Marzo de 2020. Miles castellano-manchegos tienen que irse a su casa de la noche a la mañana a teletrabajar. El teletrabajo ya existía antes del coronavirus, como las mascarillas o el hidrogel, pero fue con la pandemia cuando se extendió. En ese 2020 más de uno dijo aquello de que el teletrabajo había venido para quedarse, incluso más allá de cuando terminase la pandemia. En otoño de 2021 la pandemia no ha terminado y sin embargo esa afirmación quizá está en duda. Como mucho se podría decir que el teletrabajo vino para quedarse, pero no tanto.
«En la primera fase de estallido de la pandemia, la imposibilidad de acudir a los centros de trabajo estimuló el uso masivo del teletrabajo», apunta a La Tribuna la secretaria de Acción Sindical de CCOO en Castilla-La Mancha, Nunzia Castelli. Pero señala que de ese uso masivo ya no queda tanto. «A estas alturas el porcentaje de teletrabajadores ha disminuido notablemente», asegura.
Comenta que desde el «pulso de la negociación colectiva» que tienen en el sindicato, lo que perciben es una «reticencia importante de las empresas a negociar sobre estas cuestiones». Cree que no lo perciben «como una oportunidad de una organización más eficiente, sino como coste y por lo tanto se niega».
La secretaria de Empleo y Política Sindical de UGT en Castilla-La Mancha, Isabel Carrascosa, también coincide en que «con la vacunación y la evolución de la crisis sanitaria y control de la pandemia, la utilización de esta fórmula está decayendo». Cuenta que tras las primeras olas se ha juntado a vuelta del período estival con el avance de la vacunación, que se ha ido completando, lo que está haciendo que se note la «incorporación de mucha gente» al trabajo presencial.
Mucha industria y pequeñas empresas. De todas formas, reconoce que el tejido productivo regional no se presta mayoritariamente a este modelo. «Está muy ligado a actividades relacionadas con el manejo y el trabajo directo con el producto, con el bien», explica, «y el tamaño de las empresas influye, porque no son grandes, son pymes donde la implementación del teletrabajo resulta más complicada».
Desde la Confederación de Empresarios de Castilla-La Mancha, Cecam, inciden en este aspecto, tal y como han subrayado a La Tribuna. Explican que la modalidad del teletrabajo apenas es representativo en la región debido también a las propias particularidades de la comunidad, que no tiene las características de grandes ciudades como Madrid o Barcelona. En la patronal regional reconocen que después de la obligatoriedad que trajo el estado de alarma de 2020, en Castilla-La Mancha se ha vuelto de manera paulatina a la presencialidad de manera prácticamente generalizada.
La Tribuna ha consultado también a la empresa de recursos humanos Randstad, que apunta también a los condicionantes que hay en Castilla-La Mancha por sus sectores predominantes:«No podemos obviar que sectores con un gran peso en nuestra comunidad, como el agrario, la hostelería o la industria manufacturera permiten poco margen para el teletrabajo».
Una cuestión cultural. Aunque la implantación casi obligada del teletrabajo en el primer estado de alarma pudo hacer algún ‘clic’ en la mentalidad de empleados y empresarios, tanto UGT como CCOO ven que sigue habiendo una barrera cultural. «En un país caracterizado por esa cultura del presentismo, el teletrabajo es rara avis, una cosa extraña», señala Castelli, que cree que las empresas «temen perder el control sobre lo que hace el trabajador durante ese tiempo». Lo compara también con las «largas jornadas laborales» que se hacen y que reducen la productividad. «Es la cultura de estar presente en el puesto de trabajo, que se valora casi más que lo produces», apostilla.
Carrascosa también apunta que «pesa mucho por parte de la empresa la importancia de tener al trabajador de manera presencial». Reivindica que el teletrabajo sea valorado y concebido «como una fórmula más para organizar los modos de trabajo», que esté «a la misma altura» que el trabajo presencial.
¿Y dentro de unos años? En Randstad parecen tener más claro que esas barreras culturales se van a ir derribando. Un informe que han hecho a nivel nacional no deja dudas y pronostica que la digitalización y sus ventajas provocarán que la cuota del teletrabajo se duplique a medio plazo, hasta el punto de que el 30,6% de los ocupados españoles puedan trabajar de este modo en los próximos años.
¿Pero ocurrirá lo mismo en Castilla-La Mancha? Desde Randstad admiten a La Tribuna que el teletrabajo evolucionará «a un ritmo menor» por el peso de sectores en el que es difícil de aplicar. Pero también crecerá y señalan que en ese medio plazo el 27,2% de los profesionales de la región podrían trabajar desde casa. Teniendo en cuenta que en 2020 era el 8%, puede que dentro de unos años haya que revisar nuestras palabras y asumir que sí, que el teletrabajo vino... y se quedó.
Más posibilidad de atraer talento
Al igual que el derecho a la desconexión de los trabajadores, la demanda de mayor flexibilidad en el ámbito laboral y de medidas de conciliación ya era una realidad mucho antes de la pandemia.
Pero la obligación de pasar de una vida en suspenso a una vida ‘en remoto’ hizo esa realidad más acusada. Una realidad a la que las empresas están obligadas a dar respuesta ya que, según la compañía de recursos humanos Randstad, «las empresas que no sepan dar respuesta a estas demandas pueden correr el riesgo de perder el talento que tanto necesitan».
Ahí dan con una de las claves de este proceso de adaptación a un nuevo tiempo en el que trabajar no significa siempre presencia física: el talento. Y es que «ofrecer la posibilidad del teletrabajo se ha convertido en un aspecto muy importante, en especial en determinadas posiciones en las que escasea el talento adecuado», confirman desde Randstad a La Tribuna. Una característica que sitúan sobre todo en los perfiles tecnológicos. De hecho, según los propios estudios de esta organización, «más allá del salario, los profesionales cada vez aprecian más otros beneficios como la flexibilidad y la conciliación». El teletrabajo ofrece además otras posibilidades como la formación o el crecimiento profesional.
Desplazamientos. Castilla-La Mancha disfruta de un emplazamiento privilegiado para según qué tipo de actividades. Su cercanía a grandes polos de actividad empresarial como Madrid o la Comunidad Valenciana la deja como un buen lugar para poder acoger ese empleo ‘en remoto’ que tanta demanda de vivienda generó tras la pandemia.
«Existe la posibilidad de que muchos profesionales que cuenten con planes de teletrabajo puedan trasladarse desde la cercana Comunidad de Madrid a sus segundas residencias o incluso vivan de manera habitual» reflexionan en Randstad, lo que les invita a pensar que eso «supondrá un espaldarazo económico para nuestra autonomía».