Javier Caruda de Juanas

Javier Caruda de Juanas


El ruido, la unión europea y una frase en una marquesina

23/12/2021

Quizá uno de los signos de los tiempos que nos han tocado vivir sea el ruido. Ese ruido que tanto nos confunde, nos despista y nos hace sentirnos como veletas, de un lado para otro, sin saber muy bien qué ocurre.  Dice el flaco de Úbeda (sí, ese Joaquín que es el hilo musical de buena parte de nuestra vida) que hubo tanto ruido que al final llegó el final.  En el ánimo de todos encontramos (o encontrábamos) el firme deseo de celebrar estas fiestas como si fueran las últimas, vaya, como si no hubiera un mañana, deseosos que estamos de dejar atrás este pandemia que se alarga demasiado. Alternamos la vida diaria con el nerviosismo que lleva toda celebración (sea del tipo que sea) desplazando los quehaceres cotidianos al saco de "Esto ya lo hacemos después de Navidad" mientras que nos centramos en los preparativos. Abrimos la puerta a un ruido que invade cada callejón, cada plaza, proponiéndonos mil y un programas, cientos de actividades, para ser más felices durante las próximas tres semanas. Rutas de belenes, conciertos, cabalgatas… se nos ofrecen con el único objetivo de ayudarnos en la búsqueda de la felicidad, tema casi obligatorio en estos días. Este ruido (ojo, que lo digo con todo el cariño del mundo) hace que durante un corto lapso de tiempo nos olvidemos de que la farola de la esquina está fundida, o de la suciedad que nos encontramos en determinadas calles, o que dejemos de mirar con recelo cómo las ofertas lectivas y laborales son "diferentes" para un joven conquense que para otro de la región…Bueno, a veces viene bien dejar descansar el espíritu reivindicativo para retomarlo con más fuerza. 
El estruendo en el que vivimos inmersos, en forma de pandemia, desde hace casi dos largos años, hace que algunas noticias pasen (o me pasen) desapercibidas y más en la situación actual, con los contagios desbocados y con el corazón en un puño esperando que los distintos gobiernos (central y autonómicos, por aquello de la cogobernanza) adopten las oportunas medidas correctoras que permitan la búsqueda de la felicidad durante estos días. Pues bien, parece que la UE se planteó, por aquello de la inclusión, recomendar que se felicitaran las fiestas, obviando la palabra Navidad, abandonando los pilares cristianos en los que se cimientan buena parte de los logros del viejo continente. Por eso, creo que es buen momento para reflexionar un poquito, un poquito solo, sobre qué festejamos en los próximos días. Hay una realidad palmaria, en poco más de cuarenta y ocho horas, volveremos a reunirnos para celebrar el único nacimiento que ha cambiado el mundo (me parece magnífica la frase que vemos estos días en alguna marquesina de la ciudad a pesar de mi desconocimiento sobre el responsable). El único que ha conseguido dividir el tiempo en antes y después de Él, el único que, pese a nuestro desconocimiento, nos sumerge en esa aventura de ser felices.  Como decía Sabina, con tanto ruido no escucharon el final. Así que, llegados a este final que también es principio, les deseo una muy Feliz Navidad.