José Luis Muñoz

A SALTO DE MATA

José Luis Muñoz


Jesús de las Heras

10/01/2022

Jesús de las Heras nació en Cuenca en 1943 y ayer falleció en Madrid. Tenía, pues, 78 años, vividos intensamente, con apasionamiento, en permanente curiosidad hacia el mundo que le rodeaba, a través de las diversas etapas de una existencia que va desde sus inicios como maestro de primera enseñanza a su última etapa de escritor de temas históricos, pasando por su larga dedicación al periodismo de investigación en el que buscó la forma de desvelar misterios insondables, fuesen políticos, económicos o criminales.

Maestro nacional en las Escuelas Aguirre de Cuenca y aprendiz de periodista en Diario de Cuenca, donde fue ayudante de redacción y corrector, interrumpió esa actividad localista para ir a Madrid en 1967 y alternar los estudios en la Escuela Oficial de Periodismo con los primeros pasos en la prensa periódica, primero en Informaciones, el gran diario de la tarde, y luego en Nuevo Diario (1969-1976), pasa pasar finalmente a El País (1976-1980), tras un episodio casi anecdótico en el que fue director de La Voz de Albacete durante ocho meses, de febrero a octubre de 1976. En ese periodo además fue guionista durante dos años en el programa de TVE Estudio abierto (1971-1972) y también tuvo tiempo para participar como fundador y redactor en la revista El Banzo publicada en Cuenca entre los años 1975 y 1977.

Durante su etapa en El País se especializó en el periodismo de información, participando en varias de las más polémicas investigaciones de aquella época, como la intoxicación por aceite de colza. En 1987 participó como redactor jefe en la fundación de la revista Panorama. Ha colaborado en diversas publicaciones españolas y desde 1991 fue jefe de prensa de la empresa pública Astilleros Españoles hasta su jubilación, periodo en el que coordinó la edición de dos valiosos libros dedicados a ambientes marinos con magníficas fotografías seleccionados por Publio López Mondéjar.

Como escritor, Jesús de las Heras ofrece una primera etapa en la que, prolongando su actividad profesional como periodista de investigación, entrega a las librerías varios volúmenes que afrontan cuestiones de la vida cotidiana española durante los años de la transición, varios de ellos en colaboración con su amigo Juan Villarín, como La España de los quinquis (1974), El año Arias (1975) o El último año de Franco (1976). Su experiencia en el mundo de la investigación periodística le sirvió para publicar un texto polémico, El caso Mestre (Madrid, 1985). Entre esos textos también tuvo ocasión para colaborar en la escritura del libro colectivo La Semana Santa de Cuenca, editado en 1976.

Como paréntesis a su actividad investigadora, decidió entrar en el ámbito de la ficción narrativa y así escribió Silencio en Bellvalle, una novela negra ambientada en un paraje de la Serranía de Cuenca, con la que ganó en 2001 el premio Alfonso VIII que convocaba por entonces la Diputación provincial.

Retirado de cuestiones laborales cotidianas, en los últimos años se dedicó a tareas de investigación histórica que han dado lugar a varios libros: La Orden de Calatrava (2008), La Orden de Santiago (2010), Alfonso, el de las Navas (2011), La espada, fuerza y poder (2015) y Julián Romero, el de las hazañas (2018). Entre ellos, como se puede ver, tres de tema conquense. Fiel a sus orígenes y a sus más íntimas aficiones, entre esos textos sintió nuevamente el gusanillo por la investigación de la realidad cotidiana con un nuevo libro en el que intentó desvelar los misterios que siguen rodeando la desaparición y muerte de la joven Anyulis Esther Albis, que dio lugar al libro La misteriosa desaparición de Anyulis (Cuenca, 2013), un tema que enlaza con el periodismo de investigación y con la novela negra.

Jesús de las Heras es la primera persona que yo conocí cuando llegué a Cuenca. Era un día oscuro y triste de septiembre. Él estaba ya en la habitación que deberíamos compartir. Cuando terminé de colocar mi equipaje me dijo: "Hoy es fiesta aquí, en la parte alta. Yo voy a subir. ¿Quieres acompañarme?". Y así Jesús me dio la primera lección de conquensidad y yo aprendí a correr vaquillas en la Plaza Mayor. Otro día los llevé en mi coche, a él y a su mujer, Wences, para que se casaran en la iglesia de la Virgen de la Luz y cuando nació mi primera hija, Eva, Jesús fue el padrino. Hace unos días, en nuestra última conversación, cuando ya tenía el pie en el estribo, aún sacó unas últimas fuerzas para hablar del próximo viaje que podríamos hacer juntos. Con ello solo quiero decir cuán profundamente me afecta la pérdida inevitable de este amigo de toda la vida.