Precisión y (mucha) pasión

Leo Cortijo
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Luis de la Torre se inició en el golf hace más de una década gracias a un amigo y como un 'hobby'. Hoy este deporte, que le «encanta», apenas guarda secretos para él

Precisión y (mucha) pasión - Foto: Reyes Martí­nez

Todo empezó como un hobby. Un buen día en las postrimerías del año 2007, Luis acompañó a un amigo a jugar al golf. Hasta ese momento, solo había oído hablar de esta disciplina en televisión y poco más... De hecho, su deporte favorito era el fútbol. De joven lo practicó a nivel semiprofesional, jugando en las promesas de la Unión Balompédica Conquense y en el San José Obrero en Regional, con el gran Joaquín Caparrós a los mandos de la nave ‘rojilla’. Sin embargo, una lesión gravísima cortó en seco su prometedora trayectoria. Esa relación con el fútbol llegó a un estadio superior gracias a su hijo, Sergio de la Torre Miranzo, más conocido como Tajamata, que militó en las filas de los blanquinegros en Segunda B.

En el campo de golf ‘La Vereda’, ubicado en Villalba de la Sierra, hizo sus primeros pinitos y, la verdad, es que desde el principio no se le dio nada mal. «Me inicié durante los tres últimos meses de 2007 y en la temporada de 2008 ya gané el premio de la regularidad», comenta orgulloso. Ahora, más de una década después, sin más pretensiones que las de un deportista amateur, el golf apenas guarda secretos para Luis. Tanto es así que a nivel regional incluso ha ganado algún torneo celebrado en campo rústico, como es el caso de ‘La Vereda’. También practica en el club de golf de Villar de Olalla.

Huye de ínfulas y vanidades y destaca, por activa y por pasiva, que este deporte para él no es más que una afición. «No te sabría explicar por qué, pero es un deporte que engancha y a mí me encanta». Luis siente con verdadera «pasión» el golf. Eso le lleva incluso a viajar a otros puntos de la geografía española para participar en torneos, eso sí, como mero entretenimiento, no en plan competitivo. «Vamos a esos campeonatos no porque queramos ganarlos ni con el afán de competir, sino por pura diversión y para pasar un rato entre amigos», recalca.

Luis rompe una lanza a favor del golf con el fin de despojarle de una etiqueta con la que no está de acuerdo, y es que éste es un deporte de ricos. «A mí muchas veces me lo dicen cuando digo que juego al golf... y para nada». Todo depende de los campos en los que compitas y del equipo con el que juegues. En ‘La Vereda’, sin ir más lejos, paga una cuota anual de tan solo 30 euros que dedican al mantenimiento del entorno. En relación a lo segundo, Luis lo explica a la perfección con este ejemplo: «Ahora mismo tengo un palo que vale 300 euros, pero cuando me inicié en esto me compré el juego completo de 13 palos por 240 euros».

Es como las bolas, las hay de 50 céntimos y también de tres euros, pero al fin y al cabo, «para los que somos golfistas aficionados lo mismo nos dan unas que otras». Por esa razón, anima a todos aquellos que quieran iniciarse en este deporte a hacerlo «sin miedo». Porque además, tal y como le ocurrió a él, los compañeros más veteranos te explican las reglas «hasta que las entiendas». En este sentido, destaca el «buen ambiente» entre jugadores, y que «no se aprende en dos días, pero al ayudarte tanto te termina gustando».

Todo ese vocabulario propio del golf –la mayoría, terminología anglosajona– que para los profanos en la materia suena a gigantesco galimatías –véase bogey, eagle, birdie, hándicap o caddie, por ejemplo– forma parte del día a día de Luis.

Lo que más le atrae de este deporte es cómo en el «buen jugador» confluyen «multitud de cualidades». Desde el dominio de los terrenos y las distancias, hasta la mentalización y la concentración, pasando por la precisión, la técnica y la potencia. Todo tiene su aquel.

Salvando las siderales distancias, Luis es nuestro particular Jon Rham –actual número uno del golf mundial, segundo español en conseguirlo tras Severiano Ballesteros–. Y lo es, en gran medida, por la enorme «pasión» que le pone cuando juega.