Cinco años de guerra interminable

Agencias-SPC
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La tardía llegada del Brexit no ha acabado con el conflicto entre Londres y Bruselas, que podría agravarse por la disputa sobre Irlanda del Norte

Cinco años de guerra interminable

Cuando el 23 de junio de 2016 los británicos votaron en un referéndum la salida del Reino Unido de la Unión Europea, comenzó un proceso de divorcio que se ha dilatado en el tiempo. Varias prórrogas después, el Brexit se hizo realidad el pasado año, pero las relaciones entre las dos partes continúan siendo un quebradero de cabeza que hace temer que la separación no sea precisamente amistosa y se pueda iniciar una guerra que, no por no deseada, no sea ya esperada. Y es que Londres y Bruselas siguen encallados en un diálogo frustrante para construir su futura relación, incapaces de resolver cuestiones fundamentales como el protocolo irlandés.

Cinco años después, el bloque comunitario y su vecino británico aún buscan la forma de entenderse en este nuevo contexto, cuyo engranaje no termina de funcionar al gusto de todos.

Una de las principales broncas políticas versa sobre sus mastodónticas diferencias a la hora de consensuar la forma más adecuada de implementar el protocolo norirlandés, parte crucial del acuerdo de salida a fin de evitar volver a las fronteras entre las Irlandas y que ahora Londres se niega a cumplir.

Un quebradero de cabeza que parece no tener fin. De hecho, el primer ministro, Boris Johnson, y el negociador del Brexit y actual responsable de relaciones con la UE, David Frost, advertían hace días que no se descarta «ninguna opción» para desenmarañar este lío.

«Los británicos no comprendieron las consecuencias del acuerdo que ellos mismos negociaron» y el Gobierno «aparentemente cree que las reglas no se les aplican a ellos», apuntan los expertos, que insisten en que estaba claro que «el Brexit, sin importar cómo fuera a gestionarse, siempre iba a producir tensión en el proceso de paz de Irlanda del Norte» y «la insistencia británica en abandonar el mercado único y la unión aduanera sirvieron para maximizar la ya inevitable alteración».

 

Artículo 16

Si inicialmente la «táctica» de Johnson fue negar esta realidad, «ahora que ha ocurrido, ya no es posible disfrazarlo, y la nueva táctica es culpar a la UE por su supuestamente pedante implementación del protocolo», observan.

En la reciente cumbre del G-7, el premier aseguró que no dudará en aplicar el artículo 16 del protocolo -incluido en los acuerdos del Brexit- que prevé que una de las partes tome medidas si cree que el pacto provoca «serias dificultades económicas, sociales o medioambientales». Según arguye Londres, los controles aduaneros que se pactaron entre Irlanda del Norte y el resto del país generan demasiadas fricciones en su mercado interno.

En el plano comercial, por el momento, las señales tampoco son alentadoras. Las exportaciones de comida y bebidas del país a los Veintisiete bajaron un 47 por ciento en los tres primeros meses del año -frente a 2020-. Una caída que responde a esta nueva relación tras materializarse el Brexit el 1 de enero, combinada, además, con la pandemia.

Aún con todo, los analistas valoran que el Brexit «ha sido un éxito para Johnson pues la política británica ya no está enteramente dominada y paralizada por él, pese al coste de desastre económico, cuya naturaleza completa ha quedado encubierta por la pandemia».

Además, destacan que el premier «florece en el caos» y recuerda que «el caos del Brexit le llevó al poder, lo ayudó a ganar las elecciones de 2019, y sigue impulsándolo». «Aunque todo esto conlleve consecuencias negativas económicas, diplomáticas, políticas y de seguridad para el Reino Unido y sus vecinos, a través de la lente política a corto plazo que parece más importante para Johnson, es un exitoso caos», agrega.