Cristal mágico

Maricruz Sánchez (SPC)
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En pleno corazón de los Alpes austríacos se esconde el secreto del origen de Swarovski, la deslumbrante firma fundada hace 125 años que no conoce límites en cuanto a la versatilidad y belleza de sus chispeantes creaciones

'The Crystal Dome’, obra de Brian Eno.

Crear un diamante que estuviera al alcance de todo el mundo, produciendo cristales asequibles. Ese fue el sueño que inspiró a Daniel Swarovski en 1895 para fundar, junto a otros dos socios, una factoría de corte de este material en el pequeño pueblo del Tirol austríaco de Wattens. Allí, la compañía aprovechaba la energía de la central hidroeléctrica local para llevar a cabo los procesos que Daniel había patentado, que facilitaban la producción con vidrio de plomo, y que aprendió como ayudante en el negocio que regentaba su padre en el sector. 

Así nació, ahora hace 125 años, una marca que en la actualidad ostenta el trono de los productos de lujo fabricados en cristal, y que incluye esculturas, miniaturas para joyería y alta costura, decoración del hogar, lámparas de araña, candelabros y rhinestones (tipo de piedra parecida al diamante) para fabricantes y artistas.

«La magia del cristal se debe a que es un material que se nutre de la luz, y la luz es la vida. Su brillo es poderoso y te hace sentir mejor». De este modo describe Robert Buchbauer, presidente de la Junta Ejecutiva y miembro de la Junta Directiva de Swarovski, el poder de la piedra tallada del Tirol. Una joya tan valorada hoy como conocida, presente en grandes clásicos del séptimo arte como Desayuno con Diamantes y el Mago de Oz, las cortinas de la ceremonia de los Oscar de Hollywood, y en las piezas fashion más espectaculares de las alfombras rojas de todo el mundo. 

Vista del exterior de Swarovski Kristallwelten. Vista del exterior de Swarovski Kristallwelten. Pero, respetar el pasado glorioso de esta empresa no significa anclarse en él, sino poner todo el empeño en construir un futuro igual de brillante que sus creaciones. «Por eso, todo lo que diseñamos es único, para que la persona que lo posea viva una experiencia propia», suele decir Buchbauer.

Eso explica que, en su afán por seguir deslumbrando y explorando todo lo bueno que puede brotar de los materiales que integran cada Swarovski (mezcla de arena de cuarzo, minio, potasio y sodio a altas temperaturas que, para que permita que la luz se refracte en el espectro del arcoíris, se recubre con una cobertura metálica especial), la compañía inaugurara a finales del pasado año ManufaKtur.

Se trata de un edificio enclavado en la ciudad que vio nacer la marca, Wattens, de corte futurista, donde se replica el proceso completo de creación de la firma pero a pequeña escala, elaborando in situ proyectos especiales. Un lugar en el que innovación y creatividad se dan la mano para iluminar, mientras los clientes dejan volar su imaginación y los artesanos cristaleros crean rápidamente prototipos para convertirla en realidad. 

Interior de Manufaktur y un diseño de corte de piezas.Interior de Manufaktur y un diseño de corte de piezas.Este espacio es un lugar sin límites, como ocurre con la propia marca Swarovski, que también fabrica instrumentos ópticos como prismáticos y telescopios, así como productos electrónicos de la gama Active-Crystals con la multinacional Philips.

Un emblema inconfundible

En 1899, Daniel Swarovski fue el primero en usar la flor de edelweiss (una de las joyas naturales más valiosas de los Pirineos) en su logotipo. Posteriormente, fue reemplazada por las siglas S. A. L. y, ya en 1988, por el cisne que sigue representando a la casa en la actualidad. 

Más fotos:

Interior de Manufaktur y un diseño de corte de piezas.
Interior de Manufaktur y un diseño de corte de piezas.
Vestido de Alexander McQuee hecho con cristales de la casa.
Vestido de Alexander McQuee hecho con cristales de la casa.

Y es que, siglo y cuarto de historia da para muchos cambios y acontecimientos reseñados, aunque algunos deslumbren con más fuerza que otros. Así, uno de los datos más conocidos de la casa es que Michael Jackson tenía un guante blanco con cristales de Swarovski, con el que bailó por primera vez el Moonwalk en 1983. En 2009 fue subastado por 235 000 euros. El otro quizá sea que la empresa es la responsable, desde 2004, de la estrella de 2,7 metros de diámetro y 250 kilos de peso que corona el árbol de Navidad del Rockefeller Center de Nueva York.