Las cuevas conquenses de la meditación

Nuria Lozano
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Un grupo de aficionados ligado al Museo de los Gancheros ha intensificado su actividad para registrar los eremitorios medievales rupestres que se extienden por la provincia y reclamar su recuperación y cuidado, dado su gran valor histórico

Las cuevas conquenses de la meditación - Foto: Fotos: Miguel Ángel Seara

Frente a la opulencia y el lujo que derrochaba el Imperio Romano y que fue la clave de su caída, surgen los primeros cristianos que buscan en el aislamiento, el sacrificio y la penitencia un mayor acercamiento con Dios. Los eremitas o anacoretas comienzan a excavar en la roca las cuevas que les sirven de refugio, lugares idóneos para meditar, alejarse de los vicios mundanos y dedicarse por entero a su Fe.

Un fenómeno que se extendió por todo el Mediterráneo y que tuvo su auge entre los siglos VI y IX después de Cristo y del que no fue ajeno esta provincia. De hecho, el núcleo de eremitorios rupestres de Cuenca es uno de los más importantes de la Península por su cantidad. Se han localizado hasta la fecha más de un centenar en un radio de 30 kilómetros alrededor de Ercávica en municipios como Huete, Garcinarro, Castejón, Villar del Infantado o San Pedro Palmiches.

Diversos estudiosos como el arquitecto Alfonso Calle- que se percata de forma casual en 1975 de la existencia de una de estas cuevas en San Pedro Palmiches-llevan años llamando la atención sobre la necesidad de proteger estas joyas de gran valor histórico y patrimonial ya que apenas se conservan muestras de arquitectura cristiana de este periodo.

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Siguiendo esta línea, un grupo de personas vinculadas al Museo Regional de los Gancheros y la Madera de Cañizares ha intensificado este año el trabajo de campo para localizar, identificar, y registrar el mayor número de eremitorios posible. Como relata Miguel Ángel Seara, «somos aficionados que queremos poner en valor un patrimonio que corre riesgo de perderse y darlo a conocer para que se cuide».

Uno de los conjuntos principales se sitúa en los alrededores de Huete por donde transitaba la calzada romana que unía Ercávica y Segóbriga. El segundo núcleo se dispersa por La Alcarria y guarda relación con el Monasterio Servitano de Ercávica que fundó Donato hacia el 567. «Había sitios ya identificados como este eremitorio de Donato a los pies de la antigua ciudad romana de Ercávica, o algunos en Castejón, pero hay muchos otros que no. Nosotros salimos al campo, vamos recorriendo pueblos y cuando vemos algún sitio que por su forma, características o simbología pudiera ser uno de ellos, lo confirmamos , lo registramos y lo publicamos en nuestras redes para que todo el mundo lo conozca», explica.

Los hay de todos los tamaños «e incluso hay casos que eremitas que vivían próximos entre sí construyeron un sitio común más grande para el oficio religioso, pero todos son igual de valiosos».

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No obstante, la situación de estos elementos es preocupante. Como señala Seara, «se encuentran en un deficiente estado de conservación, motivado por desapariciones totales o parciales, desplomes, mutilaciones, remodelaciones para otros usos, o pintadas».

El hecho de que los eremitas abandonasen sus particulares refugios con el auge de los monasterios y sus reglas, y que pastores y cabreros los utilizasen posteriormente para el ganado, es una de las causas por las que pasaron desapercibidos durante el devenir de la historia. Pero en la actualidad, el vandalismo y la falta de sensibilidad tampoco ayuda. «Los que están próximos a los pueblos son los que peor están, se tira basura, pintan graffitis en su interior...».

Miguel Ángel Seara cree que es imprescindible que se destinen recursos al igual que se hace en Noheda o en el yacimiento de La Cava de Garcinarro «porque sería otro foco potente desde el punto de vista histórico y patrimonial de nuestra provincia».

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En este sentido, recuerda que en lugares como Burgos existen rutas turísticas de eremitorios debidamente señalizadas y con cartelas explicativas que son muy atractivas.

Le consta que ha habido intentos por parte de las administraciones para revertir la situación «pero desconocemos en qué punto se encuentran» y recalca, como principal premisa, que «los eremitorios deberían entrar por derecho propio a formar parte de la historia altomedieval».

«UNA RUTA TURÍSTICA SERÍA UN REVULSIVO PARA LA ALCARRIA»

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Diputación y Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) suscribieron en febrero de 2019 un convenio de colaboración que contemplaba, entre otras actuaciones en la provincia, una ayuda de 30.000 euros para un proyecto de investigación de la Edílica Rupestre en La Alcarria conquense, que se iba a centrar en los más de 150 eremitorios visigodos existentes la comarca. Un acuerdo que incluía la catalogación de éstos y un escaneado tridimensional con el fin de que pudieran ser visitados virtualmente a través de sus webs.

La vicerrectora del campus de Cuenca, María Ángeles Zurilla, ha confirmado a La Tribuna que todo este trabajo ya se ha terminado y que se presentará al público en cuanto pase esta situación excepcional por el coronavirus.

Desde Castejón, uno de los municipios con mayor número de eremitorios, su alcaldesa, María Arribas, confiesa que no disponen de mucha información sobre el proyecto ni en qué punto está. «Sí, nos han trasladado que la investigación objeto del convenio se ha realizado, pero siguen sin limpiarse las cuevas, ni adecuarse, ni protegerse», señala.

En este sentido, explica que los alcaldes de la comarca mantienen la esperanza de que se acometan cuanto antes actuaciones de recuperación patrimonial y se pueda poner en marcha una Ruta de los Eremitorios, que incluya también un Centro de Interpretación. «Ésta es una zona muy deprimida, no hay nada, y sería un importante revulsivo económico», subraya. «Incluso se podría hacer a través de un plan de empleo, con lo que además de revitalizar el turismo, se contrataría a vecinos de la zona que están en paro».

Según apunta, han pedido al presidente del Grupo de Acción Local Ceder Alcarria que actúe como intermediario con el presidente de la Institución Provincial para trasladarle la necesidad de hacer algo de manera inminente. «No queremos mezclar temas políticos, sino mirar por nuestros pueblos», precisa Arribas, quien añade que «si en breve no sabemos nada yo estoy dispuesta a pedir audiencia e ir sola a hablar».

Castejón alberga casi una veintena de los eremitorios dispersos por Cuenca, la mayoría del siglo VII. El más grande, de unos 200 metros cuadrados, está en este municipio. «Algunos por desgracia están muy mal, porque al utilizarse después para el ganado, se han quitado partes o puesto muros alrededor», relata la alcaldesa.

Sin embargo, conservan ese halo misterioso y místico que les imprimieron aquellos anacoretas del Medievo. Así, en la parte superior de uno de ellos se ha hallado una especie de cuenco con unos canales que pudo servir para recoger la sangre de sacrificios de animales». Asimismo, hay grabadas en las paredes cruces con trece símbolos, que podrían representar a los doce apóstoles y a Jesús, y otras manifestaciones como la de las tres cruces que representan el Monte Calvario y la crucifixión de Cristo junto a los ladrones Dimas y Gestas. De otros no se conoce su significado como la inscripción Ber, con un punto sobre la e, de San Pedro Palmiches.

LOS EREMITAS MÁS CÉLEBRES

Los eremitas o anacoretas eran religiosos que vivían apartados, dedicados por entero a la oración y la penitencia. Una vida de recogimiento y sacrificio que contempla el código de Derechos Canónico en el canon 603, pero que no es única del cristianismo sino que también está presente en otras religiones como el hinduismo, el budismo o el sufismo.

El primer eremita pudo ser Pablo El Egipcio que vivió aislado en el desierto 90 años, entre el 250 y el 340 después de Cristo.

En el caso de Cuenca, el primero del que se tiene constancia es Donato. Huyó de África cuando los cristianos empezaron a ser perseguidos por los vándalos. Entró a España por la costa de Valencia junto con 70 monjes y gran cantidad de libros y códices y en el siglo VI funda en la diócesis de Arcávica (Ercávica) el Monasterio Servitano, donde fue enterrado y venerado. La fundación del abad Donato es una de las más famosas de la historia eclesiástica visigoda, tal y como apuntan autores como Rafael Barroso o Jorge Morín.

Unos siglos después, y aunque no pueda ser considerado un anacoreta puro y duro, encontramos a San Julián, patrón de Cuenca. Nombrado por Alfonso VIII obispo de la ciudad en 1198, sí realizó labor apostólica, pero su costumbre era retirarse a una cueva, en el Cerro de la Majestad, a hacer cestillos que luego vendía para dar limosna a los más pobres y a rezar. Así lo hizo hasta el día de su muerte. LLamaba a este sitio 'el lugar de mi tranquilo día', lo que le valió el apodo de El Tranquilo, y hoy lo pueden ver conquenses y visitantes junto a la ermita que se levantó en su honor y a la que asisten cientos de personas cada 28 de enero.