La suerte de los valientes

Leo Cortijo
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Desde hace dos años, Sara Batres cuenta a través de la televisión el día a día de una provincia de la que se declara «enamorada».Reportaje a reportaje, pieza a pieza. Ante todo, Periodismo.

La suerte de los valientes - Foto: Reyes Martí­nez

Entre la nómina de cualidades que debe tener un periodista está la de ser inquieto. Sara lo es por naturaleza. Partiendo de la base de que no le asustan los cambios, esta madrileña –conquense ya de adopción– ha construido los cimientos de su corta pero intensa carrera en el aforismo virgiliano audentes fortuna iuvat. O lo que es lo mismo, la fortuna sonríe a los valientes. «Mi vida ha sido coger los trenes que han parado frente a mí y seguir corazonadas», reconoce orgullosa, pero consciente al mismo tiempo de que alguna vez esta forma de jugar sus cartas puede pintarle bastos. «Algún día podré perder, pero por ahora marcha bien...», dice con una sonrisa de oreja a oreja.

Tras curtirse como reportera en el programa Ancha es Castilla-La Mancha de la televisión regional, Sara trabaja desde hace un año en la delegación conquense de Radio Televisión Española. Antes fue ayudante de dirección en una serie, gestionó la comunicación corporativa de una empresa energética y hasta hizo sus pinitos como wedding planner. Y todo, con solo 25 años. ¿Ven como es inquieta por naturaleza?

En televisión, Sara ha encontrado la horma de su zapato. Tanto en el formato desenfadado, ágil y cercano del programa de reportajes, como en el informativo de la televisión pública. ¡Mira! otra cualidad, es camaleónica. Trabajando en una delegación territorial, no le queda otra. Un día haces cultura, al día siguiente política y al tercero deportes. «La información local y provincial, para los conquenses, es tan importante o más que cualquier otra», argumenta enarbolando la bandera del Periodismo como servicio público. Sara nunca olvida en este sentido una máxima que aprendió en la carrera, y es que «cualquier información, por insignificante que parezca, puede tener una repercusión enorme para cualquier persona». Y eso, sentencia, «nos otorga una gran responsabilidad».

El primer año de Sara en TVE ha sido, como poco, intenso. Evidentemente, apoyado en una pandemia de proporciones mundiales y seculares repercusiones. Como todos sus compañeros de profesión, ha estado al pie del cañón para contar lo que ha traído bajo el brazo este maldito terremoto vírico. Y así, ha narrado en el telediario nacional cómo Cuenca era de las primeras provincias en pasar de fases durante el desconfinamiento o en liderar los estudios de seroprevalencia.

Sin embargo, su «mejor recuerdo», un hito para cualquier periodista, fue la primera vez que Ana Blanco dijo su nombre para darle paso en un directo. Fue en Mira, y la noticia tuvo calado nacional porque la localidad serrana marcó dos días consecutivos la temperatura más baja del país. En ese preciso instante, justo antes de entrar, «estás que te subes por las paredes». Pero es lógico. E inevitable. Eso forma parte de la magia de esta bendita profesión... A riesgo de sufrir un soponcio que ni la aspirina más milagrosa puede esquivar. Ese día de trabajo, por cierto, con seis grados bajo cero en el mercurio, a Sara no le quedó otra que acurrucarse con la manta junto a la estufa hasta la hora del informativo. Eso también es ser periodista. Porque una cosa es lo que se ve y otra muy distinta es lo que hay detrás de la cámara.

Sara es una enconquensada más, que diría (o escribiría) el gran Florencio Martínez. Se declara «enamorada» de esta ciudad y de su provincia después de recorrer sus 17.000 kilómetros cuadrados de punta a punta. Reportaje a reportaje. Pieza a pieza. «Llevo dos años viviendo aquí y todavía sigo descubriendo cosas nuevas de Cuenca que merecen ser contadas», afirma esta inquieta periodista, que las seguirá contando hasta que un nuevo tren toque su puerta. Es (su) ley de vida.

Y lo hará haciendo gala del sempiterno axioma de Kapuscinski: «Las malas personas no pueden ser buenos periodistas». Por eso Sara lo es. Buena periodista. Y, sobre todo, buena persona.