"Está cambiando la forma de trabajar en el cine y el teatro

Juana Samanes
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INGENIOSO. En el género que más ha brillado este actor es en la comedia, algo lógico por su forma de ser y en teatro por su improvisación y desparpajo

"Está cambiando la forma de trabajar en el cine y el teatro

Gonzalo de Castro estudió Derecho antes de ser actor, porque si hay una cualidad innata en él es su elocuencia. Si la televisión le ha dado la fama por su buen trabajo en series como Doctor Mateo y más recientemente B&B o Bajo sospecha, resulta el intérprete ideal de teatro, capaz de improvisar y defender con desparpajo cualquier diálogo. Así lo demuestra en la elegante comedia de pillos La maldición del guapo, donde encarna a un estafador. Se estrena el próximo viernes 10 de julio en salas de cine de toda España.

¿Usted cree que hay algo de cierto en el título de la película, sobre que a los guapos se les presupone que son tontos?

Yo opino que el título de La maldición del guapo es muy real, que a muchos pueden tomarles por tontos, pero también creo que hay algunos que se relajan mucho pensando que con la belleza que tienen se van a llenar el bolsillo y no es suficiente. 

El papel que interpreta, Humberto, dice en un momento dado: «El que no espera se encuentra lo inesperado». ¿Algo así le ocurrió  cuando le ofrecieron este personaje?

El guion de Beda Docampo, que también es el director, es muy equilibrado porque es un profesional muy inquieto intelectualmente y eso se nota en cómo escribe, cómo dialoga y cómo te presenta. Confía en los intérpretes que ha seleccionado.

    

¿En qué medida cree que Beda confió en usted porque está curtido en el teatro, que se basa en la palabra?

Mi faceta teatral le llevó a decidirse por mí, pero también me dijo que actores con cierta elegancia en la comedia no hay demasiados. Me tiré a la piscina e hicimos lo que pudimos.

Hablando de piscinas, creo que en el rodaje, el verano pasado en Madrid, se hubieran tirado a esa piscina, porque lo pasaron bastante mal.

Efectivamente, pasamos un calor terrorífico porque en julio del año pasado hizo un calor africano en Madrid. El precio de este polito de limón fue sudar mucho y no quejarse.

La película aborda una relación paterno filial llena de curvas que  no está tan alejada de la vida real.

Sí, desde luego, esta historia tiene dos vertientes. Ese truhán, ese señor, que diría Julio Iglesias, que se ha dedicado toda la vida a estafar, pero que no dedicó el tiempo a su hijo y ahora quiere recuperarlo y que, al final lo logra por su antigua profesión. 

Los duelos en esta película son geniales, especialmente con Gines García Millán. ¿Además de su profesionalidad hay algo más para esa complicidad interpretativa? 

Ginés y yo nos conocemos desde el siglo pasado. Es un tipo con mucho encanto, muy rápido, con mucho humor y nos entendemos muy bien.

Le entrevisté hace cuatro años, cuando se estrenó Las furias, y me confesaba que en el cine no ha trabajado demasiado porque no le querían. ¿Ahora le quieren algo más?

Me gustaría que el cine contara más conmigo. Lo digo con la boca chica porque no me falta trabajo en este oficio tan complicado, y ahora más  con la COVID-19 porque, al ir a ensayar, tienes que hacerlo con mascarilla, no puede haber en escena más de cinco o seis actores, que deben mantener la distancia de seguridad... Este presente tan raro está cambiando la forma de trabajar en los set de cine y en los escenarios de teatro.

Usted se atreve con todo, incluso, a bailar un tango. ¿Es bailón o tuvo que aprender esos pasos?

Yo soy un pato con dos patas izquierdas, pero soy actor y no tengo vergüenza. Di unas clases de tango y disfruté mucho con Cayetana Guillén Cuervo, que es con quien bailo, y se reía mucho porque no daba ni una, pero las cámaras lo transforman todo. Es la magia del cine.