Pequeñas grandes cosas

Leo Cortijo
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Hace siete años, Juan Carlos Evangelio comenzó a dar forma a una increíble maqueta del Casco Antiguo. El resultado son más de 300 metros cuadrados de obra de arte.

Pequeñas grandes cosas - Foto: Reyes Martí­nez

Le cogemos con las manos en la masa. O, mejor dicho, en el cartón. Juan Carlos ultima los detalles de la bajada de San Miguel, una parte fundamental dentro del catedralicio trabajo que durante los últimos siete años se ha encargado de cincelar. Sus manos han dado forma a una auténtica obra de arte. Una maqueta que impresiona de principio a fin y que reproduce con fiel exactitud cada palmo del Casco Antiguo de Cuenca. Más de 300 metros cuadrados de recreación prácticamente finalizada a falta de un proceso clave, como es el montaje de la misma en una pieza única. Algo que, explica el artista, le puede llevar perfectamente otros dos años más.

La maqueta se encuentra ahora separada por módulos y lo complejo a partir de este momento será jugar con las perspectivas y las dimensiones para darle todavía más realismo al conjunto escultórico. Para que se hagan una idea, la maqueta arranca a 20 centímetros del suelo y crece hasta alcanzar casi los dos metros y medio en su parte más alta, el barrio del Castillo, que incluso toca el techo del garaje en el que se encuentra. «Lo más fácil es hacer las casas porque se hacen casi de manera mecánica, pero ahora hay que montarlo todo», explica.

Poquito a poco, a base de detalles que a simple vista podrían parecer insignificantes, Juan Carlos ha construido una obra formidable. Tanto como para inscribir su nombre en el libro Guinness de los récords. Sostiene que la suya es la maqueta de cartón de una ciudad patrimonio de la humanidad de mayores dimensiones en toda Europa.

Un proyecto que arrancó como muchos que terminan con éxito, como el que no quiere la cosa. Empezó en su casa, recreando la calle de la Moneda, una de las más singulares de la zona vieja de la ciudad. A partir de ahí, siguió y siguió hasta casi no encontrar fin. Al principio con tablillas de madera y después con cartón, mucho más limpio a la hora de dar forma a fachadas, ventanas, barandillas, escaleras, tejados y demás elementos urbanos. Un creador en forma de arquitecto a pequeña gran escala.

Juan Carlos dice que trabajar en la maqueta, en torno a unas dos horas diarias, le relaja. «Me pongo música y se me pasan las horas volando», dice. Eso sí, hay veces que la paciencia de la que adolece le lleva a salirse de sus casillas. Lo que más le fastidia es arreglar algo cuando se daña. «Hay momentos que le prendería fuego como si de una falla se tratase», señala entre risas. Pero no, en el fondo le compensa. Una de sus mayores satisfacciones, por ejemplo, son las caras de sorpresa de aquellos que la ven en persona, y es que «no es lo mismo que verla en fotos o en vídeos». La maqueta, que también ha estado expuesta en otros enclaves, puede disfrutarse en el Centro de Atención de Personas con Discapacidad Intelectual Grave ‘El Crisol’.

Una vez que ponga fin a esta colosal pieza, ¿seguirá matando el gusanillo con otras zonas de la ciudad? Juan Carlos, de nuevo con una sonrisa, afirma que algunos le han dicho que ahora reconstruya el camino hasta Palomera... Fuera de bromas, por su cabeza ha pasado incluso recrear algunos barrios con encanto como San Antón o Los Tiradores, que se prestarían a la perfección para ser trasladados a una maqueta. La clave está en que después de estos siete años de corajuda labor, le queden «ganas y fuerzas suficientes» para emprender de nuevo el camino. Él cree que no, pero al mismo tiempo reconoce que nunca se puede decir nunca. «Igual, si me aburro, me pongo con ello otra vez», dice. Tiempo al tiempo...