La primera impresión

Leo Cortijo
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Con su trabajo, Fátima Priego aporta la «llave» que permite abrir la puerta que separa el mundo exterior de una persona o una marca y todo lo bueno que guarda dentro de sí

La primera impresión - Foto: Reyes Martí­nez

Aunque cueste reconocerlo, a todos nos ha pasado. Seguro que más de una vez hemos realizado un juicio mental sobre alguien que nos acaban de presentar. Y lo hemos hecho en apenas segundos. Su forma de vestir, el tono de su voz, sus gestos, su peinado... todo cuenta. Por suerte o por desgracia, la primera impresión es la que cuenta. A partir de ahí, estaremos más o menos dispuestos a conocer lo que guarda dentro de sí esa persona. Puede sonar frío o superficial, pero está demostrado que así es.

De ello sabe bastante Fátima, asesora de imagen personal y de marca. Convencida, puntualiza a Antoine de Saint-Exupéry y su célebre frase de El Principito: «Lo esencial es invisible a los ojos». Porque sí, el verdadero valor de las cosas no siempre es evidente, pero «hasta cierto punto». Ahí está la clave. Ella se encarga de buscar la «esencia» de una persona y «comunicarla» a través de esa primera impresión. «Todo se basa en ser coherente con lo que eres y lo que transmites», explica, partiendo de la base de que «no hay un estilo único y correcto, sino que cada persona tiene su propio sello».

Para llegar a la esencia de cada cliente es fundamental conocer su personalidad. Por ello, a la hora de trabajar, Fátima otorga una importancia capital a la entrevista personal. «Ahí conocemos su estilo de vida, sus seguridades e inseguridades, sus pensamientos, lo que le hace sentirse bien y lo que le incomoda...». En definitiva, desnudan por dentro a la persona para vestirla por fuera. El fin último es «sentirse orgullosa de ser como eres». Ser feliz, algo tan básico como difícil de lograr...

En ese proceso utilizan diferentes técnicas. Desde un análisis de los colores que más benefician a una determinada persona o las prendas que mejor le sientan por su morfología, pasando por un visagismo que aporte el maquillaje y el peinado idóneo. Con todo, nunca hay que olvidar el propósito que se quiere conseguir a través de este asesoramiento: «Nos podemos centrar en algo muy concreto como afrontar una entrevista de trabajo o un gran evento familiar, o algo más general como renovar todo un fondo de armario». 

Cualquiera, avisa Fátima, puede cuidar este apartado. No hace falta tener un cuerpo apolíneo o ser un Adonis. Incluso aquellos que tengan un estilo muy definido pueden encontrar la horma de su zapato, porque no hay un único ejemplo modélico. Lo más bonito, argumenta, «es estar contento con la imagen que transmitas». Sin olvidar en ningún momento quién eres, «tanto para el que le guste llevar algo excéntrico como para el que prefiera algo muy simple, la clave es llevarlo con personalidad si eso es lo que quiere». No hay que dejarse «influenciar» por tendencias, modas o cánones establecidos si éstos no te hacen sentir «cómodo».

Algo muy similar sucede cuando el asesoramiento no es a una persona, sino a una marca. En este apartado se trata de comunicar «los valores de la compañía». Aunque en esencia el trabajo es muy similar para esta coach, en el caso de una empresa es algo más «complejo». Básicamente, porque existen más campos en los que maniobrar. La imagen de una marca puede expandirse hasta el infinito. Desde lo más primario, como puede ser el logo o la imagen exterior, a aspectos como el uniforme de los empleados o el trato de éstos al cliente.

Tanto en una vertiente como en otra de su trabajo, la imagen prima para conseguir los objetivos. Volvemos al principio... y a El Principito. Ya sea una persona o una marca, hay que conocerla interiormente. Los prejuicios no valen de nada. Esos, muchas veces, nos impiden conocer un increíble universo interior. De acuerdo. Ahora bien, lo que Fátima realiza también es imprescindible, pues es la «llave» que te permite abrir la puerta que separa ambos mundos.