Conocer en la distancia corta a Dolores es descubrir a una persona con un talante especial. Bastan 15 minutos de conversación para entender que delante ti no solo está la nueva directora de la biblioteca Fermín Caballero. Ni mucho menos. Delante de ti hay una forma de estar y pensar realmente interesante. La frase –asumámosla como lección magistral– que mejor resume su sentir es la que utiliza para explicar su amor por el humanismo, y es que resulta vital «conocer el pasado para poder vivir plenamente el presente y encarar el futuro con conocimiento».
Enamorada de las letras, dudó hasta elegir qué carrera estudiar porque todas le gustaban. París y su predilección por el arte hicieron el resto. Licenciada en Geografía e Historia, con la especialidad de Historia del Arte, ejerce como funcionaria desde 1990, centrándose en el ámbito de la biblioteca. En la de Carcaixent (Valencia) es donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional antes de desembarcar en Cuenca. Una ciudad, por cierto, que ya ha empezado a conquistarle...
Valenciana de nacimiento, aunque con raíces albaceteñas, valora con entusiasmo la cultura y la belleza que se respira en cada rincón de esta patrimonial ciudad, empezando por el «referente» del Museo de Arte Abstracto. «Cuenca tiene elementos interesantes para cualquier profesional que quiera establecer alianzas culturales con el fin de crear proyectos que motiven y mejoren la calidad de vida de las personas, que es el fin último de aquellos que trabajamos en la función pública», explica Dolores, enormemente comprometida con su profesión.
Cuenca la conoció hace más de una década, mientras cursó el máster en Promoción de la Lectura y Literatura Infantil del CEPLI. Entonces no se podía ni imaginar que aquella ciudad, con el paso del tiempo, acabaría siendo su hogar. Y todo por la propuesta de una compañera que le animó a dar el paso, entendiéndolo como una «oportunidad» para culminar una dilatada carrera. En la toma de la decisión ayudó su proactiva personalidad y su humanista espíritu. «Me interesan los proyectos motivadores y los retos», asegura convencida al respecto, y es que «no soy una persona que se acomode en su zona de confort y espere sin más la jubilación». Es más, «los seres humanos estamos aquí para mejorar nuestro entorno, no para vivir cómodamente y esperar a que nos venga todo dado». Palabra de Dolores.
De hecho, reconoce que no es una bibliotecaria «al uso». Siempre le ha interesado «la dignificación» de la profesión. «Mucha gente cree que para ser bibliotecario no hay que saber nada», comenta, «solo que te guste leer y recomendar libros». No es así. Dolores rompe ese cliché. Y por eso, a lo largo de su vida, ha trabajado en apoyo de aquellos que reivindican y reconocen la labor de los que trabajan en una biblioteca, un archivo o un centro de documentación.
Es imposible no creer a pies juntillas el argumentario de Dolores. Básicamente, por la pasión con la que habla de su trabajo. Conoce a la perfección su hábitat natural, y por eso hay que valorar cuando dice que las bibliotecas «están en un proceso de revolución profunda, reinventándose a sí mismas». En plena era de la comunicación, el conocimiento está al alcance de cualquier ciudadano. A veces, basta con un solo clic. «Y eso es un proceso democratizador maravilloso», apunta. Sin embargo, añade, «la vorágine de información en internet es tan grande que precisa de intermediarios especialistas para ayudar a distinguir lo útil de lo no tan útil o, incluso, de lo pernicioso». Ahí es donde su función cobra una importancia capital.
Así es la nueva directora de la biblioteca Fermín Caballero. Nuestra directora. La de todos. La que asume el reto desde la «madurez» que ofrecen 30 años de experiencia. De parvis grandis acervus erit. Mucha suerte, Dolores.