Servir y proteger

Leo Cortijo
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Aitor Narbón, que estudia para acceder a la Guardia Civil, encarna como pocos una gran vocación de servicio a la ciudadanía, algo que demuestra día a día en Protección Civil.

Servir y proteger - Foto: Reyes Martí­nez

Aitor lo lleva en la sangre. Lo de servir y proteger a la ciudadanía es su leitmotiv existencial. Ahora en Protección Civil y el día de mañana, con mucho esfuerzo y horas de estudio, en la Guardia Civil. Para ello se prepara este joven de férreas y consistentes ideas. Y con ello sueña pretendiendo que más pronto que tarde el honor sea su divisa. Lo tuvo claro desde que de niño le llamaran la atención los «coches verdes» de la Benemérita. Cómo sería aquello, que tomó la Primera Comunión vestido de guardia civil... Uno se pregunta a menudo si ha nacido para algo o se ha hecho a ello. Aitor no alberga dudas en ese sentido. Lo deja claro en todas y cada una de las palabras que salen de su boca. ¡Si hasta se le nota en los andares!

Ser voluntario de Protección Civil supone mucho más de lo que la gente puede pensar en un principio. De hecho, la pandemia ha evidenciado la encomiable, titánica y sobresaliente labor que este cuerpo presta por la simple satisfacción de «ayudar a la ciudadanía». Aitor destaca que desde marzo ha cambiado en cierta forma la percepción que se tiene de ellos. «Ahora nos ven de otra manera y nos sentimos muy respaldados», explica. Desde ese momento, hace hincapie en que han sido «innumerables» las muestras de gratitud que han recibido. Una de las más especiales –recuerda–, la de un niño que le dijo que era su «héroe de naranja». Hasta les hizo un dibujo que ahora adorna el despacho de la unidad.

La palabra voluntario lleva implícita una carga moral importantísima. Hay que tener muy claro para qué se está y por qué se está. Las ganas de trabajar por hacer de Cuenca una ciudad mejor no tiene precio. Y si el guión más disparatado exige redoblar esfuerzos porque hay una pandemia mundial o por el azote del temporal de nieve más duro de las últimas décadas, hay que estar ahí. En primera línea. Sin remilgos ni dudas. Expuestos a todo, como al contagio, por ejemplo. Algo que a Aitor «ni siquiera» se le pasa por la cabeza.

Protección Civil está disponible para lo que sea. Su servicio es «multisectorial». Desde una intervención urgente utilizando primeros auxilios hasta el control de las medidas sanitarias, pasando por el apoyo a los bomberos en un incendio o a la Policía Local en un accidente de tráfico. Ejemplos hay muchos y no es difícil verlos tiñendo de naranja el mapa urbano de la ciudad en más de una ocasión.

Con la dichosa Filomena, que castigó con nieves y fríos heladores todo el territorio, vivieron días muy complicados. Tanto como en la etapa más dura del confinamiento, cuando había jornadas maratonianas de hasta 16 horas y de lunes a domingo, explica Aitor. Y así, por ejemplo, en aquellos barrios de la ciudad en los que el acceso a vehículos es complicado, como San Antón o Los Tiradores, se encargaron manualmente de esparcir sal para posibilitar la movilidad de los vecinos.

Con esa vocación de servicio y con el fin último de resultar útil a los demás, Aitor encara cada jornada de voluntariado con decisión y mando. La misma que de aquí a un tiempo necesitará cuando en lugar del naranja vista el verde. Ese mismo que ya vistió su bisabuelo, el único antecedente familiar en la Guardia Civil. Y será entonces, como ahora, cuando se desviva por hacer un poquito mejor la vida de los demás. Eso es servir y proteger. Y eso es lo que encarna Aitor desde el día que nació.