«El 70% de las PCR positivas se dan en pacientes jóvenes»

Leo Cortijo
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El jefe de Urgencias del Hospital Virgen de la Luz, el neurólogo Félix González, se siente «muy orgulloso» por el titánico trabajo desempeñado por todos los profesionales sanitarios

Félix González, neurólogo y jefe de Urgencias del Hospital Virgen de la Luz - Foto: Reyes Martí­nez

A lo largo de la entrevista y en repetidas ocasiones, el doctor González utiliza un símil bélico para hacernos entender la «compleja» situación que llegó a vivirse durante la primera ola en el Hospital Virgen de la Luz y, más específicamente, en la unidad de Urgencias. Por el titánico trabajo desempeñado ante todo lo que han vivido (y siguen viviendo) estos profesionales sanitarios, se siente muy orgulloso. En esos momentos en los que sabían que el fuego cruzado podía acabar con sus vidas, como así ocurrió con algunos compañeros, no dieron ni un paso atrás. Combatieron al enemigo apoyados en una férrea vocación de servicio.

¿Cómo ha trabajado y cómo trabaja la unidad de Urgencias desde el estallido de la crisis sanitaria?

Habría que diferenciar dos escenarios completamente diferentes. La primera ola fue una situación de alta complejidad porque teníamos que adaptarnos, cada dos o tres días, a algo nuevo. Además, con poca experiencia y la que nos venía de fuera, a veces, no era creíble. Ese ingente volumen de pacientes nos hizo ir cambiando cada dos días viendo que la situación empeoraba radicalmente con enfermos críticos y con una mortalidad elevada. Hasta el punto de que de 44 camas de urgencias, solo cuatro eran pacientes sin Covid. Recibimos una presión asistencial fuera de lo común. Llegamos a tratar pacientes dentro de las ambulancias. Empezamos a aprender sobre lo que se publicaba con más criterio, pero incluso las revistas más prestigiosas escenificaban una situación muy catastrófica, en la que no había un tratamiento eficaz para nada.

Ese escenario que dibuja me lleva a preguntarle si eso es lo más parecido a una guerra… ¿Fue un caos?

Yo no hablaría de caos, porque tengo la sensación de que este hospital se comportó como pocos, al menos, de los que tengo referencia. Llegamos a tener una organización interna bastante buena. Caos no, pero sensación de guerra en el sentido de pacientes, pacientes, pacientes… Era complicado determinar cuál era el que más necesitaba ayuda inmediata. Nosotros no tenemos lista de espera, nuestro triaje es dependiendo de la gravedad de cada paciente.

Gestionar eso tiene que ser muy complicado. Elegir quién…

Elegir no es la palabra; simplemente son unos protocolos que determinan cuál es la prioridad de cada paciente, quién debe ser priorizado antes porque su grado de insuficiencia respiratoria o de constantes está en una situación crítica. Pero esto no es nuevo para nosotros, lo que era nuevo es el contexto del grave problema que teníamos en las residencias con los ancianos, por ejemplo

¿Las urgencias aguantaron el envite o hubo algún momento en el que se vieron desbordadas por completo?

En ningún momento. Nadie de mi grupo humano y somos muchos los que trabajamos en urgencias... el cansancio era evidente, pero el optimismo más. Primaba la vocación, el sentido común. Cuando en Italia se empezaba a ver, tuve una reunión con todo el servicio de urgencias, más de cien personas, y ya entonces dije que íbamos a una catástrofe. Nos enfrentábamos y nos seguimos enfrentando a un nuevo organismo. Hemos pasado ya por algunas de estas epidemias no pandémicas, como el Ébola o la gripe A, por lo que no era del todo novedoso para nosotros, salvo por el volumen de pacientes. En esa situación, los días libres y los permisos se eliminaron, todo el mundo trabajó en bloque mañana, tarde y noche, nadie se retrató. Éramos la primera línea de infantería y ésta o toma la colina o la colina se pierde.

Eso es un ejercicio de voluntad tremendo... Estar dispuesto a dar tu vida por salvar la de los demás.

Estoy orgulloso de la gente que me rodea y de su vocación; de saber que estábamos en una situación desesperada tanto como que tenemos recogidos 1.550 casos de Covid en urgencias y eso implica un peso para el servicio espectacular. Llegó un momento que solo veíamos Covid. Era una situación difícil... nos poníamos un mono y unas gafas y a trabajar. Cayeron algunos compañeros... Era una situación de guerra, adaptarse a una situación completamente desconocida. De puertas para afuera había aplausos, pero de puertas para adentro hubo muchísimo trabajo.

¿Por qué hay que diferenciar entre la primera ola y la de ahora?

En mayo empezamos a disminuir el pico de incidencia y a ver ya otras patologías. Fuimos desescalando semana a semana. Tengo que darle una nota gigantesca a mi gerente porque en todo momento entendió las necesidades. Teníamos que tener un buen mecanismo de drenaje, por decirlo de alguna forma, para los pacientes ingresados, ya fueran a la UCI o a planta, y en eso Ángel Pérez Sola entendió perfectamente las necesidades del servicio de urgencias. Salió muy bien, se abrieron las consultas del policlínico y conseguimos un drenaje natural que necesitábamos porque estábamos con veintitantos pacientes diarios pendientes de ingreso. Fuimos de los hospitales que mejor lo supo resolver.

¿Cuánto se ha aprendido entre la primera ola y la segunda?

Esto ha venido a cambiar el mundo y la sanidad de forma definitoria, probablemente. Hemos aprendido aquellas cosas que no servían de nada y ya no las utilizamos. Hemos filtrado mucha información estos meses porque ya la tenemos de Europa.

Dice que esto cambiará la sanidad tal y como la entendíamos...

Sí, porque hasta ahora no habíamos tenido una pandemia de esta naturaleza. Si este mismo virus, y es una opinión personal, tuviese la agresividad del Ébola, no estaríamos hablando ahora. El coronavirus, como buen bicho, para su supervivencia necesita de un huésped y no hay ningún invasor que mate a todos sus huéspedes porque se queda sin supervivencia. Por tanto, ha ido mejorando su escala de contagiosidad. Creo que los más sensibles en aquel momento cayeron y ahora la cuestión fundamental consiste en la no propagación. La inmensa mayoría de los positivos son en época juvenil.

¿Cuál es el estado anímico de los sanitarios? ¿Cómo están?

Todos estamos cansados, pero creo que esto es así y hay que aguantar lo que sea necesario.

¿Cómo se animan entre ustedes para hacer equipo y estar bien?

El ánimo entre nosotros es «venga vamos, venga vamos, venga vamos...». En la primera ola nadie dio un paso atrás. Fue una situación que a mí me hace sentir orgulloso y todavía me emociono porque todos nos lo tomamos muy en serio. Si en esta cadena ves que los que están arriba no funcionan, los ánimos se diluyen. Ahora la presión es mucho menor, aunque los datos son ascendentes. Ahora ya sabemos, por ejemplo, que desde que uno se pone malo hasta que acude a urgencias son de siete a diez días o que al 10-20% de los que ingresamos, al décimo día del inicio de los síntomas, van a terminar en la UCI intubados. Hemos tenido que ir aprendiendo de lo que dicen otros y de lo que nos ha ocurrido.

¿Se llega a pasar miedo al estar en el frente, sobre todo, por la familia?

Sí, pero somos la infantería. En esa reunión que te he comentado les dije que se prepararan emocionalmente.

¿Se lo imaginaba así o la realidad ha superado la previsión?

La realidad superó la premonición, que era que las cosas se iban a poner feas dadas las características de este bicho y que no teníamos un tratamiento eficaz. Nadie estaba preparado para esto. Empezamos así y cada dos días modificábamos dependiendo de cómo iba la situación. El servicio de urgencias, en solo diez días, cambió estructuralmente. La evolución fue muy rápida.

¿Esto ha enseñado a los conquenses a hacer un uso responsable de las urgencias, es decir, acudir cuando es estrictamente necesario?

Ese comportamiento llegó al máximo en la primera ola, pero se está empezando a olvidar desde hace ya más de un mes. Un recurso que, como todo, es limitado debe ser utilizado cuando sea necesario, pero no ante situaciones de poca monta y que pueden solucionar otros sistemas sanitarios porque si no, nos colapsa. Y si nos colapsa a nosotros, colapsamos al enfermo crítico. La población tiene que entender además que el servicio de urgencias puede ser un foco de contaminación, porque por muy exigentes que seamos, entrar en cualquier sitio cerrado, aunque sea un hospital, supone riesgo. Sería necesario que volviésemos al uso de la primera ola. Para el que lo necesite, aquí estamos, pero vamos a intentar no apagar los recursos...

¿Qué le diría a aquellos que niegan la pandemia y se saltan las normas?

Que el 70% de las PCR positivas en esta provincia, que es un número altísimo, se dan en pacientes juveniles. Eso implica una conexión directa entre el contagio y la asociación por aerosoles en esta franja de edad. Es necesario la conciencia, y la consciencia, de este grupo de edad a la hora de hacer una vida completamente reglada conforme a las normas. Por lo tanto, las asociaciones en casas y en bares deben ser muy estrictas. Me gustaría que algunos de estos hijos míos o hijos de los demás supieran lo que es un día en la UCI o en urgencias, con diez personas ahogándose y falleciendo en este momento.

¿Qué opinión le merece la vacuna de Pfizer? ¿Es optimista?

No solo Pfizer está a punto de sacarla, hay otras dos europeas, que yo sepa, que están pendientes de resultados. Dos cuestiones respecto al negacionismo de las vacunas: ¿Es una vacuna muy, muy estudiada? No. ¿Nos podemos fiar de una multinacional poderosa con un registro de ensayo clínico de forma adecuada aunque sea a corta duración? Sí. La polio en África está descastada no porque ese virus haya desaparecido, sino porque se ha vacunado a todo el mundo. Y lo mismo sucede con la viruela o la varicela, por ejemplo. Es cierto que cualquier vacuna puede dar un síndrome parainfeccioso, pero cuidado, la enfermedad también. Por lo tanto, los efectos secundarios de una vacuna son, a veces, los mismos que los de la propia enfermedad. Creo que la única solución que tenemos es la inmunización.

No sé si al estar en pleno ojo del huracán contempla algo así, pero ¿piensa en lo que vendrá cuando todo esto termine?

Primero me gustaría estar seguro de que esto va a pasar... [le interrumpo].

No suena muy alentador...

No, no. Lo digo porque es posible que cohabite como otras enfermedades infecciosas. Es decir, ¿existe la tuberculosis o la gripe en este país? Sí. Creo que tendremos que pensar que está ahí, aunque no sea a nivel pandémico, pero que desaparezca... Primero que ocurra, y si así fuese, sería como mi abuelo cuando decía que había pasado la guerra. Nosotros diremos que hemos pasado la pandemia porque la situación la vivimos con una carga emocional altísima. Gente dura y acostumbrada a mucha urgencia vital estaba realmente afectada; los que no tenían que tomar algo para dormir... se quedaban sin dormir. Fue muy complejo, pero cohesionó un grupo. La colina la tenía que tomar la infantería y ese primer frente seguimos siendo nosotros.