Una mirada al crepúsculo de los Bulls de Jordan

SPC - Agencias
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Los incondicionales de la leyenda del baloncesto pueden ver en Netflix 'The Last Dance', que se centra en la temporada 1997-98 del equipo de la 'ciudad del viento'

The Last Dance arranca con la silueta de un hombre sentado mirando al horizonte en medio de una gran mansión. En los primeros episodios de la producción, ese hombre echa la vista atrás a su legado, consciente de que no hay cima en el baloncesto sin su nombre. Es Michael Jordan, una leyenda del deporte de la canasta.

Un documental que es una mirada nostálgica al crepúsculo de sus históricos Chicago Bulls y que Netflix acaba de estrenar para sus abonados.

Un rótulo recuerda al comienzo de la obra que la franquicia de «la ciudad del viento» venía de ganar cinco títulos en los últimos siete años y que el futuro de la dinastía corría un serio peligro en su objetivo de ganar tres campeonatos seguidos (1991, 1992, 1993, 1996, 1997) por segunda vez, debido, especialmente, a la tirantez entre Jerry Krause (gerente general del club), que reclamaba mayor reconocimiento a sus acciones, y Phil Jackson, entrenador del equipo.

Y ahí radica el origen de muchas de las tensiones y las incertidumbres que pesaban sobre los hombros de Jordan y compañía durante ese «último baile», tal y como calificó la temporada el propio Jackson, sabedor de que el cuento de hadas llegaría a su fin en junio de 1997 independientemente del resultado. Ya se lo había avisado Krause: «Aunque acabéis con 82-0, no seguirás en el equipo».

Jordan era el primero que no soportaba al orondo Krause (fallecido en 2017) y no perdía ocasión de ridiculizarlo: «¿Son esas las pastillas que tomas para mantenerte tan bajito? ¿O son las de la dieta?», le espeta durante el primer entrenamiento de la pretemporada. Ya en París, antes de comenzar el torneo McDonald’s, le pregunta: «¿Vienes a echar unos tiros? Vamos a tener que bajar la canasta».

La estrella no podía entender cómo desde la franquicia se pretendía destruir un conjunto ganador y comenzar una reconstrucción que dejaría más incógnitas que certezas. «Los Cubs (el equipo de béisbol de Chicago) llevan reconstruyéndose 42 años», pronunció con su característica sorna tras ganar el quinto anillo.

Jackson, convencido por Jerry Reinsdorf, propietario de los Bulls, firmó un año más. Y Jordan desde el principio había ligado su futuro al del técnico, así que todo el mundo daba por hecha su segunda retirada tras la del verano de 1993. Ya no había marcha atrás.

Pippen, descontento

Además, otros problemas afloraban: la desconfianza de Scottie Pippen hacia la directiva tras años de estar pagado muy por debajo de lo que merecía y la locura de Dennis Rodman, cada vez más insostenible e incontrolable: «¡Me sorprendió el simple hecho de que preguntaran si querría unirme a ellos!», indicó el exjugador de los Bad Boys, los durísimos Detroit Pistons que fueron verdugos de los Bulls durante años.

Bajo ese contexto se inicia una travesía lineal por la temporada mientras se repasa la trayectoria de Michael Jordan hasta llegar ahí, partiendo desde sus años universitarios bajo la lupa de Dean Smith en la Universidad de Carolina del Norte y con momentos impagables como cuando su madre, Dolores, lee una carta de su hijo pidiendo perdón por lo que gasta al teléfono.

Además, la serie también revela el impacto inmediato que tuvo como novato en unos Bulls mediocres que, antes de su llegada, eran el patito feo de la ciudad en cuanto a franquicias deportivas.

En ese viaje, el documental se detiene con calma en la grave lesión de Jordan durante la temporada 1985-86, su frustración ante la imposibilidad de alcanzar las Finales hasta 1991, su creciente obsesión con el mundo de las apuestas y su temor a hablar de política con su famosa frase: «los republicanos también venden zapatillas».

Puede que The Last Dance no sea extraordinariamente revelador para los más aficionados, pero ofrece material espectacular, inédito en muchos casos (con acceso exclusivo al equipo en esa última temporada de ensueño) y trufado de declaraciones jugosas por parte de los implicados y de personalidades como el expresidente de Estados Unidos, Barack Obama, seguidor de los Bulls.

Pero lo más destacado es el contenido de la charla con Michael Jordan, que sirve como claro retrato de su personalidad: carismático, competitivo, exigente hasta bordear con lo tiránico, arrogante, un prodigio de la naturaleza indiscutible a la par que insondable.