madrid para su total restauración en el taller de Federico Coullaut-Valera. Viendo cómo quedó la imagen después de los ataques, deducimos que la intervención para recuperarla tuvo que ser muy exhaustiva. Por tanto, el aspecto que presenta en la actualidad es diferente al original. 

Desde la primera Junta de Cofradías, en su afán de querer recuperar lo antes posible la Semana Santa de Cuenca, mandaron un escrito al Ayuntamiento pidiendo colaboración y ayuda económica para facilitar las nuevas procesiones, consideradas, dentro del territorio español, de tener «nombradía y lugar preeminente». También reconocieron que las primitivas imágenes no tenían un «excepcional valor artístico», o fueran tradicionalmente consideradas como milagrosas, ni que la riqueza de sus ornamentos fuese grande. Simplemente, la esencia de esas procesiones, «dentro de su pobreza, producía por su fervor, recogimiento, silencio y una imborrable impresión». Asumieron que «todas ellas eran pobres, viviendo de pequeñísimas cuotas que apenas alcanzan a satisfacer los gastos del culto a sus titulares y la cera para las procesiones». En esa carta marcaron unos puntos para agilizar y favorecer la pronta restructuración de la Semana Santa.

Cartel de Semana Santa del año 1935Cartel de Semana Santa del año 1935 - Foto: Pablo Cortijo

La Comisión de Hacienda, como máxima responsable a tales peticiones, se comprometió a encargar las nuevas tallas a imagineros de renombre, con la intención de fomentar el arte y el sentimiento religioso. Como vemos, la importancia de la Semana Santa conquense hizo que desde todas las instituciones se colaborase para su resurgimiento. El Ayuntamiento o la Diputación fueron los principales contribuyentes con esta causa.

También las hermandades (en un primer momento encontramos la petición de San Juan Evangelista, Jesús Nazareno del Salvador y Ecce-Homo de San Miguel) se preocuparon por pedir subvenciones «para remediar las deficiencias para el desfile procesional de Semana Santa, para mayor esplendor de los mismos y mayor confirmación de sentimientos religiosos». El Ayuntamiento se mantuvo fiel elaborando folletos de propaganda, donando 4.000 pesetas e, incluso, comprometiéndose a designar un responsable para encargar las tallas, junto a la comisión eclesiástica y las hermandades. Y, más importante todavía, concedió 50.000 pesetas para cada Semana Santa hasta su total reconstrucción, «figurando en el presupuesto municipal una consignación para Marco Pérez a cambio de realizar y entregar una obra de arte, y que esta sea un paso».

Pasos en firme. El 25 de febrero de 1941 se firmó el expediente en el que la Junta de Cofradías «informada por el Ministerio correspondiente», fue autorizada para la subvención de dos imágenes tituladas Jesús ante Anás y Jesús Nazareno (del Puente), con el fin de que ese año saliesen en procesión el mayor número de pasos en Semana Santa. Jesús ante Anás fue encargado a Coullaut-Valera y Jesús Nazareno, a José Capuz, «sin haber proyecto definitivo, pero, desde luego, para la Semana Santa de 1942». Para la Hermandad de Jesús del Puente hubo una primera imagen, de Tomás Marqués Amat, que no acabó de encajar entre los gustos de la cofradía y decidieron realizar un nuevo encargo a José Capuz.

El transcurso de los años y el mencionado subsidio que recibía Marco Pérez hicieron que se sucedieran los encargos, como es el año 1942, en el que recibió los de la Hermandad de Nuestra Señora de las Angustias, «haciendo ver que la subvención referida de 10.000 pesetas no cubría su trabajo, y se incremente esta cantidad en 15.000 pesetas». Y el del Cristo de los Espejos (y más adelante, en diciembre de 1943, la construcción de las andas para este paso), «que tradicionalmente solemnizaba el desfile de las 11 del Viernes Santo, debiendo ofrecer una imagen de gran valor artístico, con una Cruz con espejos, según se ha venerado a lo largo del tiempo». 

De 1940 encontramos correspondencia con Marco Pérez en la que se libraron las 3.500 pesetas restantes de la obra Jesús atado a la Columna. Y de 1941, un nuevo encargo al mismo escultor para la elaboración de un Cristo Yacente, la imagen debía ser «de tamaño natural, tallada en madera de pino rojo del norte, perfectamente seco y limpio, y policromada». La Diputación pagó a Marco Pérez la cantidad de 15.000 pesetas, y 7.500 por adelantado.

Entre los años 1942 y 1943 encontramos dos nuevos encargos: el primero, por el señor Brihuega, como delegado de la Hermandad de Excautivos, en la que solicitó, mediante el compromiso del Ayuntamiento con Marco Pérez para la elaboración de tallas procesionales, «la obra escultórica de El Prendimiento de Jesús con destino a ser la titular de la Cofradía de Excautivos por Dios y por España, una más de las que han de enriquecer nuestros desfiles procesionales de la Semana de Pasión». Y al año siguiente, fue la Hermandad de Excombatientes de San Pedro Apóstol la que pidió la cantidad de 4.000 pesetas «para la adquisición de una imagen con la que desfilará en las procesiones de Semana Santa». Fue Jesús Moya López, como secretario de la corporación religiosa, el que solicitó la ayuda. Cabe mencionar que la primera talla que recibió la hermandad, obra de Leonardo Martínez Bueno, no acabó de convencer en el seno de la misma y decidieron realizar un nuevo encargo a Marco Pérez, quien entregaría la definitiva y actual que procesiona hoy.

Más encargos. A finales de 1944 y comienzo de 1945, otras dos nuevas contribuciones para la Semana Santa. En enero encontramos las primeras negociaciones para la talla del paso de El Descendimiento, encargado a Luis Marco Pérez. El Ayuntamiento acordó librar 25.000 pesetas para la terminación del paso, y en marzo de 1945 se pagó «la cantidad de 15.000 pesetas, importe de la consignación figurada en el presupuesto». En febrero,  la Archicofradía de Paz y Caridad, en la que encarecidamente pidieron ayuda económica para la construcción de unas andas y una cruz para la imagen del Santísimo Cristo de las Misericordias (obra, también, de Marco Pérez), ya que con la cuota de las hermandades resultó imposible costear dicha urgencia. La Comisión accedió ante las peticiones pagando 1.350 pesetas por las andas, pero acordó «no acceder durante el presente año a más subvenciones con fines de Semana Santa».

En los años anteriores vimos que la Junta de Cofradías organizó diversos espectáculos para poder contribuir, junto a las ayudas del Ayuntamiento, a la reconstrucción de las procesiones. De esta forma, en 1944 se alquilaron sillas, colocadas en la Plaza de Cánovas (ahora renombrada Plaza de la Constitución), para las procesiones, a precio de dos pesetas. El 26 de octubre de 1945, Carlos Albendea solicitó a la Diputación una ayuda económica para satisfacer el pago del Cristo de la Agonía, «continuando en la constante y eficacísima colaboración que, al resurgimiento de las tradicionales procesiones, viene prestando la cantidad de 10.000 pesetas, para seguir subvencionando la reconstrucción de la Semana Santa conquense». Y en 1946, de nuevo Carlos Albendea, mandó una petición de 5.000 pesetas, como venía haciendo con todas las hermandades, para el pago del paso de Jesús con la Caña, «que figura en la procesión del Jueves Santo y que tiene su cofradía canónicamente establecida en San Antón». La diferencia hasta 13.000 pesetas, por la que lo talló Federico Coullaut-Valera, «la satisfará esta Junta». La Diputación aceptó la propuesta y libró el presupuesto estimado.

La intención de la Hermandad de La Exaltación destaca «por su elevado costo debido al número de figuras». En la sesión celebrada el 22 de agosto de 1949, se acordó librar la cantidad de 20.000 pesetas «para que dicha subvención, en parte, satisfaga al laureado escultor, cantidad para la construcción del paso de La Exaltación». El paso llegó a Cuenca el 18 de enero de 1951, cuyo coste total fue de 75.000 pesetas.