Pedro Sánchez debería levantar un monumento a Pablo Casado, porque pocas veces se ha visto a un líder de la oposición tan dispuesto a hacer favores a un jefe de gobierno. Lo ha hecho además cuando el presidente necesitaba oxígeno, con el gobierno revuelto y sondeos desastrosos que le auguran la pérdida del poder.
El presidente ha respirado estos últimos días al dejar atrás los problema caseros para participar en la reunión del G20 y en la cumbre climática de Glasgow, lo que le permite codearse con las grandes figuras internacionales incluido el esquivo Biden, con el que, en Roma, mantuvo una conversación de … 30 segundos. Mejor que los 57 de Bruselas, a lo largo de un pasillo y sin que el americano se dignara mirarle a la cara. Los encuentros de Sánchez y Biden se miden en segundos, a lo mejor con el tiempo se pueden empezar a medir en minutos.
Pero lo mejor que le ha ocurrido a Sánchez estos días ha sido la crisis que ha provocado Génova en el PP madrileño, que ha desconcertado a propios y extraños. Por primera vez, personas del círculo de Casado que en privado siempre salían en su defensa aunque tomara decisiones muy cuestionables, confiesan su preocupación. Porque en lugar de aprovechar la debilidad de Sánchez, Casado y Egea han abierto una brecha en Madrid de consecuencias devastadoras para el partido. Hasta ahora, algunos barones regionales habían trasladado a Casado más o menos discretamente su desacuerdo con algunas decisiones tomadas por el secretario general, aunque siempre pincharon en hueso porque el apoyo del presidente a Egea era inamovible. Ahora ese desacuerdo por la crisis que ha provocado Egea en Madrid se la han traslado al presidente personas de su círculo más cercano, con resultado de malestar manifiesto de Casado.
Es evidente que la dirección nacional de un partido marca el camino a seguir, pero en este caso hay razones para que sea unánime, o casi, la idea de que Casado se equivoca: el triunfo de Ayuso en Madrid ha lanzado al primer plano a un alicaído PP; segundo, habitualmente quien preside el gobierno regional suele presidir el partido, y aunque Génova ahora promueve que los alcaldes de Zaragoza y Santander sean presidentes regionales del PP, eso no significa que Ayuso esté obligada a poner buena cara a la candidatura de Martínez Almeida, que es lo que pretende Egea para restar poder a una Ayuso a la que considera un peligro para Casado.
Ni Almeida quiere ser presidente del PP regional, ni Ayuso candidata a La Moncloa. De momento. Porque si Casado pierde las próximas elecciones –y está poniendo las bases para que las vuelva a ganar Pedro Sánchez- será un clamor en el PP que Casado no puede ser nuevamente candidato. Y entonces es posible que los ojos se dirijan hacia Ayuso, que quizás ya se plantearía ese reto.