Amelia Valcárcel, la voz incómoda

C. S. Jara
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Considerada uno de los grandes referencias del feminismo en España, la filósofa madrileña ha asumido un papel valiente, también con los asuntos que resultan más sensibles en el seno del movimiento feminista

Amelia Valcárcel, la voz incómoda - Foto: Javier Pozo

Es un referente, quizá el mayor, del feminismo en España. Los últimos 30 años se habrían escrito de una forma diferente si Amelia Valcárcel (Madrid, 1950) no hubiera decidido dedicarse a la filosofía y al feminismo, en el que ha sido una de sus principales arquitectas, en una época en la que el trabajo era más acallado y, por añadidura, aún más arduo e ingrato. Reconocida intelectual, a Valcárcel no le ha importado asumir el papel de la voz incómoda que advertía de las desigualdades, las injusticias hacia la mujer y la lejanía de las metas que aún están por alcanzar para llegar a la igualdad. Incómoda porque la verdad también lo es.

Su defensa de la igualdad y su contribución a hacer del feminismo una teoría política le ha valido el reconocimiento en su ámbito, al que se añade ahora el de la Junta de Comunidades, con el Premio  Internacional a la Igualdad de Género ‘Luisa de Medrano’, que recibió ayer con motivo del Día Internacional de las Mujeres. 

Valcárcel es, sin duda, una de las mujeres más conocidas y reconocidas en este ámbito. Doctorada en Filosofía, atesora una prolongada trayectoria como investigadora, además de su dedicación a la  docencia, en la que ha pasado por varias universidades, hasta llegar en la actualidad a la UNED, donde es catedrática de Filosofía Moral y Política en la UNED. En marzo de 2016 fue nombrada doctora Honoris Causa por la Universitat de Valencia. Ha participado en más de medio centenar de libros, más de cien artículos y es autora también de más una decena de libros. 

Su sólida posición intelectual le han valido convertirse en la segunda mujer en incorporarse al Consejo de Estado, a ser miembro del consejo asesor de la Fundación Carolina dirigida a la cooperación al desarrollo, vicepresidenta del Real Patronato del Museo del Prado o vocal del Real Patronato de la Biblioteca Nacional, ámbitos, como casi todos, en los que la incorporación de la mujer se ha producido por goteo. 

Su faceta como divulgadora, a través de conferencias y de la participación en foros y mesas redondas, ha contribuido a agrandar su figura referencial y valiente en el feminismo, en ocasiones con discursos considerados demasiado incómodos. «Hay que ser muy amiga de la verdad», defendía en una entrevista: «A veces las situaciones exigen demasiado, y no hay que ceder porque solo vivimos una vez». 

En tiempos en los que el lenguaje se usa cada día más edulcorado, a Amelia Valcárcel no le duelen prendas en llamar a las cosas por su nombre, también cuando interviene en torno a algunos de los pocos asuntos que enfrentan al movimiento feminista. Los vientres de alquiler, o gestación subrogada, según el nivel de rechazo o defensa de esta posición, son uno de esos puntos calientes. Valcárcel lo tiene claro y lo expresa sin adornos: «La gestación subrogada es un eufemismo. Se trata del alquiler de personas para que te den criaturas».

La prostitución, considerada el caballo de Troya introducido dentro del feminismo, las cuotas o la actitud de las religiones hacia la mujer son otros de esos asuntos considerados sensibles en los que la filósofa ha intervenido, siempre con voz propia. Esa forma clara de hablar que a menudo pueda resultar incómoda.