Gobierno, no es oro todo lo que reluce

Pilar Cernuda
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Las tensiones internas en el Ejecutivo por la gestión que Sánchez está consensuando con sus socios de Podemos en la crisis del coronavirus manifiestan una división que se agrava ante el protagonismo de los ministros de Iglesias

Gobierno, no es oro todo lo que reluce

No pierden las formas en público, pero en el Gobierno las tensiones están a flor de piel y, en ocasiones, en las reuniones se escuchan voces con un tono más alto del que aconsejan las buenas maneras. Ni hay equipo, ni las relaciones personales son impecables, ni la totalidad de los ministros están convencidos de que las leyes y normas que se acaban aprobando tras largas discusiones, son las adecuadas para el país. No es oro todo lo que reluce. Ni de lejos. 

Desde el principio ha habido desconfianza manifiesta entre los ministros de Podemos y los elegidos por Sánchez, al igual que también ha habido recelo entre los ministros aportados por Sánchez y su jefe de gabinete Iván Redondo. Para desconcierto de los seleccionados por el presidente, en la mayoría de las ocasiones Pedro Sánchez se ha mostrado más cercano a las tesis que defendían Pablo Iglesias y Yolanda Díaz, ministra de Trabajo que ha destacado entre el resto del equipo podemita; y también ha defendido a capa y espada a su jefe de gabinete, a quien siempre ha considerado un estratega fundamental para que se convirtiera en presidente.

La estrella de Redondo perdió parte de su brillo antes de que apareciera la COVID-19. Se le responsabilizó de haber equivocado la estrategia de la campaña de Sánchez para las elecciones de noviembre, en las que el PSOE obtuvo un resultado peor del que había previsto y le obligó a un pacto casi inmediato con Podemos para mantener el Gobierno, lo que provocó que, desde el principio, el líder socialista estuviera contaminado por un acuerdo que le hizo aparecer como un presidente al que no importaba mentir y engañar a sus votantes. 

Ya iniciado el curso, Carmen Calvo siguió manteniendo unas relaciones distantes con Redondo como en el primer mandato, pero el jefe de gabinete encontró, en cambio, un aliado en Pablo Iglesias, lo que incidió en desbarajustar aún más un Ejecutivo en el que dos ministras muy sólidas, Calviño y Robles, se encontraban claramente desubicadas sin querer entrar en luchas intestinas.

 Se dedicaron en cuerpo y alma a ejercer su función, aunque Calviño demostró su disconformidad con algunas de las medidas económicas que se barajaban y trató de defender las que consideraba más adecuadas para sobrellevar la gravísima crisis económica que se iba a producir. Fue inútil, y si no hizo efectiva la dimisión que había planteado fue porque era indispensable para negociar en la UE. 

Perfil discreto

Robles, por su parte, se volcó en ejercer de ministra de Defensa, y puso a disposición de la lucha contra el coronavirus todos los efectivos del Ejército, tanto humanos como de material. Un esfuerzo que permitió potenciar la imagen del Ejército entre las gentes de la izquierda. Lo ha hecho nuevamente Pablo Iglesias en esta crisis, cuando hizo un nuevo alegato contra la monarquía y dijo que quería un jefe de Estado que no vistiera uniforme militar. Margarita Robles ni le contestó, pero su empeño en aparecer en todos y cada uno de los actos en los que ha habido miembros del ejército colaborando la lucha contra la pandemia, así como en los actos militares presididos por el Rey, ponía de manifiesto su desacuerdo con el vicepresidente segundo. 

Algún ministro, de los pocos que se confiesan en privado, apunta que entre las figuras que no se sienten cómodas por el exceso de tensiones se encuentra José Luis Ábalos, secretario de Organización del PSOE, ministro de Transportes. Mantiene discrepancias con Iglesias y ha optado por mantener un perfil discreto en esta etapa tan complicada.

Le ocurrió a Iván Redondo, que cuando el Gobierno finalmente decidió tomar medidas contra el coronavirus, tras no hacer caso a los avisos y recomendaciones de la OMS y de la UE para que actuaran en consecuencia, fue al que encargó Sánchez que coordinara a los diferentes ministerios que debían participar más activamente, así como en todo lo relacionado con la comunicación.

Cuando hubo que crear una comisión de desescalada para actuar cuando se llegara al pico de la pandemia se anunció que Redondo presidiría esa comisión. Duró poco. Unos días más tarde, en una de las muchas comparecencias informativas diarias, a las que había que sumar las exhaustivas y reiterativas del presidente todos los sábados, se informaba que sería la vicepresidente y ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, la que presidiría la comisión. Desde su entorno se explicaba que Redondo había elaborado un informe de apenas unos folios, con obviedades, mientras que Ribera estaba decidida a presentar al Consejo de Ministros un programa muy detallado de los pasos que se debían ir dando de forma gradual, tras consultar con expertos de todos los sectores sociales y teniendo en cuenta las consecuencias económicas de la desescalada, en la que no se debían cometer errores.

Sin embargo, el trabajo de Ribera no tuvo el éxito que buscaba. El pasado martes lo presentó en la reunión del Consejo, y se anunció que el propio Sánchez anunciaría la desescalada al mediodía. 

El informe de Ribera no había convencido a sus compañeros, sobre todo a Calviño, que consideraba que las medidas agravaban la ya grave crisis económica y, además, elevaría a cifras inimaginables el desempleo. Se inició una ronda de sugerencias, descalificaciones y críticas que se prolongaron durante cuatro horas y, finalmente, se plasmaron nuevas medidas que anunció Pedro Sánchez cuando pudo llegarse a un mínimo acuerdo. Avanzó también los cambios en el comité de desescalada: él mismo lo presidiría, con Iván Redondo de coordinador, y con la incorporación de Yolanda Díaz; de esa manera se contentaba a Iglesias, que se había quejado de que no había ningún miembro de Podemos en la comisión anterior. No aparecía el nombre de Teresa Ribera.

Complicaciones

Todo ello, en un escenario político más complicado cada día que pasa: la semana que viene tiene que aprobarse  la prórroga del estado de alarma y no es seguro que se alcancen los votos necesarios. Segundo, juristas destacados consideran que las normas no se atienen a la ley y a la Constitución porque afectan a los derechos y libertades de los ciudadanos. Tercero, desde Aragón llegan unas duras declaraciones del presidente socialista Javier Lambán: «Salvar vidas está muy delante de salvar políticamente a Pedro Sánchez».