Fractura irreversible

Leticia Ortiz (SPC)
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Mientras España intenta superar la peor crisis en décadas, Sánchez y Casado están cada vez más distantes y el célebre 'gran pacto' de reconstrucción se aleja a pasos agigantados

Fractura irreversible

Hasta 21 descalificaciones («descripciones», según él) le dedicó Pablo Casado al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, después de que el Ejecutivo dejase caer la posibilidad de introducir la figura de un relator en Cataluña. Era febrero de 2019, qué lejos queda ya todo, y en un acto del PP en Cuenca resonaron términos como «mentiroso compulsivo», «traidor», «ridículo», «ególatra», «okupa», «mediocre», «adalid de la ruptura de España» o «chovinista del poder». Y el que más destacó, el que volvió a salir a la palestra en ocasiones posteriores «felón», un término que alude a la persona que muestra deslealtad, traiciona o realiza «acción fea». No parecía por aquel entonces que las relaciones entre los líderes de los dos principales partidos españoles estuvieran pasando por su mejor época. En realidad, casi nunca han pasado por un momento idílico. Ni en lo personal ni en lo político. Sin embargo, la gestión del Gobierno de la crisis del coronavirus parece haber ahondado aún más en la fractura existente entre ambos. Ni siquiera ese anhelo del socialista de reeditar los nuevos pactos de La Moncloa para acometer la reconstrucción de España cuando la pesadilla sanitaria acabe han apaciguado unas aguas tan revueltas que a punto estuvieron de tirar por tierra la cuarta prórroga del estado de alarma.

A pesar de pertenecer, por edad, a generaciones diferentes, Sánchez y Casado se conocen desde hace años, ya que coincidieron en la política madrileña cuando el liderazgo de sus partidos aún les quedaba muy lejos. Siempre mantuvieron una relación cordial, sin más. Por ejemplo, el líder popular sí ha tenido más cercanía en lo personal con el socio prioritario del madrileño, Pablo Iglesias, puesto que a ambos les unió un trance similar: los dos fueron padres de niños prematuros. Una situación complicada para cualquier familia que sirvió en su día para que los dos políticos dejasen de lado las diferencias ideológicas.

Tras su encuentro en la política madrileña, las carreras públicas de Sánchez y Casado no volvieron a unirse hasta que el socialista llegó al poder tras ganar la moción de censura contra Mariano Rajoy que desembocó, precisamente, en el encumbramiento del palentino como líder popular.

 

No se fían 

Con el madrileño en Moncloa y el popular como dirigente más destacado de la oposición llegó el primer encuentro en la casa presidencial. Y la sensación, que no ocultan desde los dos partidos, de que ninguno se fía del otro. Una desconfianza mutua que ha marcado sus relaciones desde entonces. Desde Ferraz reprochan a Casado su supuesta falta de lealtad institucional al no haber cerrado filas convincentemente con el Gobierno en crisis tan graves como la de los disturbios en Cataluña. Asimismo, consideran que la irrupción de Vox en el tablero político, así como la admiración del palentino hacia el expresidente Aznar,  han llevado al nuevo PP a un giro más acusado a la derecha más extrema, sobre todo para evitar la fuga de votos hacia la formación de Santiago Abascal.

Desde Génova basan el escepticismo en las supuestas ansias de poder que achacan a Pedro Sánchez, al que ven capaz de llegar al poder -y aferrarse a él- sin ningún tipo de escrúpulo. De hecho, citan la investidura como el ejemplo de que al nuevo PSOE no le importa saltarse líneas rojas, como buscar y aceptar el apoyo de Bildu, o ceder ante los independentistas catalanes.

Las campañas electorales -para las citas del 28 de abril y del 10 de noviembre de 2019- avivaron la batalla entre ellos, aunque sería complicado discernir si la tensión formada parte de la habitual escenografía de los períodos previos a los comicios generales. Sin embargo, el pacto de Sánchez con Pablo Iglesias para formar un Gabinete de coalición, sustentado por los apoyos puntuales de separatistas, nacionalistas, regionalistas y abertzales acabó por dinamitar los puentes entre los dos partidos más importantes del Parlamento.

Cambio de escenario

Se auguraba una legislatura áspera entre PSOE y PP, como se vio en los primeros Plenos. Nadie se esperaba que Wuhan, una ciudad china, hiciese saltar por los aires cualquier previsión sobre la hoja de ruta del primer Ejecutivo de coalición de la democracia española. Y es que la pandemia de coronavirus cambió todo el escenario previsto. Incluso, hubo un amago de tregua entre Sánchez y Casado que se evidenció cuando el presidente del Gabinete acudió por primera vez al Congreso, el 18 de marzo, para explicar su decisión de aplicar el estado de alarma por segunda vez desde la Transición. No hubo críticas ni reproches, solo manos tendidas de un lado y de otro. Si los españoles estaban dando una lección de convivencia, solidaridad y resistencia desde sus balcones, los políticos parecían no querer quedarse atrás.

Pero a medida que avanzó la crisis, la distancia entre ambos líderes se incrementó, a pesar de que el socialista ofreció una reedición de los Pactos de La Moncloa. Pero la propuesta fue desechada por el PP, que la entendió como una dardo envenenado, puesto que, a la vez que llegaba el ofrecimiento del presidente, desde las filas del PSOE llovían las críticas a Génova. La fractura, a estas alturas, parece ya irreversible.