"Ha sido un año muy duro, terrible, pero no dramático"

I.M.
-

María Ángeles Briones es la directora de la residencia Sagrado Corazón de Jesús, de la Diputación de Cuenca, en la que hay 130 residentes procedentes de toda la provincia.

María Ángeles Briones. - Foto: Reyes Marínez

El pasado 2020 ha sido en palabras de la directora de la Residencia Sagrado Corazón de Jesús, María Ángeles Briones, el año más duro que se recuerda en la Residencia Provincial tanto para los profesionales que allí trabajan como para los propios residentes por las restricciones y otros cambios en su rutina diaria a los que tuvieron y tienen que hacer frente. Ya tienen puestas las dos dosis de la vacuna y el centro ya tiene la calificación de centro libre de coronavritus, pero de momento esta residencia, señala Briones, es un búnker con los servicios centrales cerrados y desde octubre sin visitas.

El pasado año ha sido terrible para la residencia de mayores que usted dirige así como para el resto.  ¿Cómo fue en su caso? 

Recuerdo que cuando llegó la primera ola nos pilló, como a todas, de sorpresa, aunque, en seguida, la Diputación contrató a muchos refuerzos de personal y pudimos reorganizarnos. Aún así, tuvimos muchas bajas de trabajadores principalmente, y de residentes, también, pero fueron muchos menos. Yo siempre digo que lo hemos pasado mal, que ha sido muy duro, pero para nosotros en comparación a lo que ha pasado en otras residencias, n o ha sido dramático.

Recuerdo que allá por los meses de marzo o de abril, me quedé en su habitación con una señora que estaba viendo la televisión y recuerdo que le pregunte sobre qué pensaba de las noticias, que entonces eran demoledoras con cantidad de fallecimientos y de tragedias, y su contestación fue que esos no éramos nosotros, que a nosotros no nos pasaba eso.

¿Cuántos muertos han tenido que lamentar por la pandemia?

En la residencia muy poquitos. A finales del 2020 los fallecidos en este centro eran los mismos que a finales del 2019. En aquel año todavía no había Covid.

¿Ha cambiado mucho la vida de los residentes?

La de los residentes y la nuestra también. Los residentes han pasado de compartir la vida en grandes espacios a hacer la vida en plantas burbujas con convivencia en pequeños grupos de entre ocho y 10 personas como máximo, a comer en su habitación o en pequeños comedores, a tener que llevar mascarillas y a guardar distancias. Y todo ello sin visitas. Sin visitas estuvimos desde el inicio hasta el verano cuando pudimos abrir un par de meses para volver luego a cerrar con la segunda ola y un primer caso de positivo.

¿Desde cuándo, entonces, no hay visitas?

Desde octubre estamos cerrados de nuevo a las visitas y de momento no hay ninguna instrucción nueva que las permitan y eso que tenemos la vacuna puesta.

¿Cómo llevan este no contacto con el exterior? ¿Se ha tomado alguna medida alternativa?

Hay que tener en cuenta que residentes son 130 y han llegado hasta aquí procedentes de toda la provincia por lo que desde un primer momento consideramos que era fundamental mantener el contacto con las familias por dos motivos. En primer lugar porque los propios residentes lo necesitan y en segundo lugar por tranquilidad de los familiares, por darles confianza. De hecho, abrimos toda una serie de medios de comunicación que antes no se usaban y pasamos del contacto presencial, al telefónico, a las vídeo llamadas, al facebook y a los whatsApp.

Hay un equipo que se dedica, por ejemplo, a hacer video llamadas y de forma repartida para que todo el mundo, al menos, una vez a la semana tengan una con su familiar. Luego están los mensajes con comunicaciones, al menos, un par de veces a la semana o más en el supuesto de que haya una incidencia.

A pesar de que al final uno se acaba acostumbrado, hoy por hoy, todavía ves algunas cosas que te emociona, pero la mayoría son saludos. Aquí uno puede entrar a partir de una edad, pero los que entran generalmente son personas muy mayores, con un nivel de dependencia alto y en muchos casos, además, con deterioro cognitivo.

Ustedes están con las dos dosis de vacuna puestas. ¿Cuándo fue la primera y la segunda vez?

La primera vacuna nos la trajo ‘Filomena’ el 8 de enero. Pusimos un puesto de vacunación en la planta baja, primero se vacunaron a los residentes que se fueron trasladando escalonadamente y luego a los trabajadores, primero a los que estábamos de turno y luego los que estaban de libranza. A pesar del nevazo o de que nos tuvimos que organizar supe rápido, se pusieron unas 220 vacunas en menos de tres horas. En la segunda, en la de hace unas semanas, hicimos lo mismo que la primera vez.

¿Cómo se vivieron esas jornadas entre los residentes? ¿Se les ve más tranquilos?

Con muchísima ilusión. Estaban muy contentos con la primera y con la segunda más contentos todavía, muy esperanzados. Algunos iban tan arreglados la segunda vez que le llamamos la fiesta de la vacuna. Recuerdo que a una señora le comenté que iba muy guapa y su respuesta fue por sí salimos en la tele. Una vez vacunados se les ve más tranquilos a los residentes, pero más de uno no es consciente de lo que pasa. Echan más de menos salir a la calle que el que exista otro tipo de movimiento o que la gente no venga a verlos. Recuerdo que cuando bajaba a la vacuna un señor se me acercó y me preguntó a dónde íbamos. Le contesté que a vacunar y él me preguntó de qué. Le dije que de coronavirus y sólo me contestó que algo había oído, sin más.

¿Ya son centro libre de Covid?

Sí. Ya somos centro libre de Covid.

¿Esto ha traído algún cambio o todo sigue igual?

Seguimos siendo un centro búnker. Todo sigue igual porque no tenemos comunicación nueva alguna para funcionar de otra manera en las residencias. Se puede decir que estamos a la espera. Esperamos que dentro de poco, como ya estamos vacunados, la situación en las residencia es mejor y parece que en el exterior también, volvamos a tener visitas. Se mueren de pena.