De toda la vida

Leo Cortijo
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En su día a día, Jesús lleva por bandera el negocio familiar que su padre, Vicente, comenzó a fraguar hace ya más de 70 años. Una carnicería especial y con sello propio.

De toda la vida - Foto: Reyes Martínez

El tiempo, y con él la vida, pasa volando. Tempus fugit, reza la locución latina para hacer referencia al inexorable movimiento de las agujas del reloj. Más de 70 años han pasado desde que el patriarca de la familia Vicente Valencia abriera una carnicería en el mercado de abastos «de toda la vida», comenta su hijo Jesús, que habla de su padre con un orgullo tremendo. Corrían los años 50 del siglo pasado y las cosas «eran muy distintas» a las de ahora. Su padre, dejando Priego atrás, había desembarcado en la capital gracias a los ánimos de un hermano, confiado en que en Cuenca podría encontrar un mejor porvenir. Y así fue, aunque los principios nunca resultan sencillos.

Por entonces –comenta– el género había que ir a comprarlo a los pueblos de alrededor. Y claro, los medios de transporte no eran lo de ahora. El bueno de Vicente, piedra angular del negocio, se desplazaba en bicicleta hasta las granjas de Villalba de la Sierra, Zarzuela, Villar de Olalla o Sotos. «Compraba los corderos, los encabritaba, que es quitar el despojo, y los cargaba en su bici», explica Jesús. Primero en ese medio y luego en una Ossa 125..., y es que no todo iba a ser dar pedaladas.

Tras unos años al frente de este negocio, comenzó a trabajar en el antiguo matadero municipal de El Sargal, donde ahora se ubica el polideportivo. Con el agua del río, explica su vástago, «se lavaban los menudos», por lo que la imagen era de aquella manera... Entonces Vicente se casó, tuvo familia y en 1979 abrió una tienda en el mercado de San Antonio. Jesús, con tan solo 15 años ya empezó a trabajar en el negocio familiar. Lo tenía claro desde que era un niño, y es que cuando apenas contaba son siete primaveras y le preguntaban que qué quería ser de mayor, él respondía que «matachín». Dicho y hecho. Y así, 40 años después, aquí sigue al pie del cañón.

Lo hace llevando a gala los dos apellidos de la familia, Vicente Valencia. Una doble «V» que es garantía de éxito. En esta aventura le acompañan sus dos hermanas, Loren y Lourdes, que regentan una carnicería en la Fuente del Oro. Él es ahora el responsable de la nueva tienda que han abierto en la avenida de los Reyes Católicos, y que apenas lleva funcionando un par de meses desde su traslado.

A pesar de haber pasado el tiempo, Jesús apela al «arraigo» de «llevar aquí toda la vida y conocer a tanta gente». De hecho, destaca que se sigue «emocionando» cuando algunos fieles clientes le recuerdan anécdotas de su padre. Los hijos de los que le compraban entonces, también le compran ahora. Ese «vínculo» es especial, explica antes de recalcar la «afinidad y confianza» que reina entre él y sus parroquianos.

Jesús es un firme defensor de este tipo de comercio, «el de toda la vida» (vuelve a salir a colación la expresión), y es que «aquí apostamos por un trato cercano con el cliente, no como en un gran supermercado donde se coge la bandeja y ni siquiera se habla con la cajera». Aquí, añade, «llamamos a la gente por su nombre y eso siempre es importante».

Una carnicería, pues, de toda la vida. Un negocio familiar que hace las cosas bien como siempre ha hecho, pero adaptadas a las mejoras que ha permitido el paso del tiempo. La raíz del señor Vicente ha germinado y ha dado sus frutos... 70 años después.