«Hemos ayudado a 3 millones de intocables a tener un nombre»

Olivia alonso (EFE)
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La presidenta de la Fundación Vicente Ferrera y viuda del carismático cooperante recuerda estos 50 años de auxilio a los más parias, aquellos que viven en la pobreza más extrema

«Hemos ayudado a 3 millones de intocables a tener un nombre» - Foto: ANGEL DIAZ

Anna Ferrer se le humedecen los ojos al contar que miles de personas han aprendido a «escribir su destino», a «dudar de que la casta superior nazca así» o a «tener nombre y dirección» gracias al medio siglo de trabajo que ha desempeñado en la India en la «revolución silenciosa» que emprendió con su marido, Vicente Ferrer.

Así lo ha contado coincidiendo con su viaje a España para asistir a los actos del 50 aniversario de la Fundación Vicente Ferrer, que fundó junto a su esposo en 1969 y que ahora preside tras enviudar en 2009.

A lo largo de este medio siglo de vida, la organización ha ayudado a salir adelante a tres millones de personas en situación de pobreza extrema en el mundo rural de la India. 

Se instaló en Anantapur en 1969 acompañando al cooperante español Vicente Ferrer, al que había conocido haciéndole una entrevista para el semanario en el que trabajaba. ¿Qué recuerda de ese tiempo?

Una pobreza extrema. Los más pobres no tenían su propia voz y sus vidas eran controladas por personas de casta alta. No podían decidir qué querían comer o vestir, no ganaban un sueldo. Las mujeres tenían una media de 15 embarazos y había muchísimos enfermos y enfermedades.

Cuando llegaron la escolarización de los niños era inexistente y sus padres pensaban que la educación era solo para las clases altas, ¿cómo les convenció?

Fue una lucha de 20 años. Empezamos a contar a los padres que la educación era muy importante para poder desarrollar una vida y que había que estudiar hasta el décimo curso. Cinco años después, vimos que seguían sin tener ningún interés en la educación y nos dimos cuenta de que eran muy pobres y su prioridad era buscar comida para la familia.

Por eso, dejamos de hablar de educación hasta el décimo curso y solo dijimos que había que matricular a los hijos hasta quinto, para que pudieran leer y escribir, contar el dinero o manejarse en un autobús.

¿Cómo ha evolucionado el trabajo de la fundación desde aquel inicio?

Trabajamos en 10 distritos en un área de 106.000 kilómetros en el que viven 16 millones de personas. Empezamos en 200 aldeas y ahora el proyecto se extiende a 3.600. Casi tres millones de personas están logrando salir de la pobreza extrema.

¿Cuáles son los principales objetivos tras este medio siglo de vida?

Uno de los principales objetivos es trabajar más en la igualdad de género porque vivimos en una sociedad muy patriarcal. 

¿Cómo han trabajado con las mujeres en esta materia?

Hace años eran todas analfabetas y estaban en casa con el papel de producir hijos y cocinar. No participaban en las decisiones familiares, ni siquiera en el número de hijos que tenían, y sufrían muchas complicaciones en los embarazos y partos.

En el año 82, empezamos a organizar grupos de mujeres en los pueblos, lo que les hizo ganar fuerza e identidad. Conseguimos que fueran tomando conciencia de su papel. 

¿Qué cambios consiguieron con esta concienciación de las mujeres?

Antes no tenían propiedades y ahora, incluso, tienen pequeños negocios. Casi todas tienen su propia cuenta bancaria y deciden sobre su maternidad. Además, todas las niñas están escolarizadas.

 

Pese a estos avances, señala que hay mucho por hacer para combatir la violencia contra la mujer... 

Sí, hay mucha violencia. Tenemos una casa de acogida para mujeres maltratadas y hemos organizado unos 500 grupos de acción social en los pueblos integrados por mujeres y hombres, a los que hemos formado para que puedan reconocer si hay problemas en un hogar y tratar de solucionarlos.

¿Qué destacaría del trabajo realizado en este medio siglo?

Para mí, el gran regalo de estos 50 años es que hayamos podido cambiar sus vidas.