Sánchez y la coalición podemita-separatista

Antonio Pérez Henares
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La alianza de Gobierno, la que emerge con mayor soberbia, no es la del PSOE y Podemos, sino la que el líder 'morado' ha forjado junto a Rufián y Otegui

El presidente del Ejecutivo saluda al portavoz de ERC, Gabriel Rufián, uno de los partidos independentistas que apoyó la moción de censura contra Rajoy, facilitó la investidura de Sánchez y aprobará los PGE de 2021.

La semana pasada fue la entrega de la lengua común y universal y el pacto vergonzoso con los filoetarras de Bildu. Ésta, de entrada, el regalo de los cuarteles del Ejército en San Sebastián al PNV y el presente a Rufián de subirle los impuestos a los madrileños. No hay día en el que no se entregue en almoneda un trozo de España, de sus derechos y dignidad del pueblo español. El desbocado frenesí, ya sin control alguno, es cada vez mayor y nada frena al tándem Iglesias-Sánchez, pues cada vez más, parece que es el líder de Podemos quien dirige la orquesta pues, aunque Pedro se reserve los kikirikis de gallo en el corral, lo cierto es que una y otra vez inclina la cresta ante el macho alfa morado, la última el reparto de fondos de la UE.

 La agresión al español fue perpetrada como óbolo al independentismo catalán, a través de la ley Celaá de Educación y, como pago, uno más, anticipado al voto a los Presupuestos Generales del Estado. El eliminarlo como lengua vehicular de la enseñanza permite su extirpación ya total si así lo dispone el gobierno autonómico. La consumación del pacto con Bildu, tras el antecedente de aquel donde Lastra firmó con ellos la derogación completa de la Reforma Laboral, de lo que luego se desdijeron sin desdecirse en realidad, fue exhibida con alharaca por Otegui y con engolamiento por Ábalos, para acabar por decir que lo visto y oído no era nada lo que era y lo que es.

 La siguiente secuencia ha sido, ante los celos del PNV darles a ellos el gran pastel. Todo el terreno e instalaciones del Ejército, el emblemático cuartel de Loyola, que Robles había señalado como «vital» para nuestras FAS. Su demolición sí que será un emblema para el nacionalismo con una sola significación. Destruir primero y extirpar a España del País Vasco. De hecho, el PNV, aunque el sanchismo asegure que es innegociable que haya otro emplazamiento a cambio, dice que ya se verá. Vamos, para entendernos, que no. La guinda final ha sido el anuncio de Rufián, exultante, anunciando el compromiso con el Gobierno de que subirá los impuestos a los madrileños, lo relativo a Sucesiones, Patrimonio y otros cuantos más, algo que el independentismo catalán lleva muy mal pues ellos tienen socarrados a los catalanes y no los van a bajar. Así que hay que atacar a Madrid, por capital de España y porque la gobierna el PP. Pongan las demás comunidades las barbas a remojar. 

 Era, es y a peor irá, para qué nos vamos a engañar lo previsible y previsto, por eso, lo bautizó así Rubalcaba, cuando se atisbaba el alumbramiento del Gobierno Frankenstein se ha consumado y se consuma cada día con mayor descaro, el protocolo de sumisión de los barones socialistas ante el caudillo Pedro es de tal arrastrado servilismo que lo envidiaría Kublai Kan, y ya ni siquiera se intenta disimular. Llega a tanto que hasta les ha regañado severamente por hacer un mohín ante lo que es la peor y más miserable traición a la sangre derramada y al sufrimiento y resistencia de una ciudadanía ante el terror de ETA. Palabra esta, ETA, que ya ni siquiera se puede pronunciar. A Lluch, ni a los otros 11 militantes del PSOE, de esa tremenda cifra de 856 españoles, ya no los asesinó ETA, fue el «terrorismo». Porque ETA ha de ser blanqueada para que sus herederos nos «democraticen». Era el gran objetivo de Podemos conseguirlo y a fe que Iglesias puede cantar victoria. Una victoria contra la democracia, la memoria y el dolor de todo un pueblo y, por supuesto, contra la Constitución.

 En ello, avanzan y cada vez más crecidos se aprestan a dar los siguientes y definitivos pasos. Acabar con las últimas resistencias del estado de Derecho: la libertad de expresión y la Justicia. Conformado y consolidado ya el bloque Frankenstein, aunque la niña Inés sigue patéticamente jugando con él, los diferentes socios de la banda, recogido este botín, se disponen al asalto final. Porque ellos sí tienen muy claras sus metas. En realidad, son ellos quienes mandan, porque tienen a Sánchez a su entera merced. 

El acuerdo entre separatistas y extrema izquierda tiene dos metas esenciales y conjuntas. El desguace de España como nación y la transformación del actual sistema democrático en un régimen populista con los derechos fundamentales de los ciudadanos sometidos a su control. Y para ello, han de someter primero a su dictado y, en ello están, al poder judicial y yugular la libertad de expresión y crítica y, en ello, están también. 

Hincar la rodilla

La alianza de Gobierno de verdad, la que emerge con mayor soberbia, no es la del PSOE y Podemos, sino la que el líder podemita ha forjado junto a Rufián y Otegui. Sánchez es quien una y otra vez hinca la rodilla y acepta sus imposiciones. Ha unido su suerte, la de su ambición, a ellos, y ellos saben que con nadie les irá mejor. Lo supieron cuando lo apoyaron y ahora es lo que van consolidando cada día más. Puede que a muchos y es muy comprensible esta idea les parezca irreal pero al menos deténganse un instante a meditarlo. Sánchez y la triple alianza Iglesias, Rufián y Otegui se necesitan de manera perentoria. Para unos es conveniencia, mucha conveniencia desde luego, pero para el otro es inexorable necesidad si quiere mantenerse en el poder. Conclusión. Seguirán juntos hasta el fin. Y Sánchez tiene mucho que repartir, aunque no sea suyo y lo entrega sin pestañear: España y los derechos de sus ciudadanos. Eso es lo que está haciendo cada semana y cada día más.