Alerta roja: Al borde del colapso

Leo Cortijo
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Los profesionales del sector del espectáculo y los eventos, con actuaciones suspendidas o aforos reducidos en el mejor de los casos, encienden las alarmas para dar visibilidad a una situación «crítica» y empoderar el valor de la Cultura

José Luis Palacios, Víctor López y Santiago Domínguez, 'La dama oscura' - Foto: Reyes Martí­nez

Los trabajadores de la industria del espectáculo y los eventos han activado la alerta roja. Denuncian que la pandemia les tiene al borde del colapso, con actuaciones suspendidas o aforos reducidos en el mejor de los casos. Solo tienen un 10 por ciento del volumen de trabajo habitual. 700.000 puestos de trabajo, en el aire. 700.000 familias en jaque. Para dar visibilidad a esta situación «tan crítica» y para empoderar el valor de la Cultura, músicos, actores, técnicos, transportistas, maquilladores, guionistas y así una enorme nómina de profesionales del sector, se ha movilizado para pedir un salvavidas que les rescate del pozo sin fondo en el que se están ahogando.

El movimiento, impulsado a nivel nacional, insta al Gobierno y a los ministerios responsables a tomar medidas «urgentes» en las próximas semanas para garantizar la supervivencia del sector, además de crear «de forma inmediata» una mesa sectorial que defina las necesidades del mismo, afectado por la estacionalidad e intermitencia de la actividad, priorizando la regulación a través de un convenio colectivo sectorial de ámbito estatal.

Estos profesionales ponen el foco en la ingente cantidad de puestos de trabajo –directos e indirectos– y en la riqueza que genera esta industria. Argumentan que detrás del cantante famoso o el actor protagonista hay infinidad de personas que se ganan la vida montando los equipos de luz y sonido, confeccionando el vestuario, transportando el material o decorando el escenario, por ejemplo.

Arturo Martínez Barambio, Musical IsmaelArturo Martínez Barambio, Musical Ismael - Foto: Reyes Martí­nez

La Cultura fue un bien «imprescindible» durante las semanas más duras de confinamiento, allá por marzo y abril. En casa y a través de un larga lista de plataformas, todo el mundo disfrutó de la producción de artistas de un sinfín de disciplinas. En ese aspecto ponen el foco estos trabajadores, haciendo valer su esfuerzo y la importancia que éste tiene en nuestro día a día.

 

Arturo Martínez Barambio, Musical Ismael. 

Fernando Moya, Títeres Cacaramusa TeatroFernando Moya, Títeres Cacaramusa Teatro - Foto: Reyes Martí­nez

«Es un drama, y a corto y medio plazo pinta feo»

Después de «toda una vida» dedicada al sector, en Musical Ismael nunca habían vivido algo parecido a lo que ha traído consigo el terremoto del coronavirus. Esta célebre empresa conquense trabaja desde hace décadas proporcionando imagen, luz y sonido para todo tipo de eventos. Desde una obra de teatro de una gran compañía hasta la actuación de un grupo folclórico en las fiestas de cualquier pueblo, pasando por un recital de poesía en la función de un colegio. Esos bolos, que todos los años rondan el centenar, según explica el gerente de la sociedad, Arturo Martínez Barambio, han quedado reducidos a prácticamente nada. «En Cuenca solo he hecho Estival, que lo organiza Marco Antonio de la Ossa, y dos conciertos con la escolanía que dirige Carlos Lozano... Nada más», comenta apesadumbrado.

Con este panorama, la temporada en esta empresa la «salva» el hecho de que Arturo sigue a Ara Malikian en su gira por España. Lo hace como responsable del piano que acompaña al violinista. Esta función le ha llevado durante este verano a ciudades como Logroño, Mérida, Granada, Sevilla, Alicante, Valencia o Gijón, entre muchas otras. Si no hubiera sido por esto, añade, «el drama económico que estamos viviendo todavía habría sido mayor».

Patricia González, Tránsito TeatroPatricia González, Tránsito Teatro - Foto: Reyes Martí­nez

Así, no queda otra que apretar los dientes y aguantar el chaparrón que cala desde marzo. «Gastamos lo menos posible, pero siempre hay unos fijos inevitables, como para cualquier empresa, en nuestro caso empezando por el mantenimiento de los equipos y la infraestructura», argumenta. Además, no hay que olvidar el activo humano de la empresa, «porque detrás del cantante principal o el actor protagonista, hay muchísimas personas implicadas, y es como el efecto dominó: si cae la primera pieza, caemos todos». En su caso particular, por ejemplo, a su equipo de montadores y técnicos los contrataba en días sueltos según la agenda de bolos, y este año esos días se pueden contar con los dedos de una mano. Por eso Arturo no esconde su preocupación: «Esto pinta feo, sobre todo a corto y medio plazo... en invierno vienen meses muy duros para el sector».

Es más, tiene «varios conocidos» que trabajan en la industria del espectáculo y los eventos que no han podido salvar esta «dramática» situación. «Muchas empresas no han podido aguantar así desde marzo y ya han cerrado», dice. Sustentado en esta realidad, pide más ayudas a la Administración porque «esto es una bola que cada vez se va haciendo más grande» y, si no se pone freno de forma decidida, «se corre el riesgo de seguir perdiendo puestos de trabajo en el sector».

 

José Luis Palacios, Víctor López y Santiago Domínguez, La dama oscura.

«La Cultura fue prioritaria en el confinamiento»

Los guitarristas Víctor López y Santiago Domínguez, el batería José Luis Palacios, el bajista Mario de Lerma y la cantante Elena Aznar forman el grupo de heavy metal La dama oscura, uno de los más veteranos del panorama musical conquense. Después de 18 años sobre los escenarios y cuatro discos a sus espaldas, viven una situación «excepcional». La pandemia les ha golpeado de lleno porque para ellos, por encima de cualquier otra cosa, está tocar en directo. «Para nosotros tiene muchísima importancia, no solo por la calidad musical, sino también por ofrecer un espectáculo completo», explica Santiago. Este pilar fundamental sobre el que se asienta La dama oscura les ha llevado a actuar en importantes escenarios, como grandes festivales, pero también en pequeños pubs. Con todo, en un año normal, habrían sumado «como mínimo» una actuación al mes. Una meritoria cifra que desde marzo se ha convertido en cero. «Ha sido un parón obligado», sentencia al respecto.

Ahora bien, y en boca de uno de sus guitarristas, han comprendido la situación a la perfección y desde el primer minuto. «Sabemos que es imposible dar un concierto como a nosotros nos gusta, y estamos muy concienciados porque por mucho que se quieran mantener las medidas de seguridad, en un concierto de heavy metal es bastante incompatible», asume Santiago. Y por eso, aunque han tenido ofrecimientos de hacer alguna actuación, «por seguridad y responsabilidad no la hemos hecho, aunque nos haya fastidiado mucho». Además de artístico y personal, el «fastidio» para los componentes de este grupo también es económico, pues sin ser su ocupación principal, La dama oscura sí supone unos ingresos «extra» con los que no han podido contar.

Por otro lado, Santiago pone sobre la mesa un asunto clave cuando se habla de las reivindicaciones del sector en líneas generales, y es la «precariedad absoluta que hay, no ya en tiempo de pandemia, sino antes». Según explica, «el tema de los artistas siempre ha estado regulado de aquella manera... y, además, cuando hay una crisis lo primero en lo que se recorta es en Cultura». En este sentido, cree que «habría que tener una previsión y mejorar a nivel global, tanto en tiempos de pandemia como no, para que la profesión sea un valor rentable para los trabajadores y también rentable culturalmente para la sociedad». Con mucho tino destaca que durante el confinamiento «quedó claro» que la Cultura «no es secundaria, sino prioritaria». De hecho, La dama oscura participó en un programa por el que ofrecieron su música de forma gratuita a través de internet.

 

Fernando Moya, Títeres Cacaramusa Teatro.

«Dependemos mucho de la Administración»

Justo antes del estallido de la pandemia, su teatro de títeres había llevado a la compañía Cacaramusa hasta Gijón, para participar en la Feten, la feria europea de artes escénicas para niños. Un escaparate «enorme» de cara a la temporada de primavera-verano que se avecinaba. Lo que no podían saber entonces es que todo iba a dar un giro de 180 grados. A partir de ese momento, todo o casi todo se paró «en seco». Según explica uno de los responsables de la formación, Fernando Moya, ya había sobre la mesa contactos y proyectos que fraguarían en contrataciones. El número final, si todo hubiera transcurrido normal, es difícil de prever, pero «hay años que se dan bien y haces unas 40 funciones, y otros que se dan peor y haces una veintena». Al final, todas las proyecciones que se dibujaban en el horizonte quedaron reducidas a tres funciones en el mes de agosto, dos en la región y una en Villena (Alicante). «Quedan pendientes otras dos, también en Castilla-La Mancha», destaca Fernando, «pero se están prorrogando y no sabemos cuándo se harán».

Para esta empresa, constituida en el año 2006, es fundamental el apoyo de las administraciones, pues la inmensa mayoría de sus contrataciones depende de ellas. Y éstas, argumenta, han tomado la decisión, «por responsabilidad», de no hacer posible dichas funciones. Sin embargo, Fernando entiende que, con las debidas medidas sanitarias, hay determinados espectáculos que se pueden realizar sin mayor problema. De hecho, dice, «este verano habría sido un periodo ideal para hacerlos al aire libre, una vez que se suspendieron las fiestas de todos los pueblos». «Necesitamos trabajar», sentencia.

Por el momento, y a expensas de que la actividad se retome, Cacaramusa no para de trabajar con la mira puesta en 2021, y es que en abril tienen previsto asistir a un festival en Turquía y en septiembre a otro en Francia. «Buscamos sueños de este tipo para sobrevivir, porque a nivel de trabajo no hay nada más», explica. El problema está en que una empresa no puede mantenerse solo con sueños... De momento, ha salido una convocatoria de la red de teatros de la región para estos próximos meses. Pero ésta, a diferencia de lo que ocurre en otras comunidades, permite la participación de grupos que no sean autóctonos. Y eso, con independencia de que al final se termine realizando, dificulta todo un poco más, recuerda Fernando.

 

Patricia González, Tránsito Teatro

«Una veintena de funciones se han ido al olvido»

Patricia González ha recorrido media España con Tránsito Teatro. Durante los años previos a la anterior crisis, la compañía, recién constituida, tenía una media de 50 bolos al año. Esas cifras cayeron y nunca más volvieron a recuperarse, por eso ella pone el foco incluso más allá de las consecuencias directas de la pandemia. Lo que ha hecho ésta es, sencillamente, exprimir todavía más la naranja hasta dejarla sin zumo. «Imagino que unas 20 funciones se han ido al olvido este año», comenta. De hecho, «en 2020 no hemos realizado ni una, porque la última que hicimos, El Principito, fue en diciembre del año pasado».

Con estos datos, pensar que una compañía de teatro –la que fuera– podría vivir de su trabajo sería «impensable». Tránsito es una víctima más de esta triste cadena. No en vano, todo lo que tiene relación con la agrupación –infraestructura y personal– está en standby ahora mismo. «Al final salieron adelante un par de funciones, pero hacerlas nos costaba dinero, así que decidimos no llevarlas a cabo».

Por fortuna, Patricia desarrolla en paralelo una vertiente pedagógica, que es la que ahora mismo le permite seguir «pagando la hipoteca», reconoce con una sonrisa. «Puedo seguir viviendo gracias a que el Ayuntamiento ha mantenido la escuela municipal de teatro y hemos trabajado online», argumenta. Es más, en octubre empieza una nueva edición y hay «bastantes solicitudes» de inscripción, lo que le responsabiliza e ilusiona a partes iguales. Entiende que es encomiable que haya tantos conquenses que quieran formarse en teatro a través de este taller, un proyecto que camina firme con 10 años ya de vida.

Patricia empatiza con esos tantos y tantos compañeros de profesión que ahora mismo atraviesan una situación delicada: «Como en otros muchos sectores, estamos viviendo una crisis muy fuerte». En lo que se refiere a la industria del espectáculo y los eventos, considera que, en líneas generales, la sociedad no conoce del todo «lo que hay detrás» del sector y la cantidad de «puestos de trabajo, nóminas y altas» que se generan. Pone un ejemplo esclarecedor: «Basta con pararse a leer los créditos de cualquier película». Llegados a este punto y con el ánimo de ver el vaso medio lleno, espera que esta crisis sirva para algo: «Es el momento de reflexionar, de ver cómo está el sector cultural económicamente y de sembrar», concluye.