Al refugio del pueblo

Leo Cortijo
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Lo que hace 60 años fue un éxodo rural, puede convertirse ahora en un éxodo urbano. Los habitantes de las grandes ciudades miran a Cuenca para desarrollar un nuevo proyecto de vida. Es un fenómeno todavía incipiente, pero creciente

Al refugio del pueblo

En las décadas de los años 50 y 60, el proceso de industrialización que experimentaron varios territorios del país generó un movimiento poblacional nunca antes conocido. Cientos de miles de españoles residentes en pequeños núcleos emigraron a las grandes ciudades en busca de una vida mejor. Los conquenses no fueron ajenos a este éxodo rural. De hecho, Madrid, Cataluña y el levante español es hoy el hogar de infinidad de oriundos de Cuenca, una provincia que en los últimos 70 años ha perdido más del 40 por ciento de sus habitantes.

La tendencia está a años luz de invertirse, pero hay motivos para la esperanza. El coronavirus ha sacudido al mundo de principio a fin. Sin excepciones. Para muchos, la naturaleza propia del virus y su forma de propagarse es incompatible con el día a día en una gran ciudad. 2020 ha supuesto ya el principio del cambio de los hábitos de vida de muchas personas, empezando por dónde y cómo vivir. Lo que hace más de medio siglo fue el éxodo rural, puede convertirse ahora en el éxodo urbano. Madrileños y valencianos, fundamentalmente, han mirado a Cuenca para regresar a la casa familiar «de toda la vida» o para instalarse por primera vez. Es un fenómeno todavía incipiente, pero creciente. En definitiva, es volver al refugio del pueblo.

Uno de los casos más sintomáticos es el de El Hito, un municipio de apenas 170 habitantes. Desde el estallido de la pandemia a mediados de marzo, el censo ha aumentado en 23 personas. Las últimas tres, esta misma semana: un matrimonio de Rivas (Madrid) y su hija. «No tienen ningún nexo con el pueblo, se han debido enterar por los medios de comunicación o por las redes de que somos un municipio chiquitito, acogedor, tranquilo y han apostado por vivir aquí», explica la alcaldesa Yolanda Rozalén, «encantada» con la idea de seguir recibiendo vecinos que revitalicen el pueblo.

Gema NavarreteGema Navarrete

Ella nos ayuda a dibujar el perfil de aquellos que vienen atraídos por la tranquilidad, los espacios abiertos y la poca densidad de población. De sus nuevos vecinos, argumenta, la mitad son nietos e hijos de la localidad «que vuelven con sus familias porque pueden teletrabajar desde aquí, aunque tengan que ir un día o dos por semana a la ciudad». Otra parte importante son aquellos que «no tienen raíces en el pueblo, se enteran por el boca a boca y han decidido tener El Hito como segunda residencia o residencia principal». Rozalén explica que es gente de mediana edad, de 30 a 50 años, «con proyectos e ilusiones para abrirse un nuevo horizonte», y que ven en el pueblo posibilidades laborales, por ejemplo relacionadas con el turismo rural. No hay que olvidar el enclave privilegiado de El Hito, junto a la laguna que lleva su nombre, el Parque Arqueológico de Segóbriga o el Monasterio de Uclés. La tercera y última pata de la mesa, la menos numerosa, son jubilados que han terminado su vida laboral en la ciudad y regresan «a la casa de toda la vida para vivir con tranquilidad y comodidad».

De El Hito viajamos a Iniesta, en plena Manchuela. Allí nos recibe José Luis Merino, alcalde del pueblo, uno de los más grandes de la provincia, con 4.300 vecinos. Según sus cálculos, en los últimos seis meses se han censado unas 70-80 personas. Este aumento demográfico, dice, «se nota en la calle, que tiene más vida, y también en el colegio porque hay una clase más en Infantil». El regidor ofrece un dato más: «La oferta de casas de alquiler está casi cubierta al cien por cien y, es más, las segundas residencias casi que también».

Además del prototipo de ‘nuevo vecino’ más habitual, «parejas jóvenes residentes en Madrid o Valencia, con familia y que ahora trabajan desde el pueblo porque buscan seguridad y tranquilidad», Merino pone sobre la mesa otro perfil básico. Se trata del inmigrante que llega por cuestiones laborales. La Manchuela ha ganado en población durante estos meses apoyada en los ciudadanos de otros países, sobre todo de Sudamérica, que vienen a trabajar «porque se necesita mucha más mano de obra de la que existe ahora mismo en el sector primario».

Jonás MoraJonás Mora

De una forma u otra, todo el mundo conoce algún caso cercano. El propio alcalde comenta que tiene una prima hermana que vivía y trabajaba en Leganés, y que cuando comenzó la pandemia regresó a Iniesta, donde siempre han vivido sus padres, y desde allí teletrabaja. «Ahora van un día o dos a la semana a Madrid, pero ya se han quedado aquí y de hecho sus tres hijos van al colegio del pueblo», concluye.

Nuestro viaje por la provincia continúa. La siguiente parada nos lleva hasta un municipio del cinturón que rodea a la capital: Arcas. Su alcalde, Joaquín González Mena, destaca que hay 80 nuevos censados desde marzo, de los que tres cuartos, unos 60, serían achacables de forma directa a la pandemia. Cuando más empadronamientos se produjeron fue en los meses de julio, agosto y lo que llevamos de septiembre. Un instrumento que ayuda en este sentido es la Oficina Técnica de la Vivienda, que el ayuntamiento puso en marcha a principios de verano previendo esta tendencia generalizada. Acertaron. 

«A raíz de que varias personas se interesaran por adquirir vivienda en el pueblo dispusimos de este recurso, que no es montar una inmobiliaria porque ni compramos ni vendemos, solo se trataba de darle toda la información posible a aquellos que querían asentarse en el pueblo para ayudarles en la toma de una decisión tan importante», destaca González Mena. A día de hoy, la Oficina ha atendido 68 peticiones, la mitad de ellas provenientes de más allá de Castilla-La Mancha.

Arcas, a diferencia de la enorme mayoría de municipios conquenses, ha visto cómo sus habitantes aumentaban en número, especialmente en los últimos años. Un «goteo constante» que ahora se ha visto impulsado, si cabe, por la incidencia de la pandemia. No en vano, un problema que arrastraba la localidad desde el estallido de la burbuja inmobiliaria en 2008 se ha visto subsanado en gran parte. «Entonces se quedó un stock de viviendas muy importante sin vender y se les ha ido dando ocupación, hasta el punto de que ahora mismo para alquilar apenas queda ya nada», añade el primer edil.

Terminamos nuestra ruta en Albendea, entre las comarcas de la Serranía y la Alcarria. El alcalde, Luis Enrique Pérez, comenta que el censo solo ha aumentado, «por el momento», en una persona. Sin embargo, hasta seis familias tienen «gran interés» en quedarse a vivir en el municipio tras haber pasado el verano allí. «Viendo la situación que hay en las diferentes capitales en las que viven, quieren tener un plan B, y en breve es posible que les veamos cambiar de residencia», destaca. Para facilitar la vida a estos visitantes, el consistorio tuvo la notable idea de habilitar un espacio municipal como centro de teletrabajo. En definitiva, se trata de «hacer sentir como en casa» a los que vienen buscando un nuevo hogar.

 

PROTAGONISTAS

Gema Navarrete, nueva vecina de El Hito.

«Es importante darle vida a los pueblos para despejar las ciudades»

Gema y Jesús han vivido hasta ahora en Madrid, pero su proyecto de vida ha dado un giro. La familia paterna de él nació en el pueblo y siempre tuvo «la ilusión» de volver a sus raíces y reconstruir alguna casa que después podrían disponer como alojamiento turístico. Ella, natural de Barajas –ya convertido en un distrito más de Madrid–, siente «la necesidad» de volver a lo que siempre fue la vida en su pueblo. Desde que «los niños jueguen en la calle» hasta «salir a tomar el fresco en verano». Cosas que hacía de pequeña y que ahora vuelve a hacer en El Hito. Cargada de razones, aboga por «darle vida a los pueblos para despejar las ciudades». Terminado el confinamiento en Madrid, pasaron el estío en el municipio, y al acabar éste «no nos apetecía volver». Y más pensando en el curso escolar y en sus hijos. «Ahí es cuando vimos que aquí hay futuro», sentencia. 

Jonás Mora, nuevo vecino de El Hito

«Lo mejor era alejarnos de Madrid por el bienestar de mi familia» 

El «detonante» para que Jonás, su mujer y sus tres hijos dieran el paso de trasladarse a El Hito fue el inicio del curso escolar. «Me preocupaba que los niños volvieran a las clases en Madrid porque era un riesgo importante, es más, casi seguro que tarde o temprano se iban a infectar», explica. Por eso, pensando en el «bienestar» de su familia, se alejaron de la capital en busca de un pueblo «tranquilo», sin multitudes y donde además no reina «el caos». Jonás es veterinario con más de 15 años de carrera y ya piensa en abrir su propia clínica para atender las necesidades de los habitantes de la zona. Además, cree que su implantación, al ofrecer un nuevo servicio, servirá también como efecto llamada para que otras personas apuesten por este camino. Él y su familia están «muy contentos» porque El Hito es «maravilloso» y sus vecinos «nos han abierto las puertas».