Andalucía revoluciona la política nacional

Pilar Cernuda
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Los sorprendentes resultados de los comicios regionales del pasado domingo han tenido su eco en las cuatro principales formaciones, con un Juanma Moreno que se ve presidente de la Junta

Andalucía revoluciona la política nacional - Foto: Raúl Caro.

El pasado lunes, Juanma Moreno me explicaba que iba a buscar un Gobierno PP-Cs y pactos puntuales con Vox y PSOE. Asimismo, señaló que Rivera y Marín debían comprender que él tenía que ser el presidente andaluz al quedar su partido segundo.

Ya el jueves, tras la recepción por el 40 aniversario de la Constitución, me tropecé con Rivera. Tiempo para un saludo y una pregunta: ¿Habrá acuerdo en Andalucía? Sí, seguro. ¿Con Marín como presidente? Ya se verá. Nada que ver con lo que se decía en Cs hasta el día anterior, en el que se vieron los secretarios generales de los dos bloques. 

La demostración clara de que el futuro de la Junta tiene tanto alcance es que son los dirigentes nacionales quienes tendrán la última palabra. Como también hay una segunda demostración clara: Moreno tiene más peso en su formación que Marín. La prueba es que tras media semana de especulaciones sobre un posible Gobierno PP-Ciudanos-Vox, que provocaba un importante rechazo interno en conservadores y liberales, la tesis expuesta por el popular es la que se transmitía ya desde Génova, que habían pasado días tratando de blanquear la imagen de un partido populista de extrema derecha que se sitúa en algunos aspectos lejos de la Carta Magna. 

Dirigentes conservadores compraron desde la misma noche electoral la reflexión que hicieron varios comentaristas: que los socialistas eran los menos indicados para acusar al PP de aliarse con un bloque anticonstitucional, cuando Pedro Sánchez gobernaba gracias al apoyo de cuatro partidos que no respetaban la Constitución, esto es, Podemos, PDeCAT, ERC y Bildu.

las malqueridas. Todo este vaivén de declaraciones, exigencias, anuncios y rectificaciones indican hasta qué punto el resultado electoral andaluz incide directamente en la política española y en la vida interna de los grupos nacionales. 

El PSOE ha perdido su joya de la corona, su feudo, su principal cantera de votos, su referente territorial, que no conoce más Gobierno en su historia democrática que uno socialista. Nunca, ni en sus peores pesadillas, Sánchez y Susana Díaz pensaron que pudieran perderlo. Esta ganó las elecciones -lo que muchos olvidan-, pero con un resultado tan precario que no suma suficientes votos con el otro partido de izquierdas, Adelante Andalucía, para mantenerse en San Telmo. Suponiendo que su líder, Teresa Rodríguez, quisiera ese pacto, porque aunque en campaña negó esa posibilidad, a la hora de la verdad, los suyos no le habrían perdonado que con su actitud diera paso a un Ejecutivo de derechas. A estas dos mujeres les une más que su ideología de izquierdas el desafecto del líder nacional.

En el caso de Díaz, es tan abierto que en Ferraz se ha vivido una situación impensable en un bloque de larga trayectoria de Gobierno: la arremetida del madrileño contra la sevillana, hasta el punto de que desde La Moncloa se transmitió la idea de que la andaluza debería dimitir y abrir paso a una gestora. La reacción generalizada de los socialistas fue tan contraria que el propio secretario de organización del PSOE, José Luis Ábalos, tuvo que salir en rueda de prensa para desmentirla. 

Desde las cercanías de la baronesa se ha transmitido que no es ella sola la responsable de la pérdida de votos. A pesar de lo que dice el CIS de Tezanos, se respira en el aire que el presidente pierde peso cada día que pasa por sus políticas erráticas y por su distinta vara de medir respecto a la corrupción y la falta de ética de sus colaboradores. En cuanto a la líder de Adelante Andalucía, ha sido objeto de algunas críticas por parte de la cúpula de los morados, más veladas que las de Pedro Sánchez a Susana Díaz. 

En los dos casos, las dos candidatas mantienen unas relaciones tensas con sus líderes, con los que se enfrentaron en distintos momentos. Díaz, en la ya mencionada recepción del pasado jueves en el Congreso, no se mostraba como una política que ha tirado la toalla, ni mucho menos. No va con su carácter y, desde su entorno, se decía días atrás que lucharía por la Presidencia pero, si no lo conseguía, sería el jefe de la oposición, como hizo Vara cuando perdió el poder al ganar Monago las elecciones... y la recuperó cuatro años más tarde. 

El tono de voz de la mandataria en funciones en la recepción de la Constitución transmitía la idea de que no era esa situación a la que se refería cuando decía que iba a seguir peleando, sino a que su pelea estaba centrada en Pedro Sánchez.