Guillermo Galván en estado puro

Charo Barrios
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El autor de 'La Virgen de los Huesos', que es la segunda parte de 'Tiempo de siega', ofrece un retrato de la España destrozada de 1942 con un antihéroe detectivesco, Carlos Lombardi

El escritor valenciano, de 70 años, ejerció de periodista durante varias décadas.

Una podría creer que Guillermo Galván se mueve bajo la sombra de Carlos Lombardi, aunque resulta obvio que la coincidencia espacio-temporal de ambos es imposible. El primero es un periodista que aparcó la profesión para dedicarse a la narrativa, otra manera de contar a veces las mismas cosas; Lombardi es un policía condenado por el régimen franquista a 12 años de cárcel por su afiliación a Izquierda Republicana y por mantenerse fiel al Gobierno hasta el final del asedio a Madrid. Pero, cuando dobla la esquina, con su sombrero de ala ancha y su gabardina, Galván podría ser Lombardi... Cuando lo cierto es que Lombardi ha sido creado por Galván.

Supimos de la existencia del investigador en Tiempo de siega. En el libro corría el año 1941 y él cumplía redención de condena en los trabajos iniciales del Valle de los Caídos. En ese momento, cuando parecía que no había vida fuera de Cuelgamuros, una carambola del destino le iba a permitir volver a las calles que tantas veces había pisado para hacerse cargo de un caso sospechosamente parecido a otros en los que había trabajado durante la guerra, sin llegar a culminar la tarea. 

Han pasado algunos meses desde la publicación de la primera entrega de la serie, también desde la resolución del primer crimen y ambos, novelista y personaje, se inmiscuyen de nuevo en nuestras vidas lectoras con La Virgen de los Huesos. «Aún en libertad más que condicionada, Lombardi debe investigar la desaparición de un joven en la provincia de Burgos», explica. 

Si en la novela inicial el agente represaliado se desenvolvía en un Madrid familiar, aunque destrozado por la guerra y asolado por el hambre, la enfermedad y el miedo, «en esta segunda debe enfrentarse a un paisaje absolutamente desconocido que, además, como buen urbanita, le resulta muy incómodo». 

Por bucólico que parezca, el campo puede ser terrible. «Los más bajos barrios de Londres no presentan un récord más terrible de pecado que el sonriente y bello campo», sentenció Arthur Conan Doyle, que en no pocas ocasiones puso a Sherlock Holmes rumbo a la campiña inglesa. De haber leído la frase, Lombardi podría ahora suscribirla.

Esta vez, el protagonista se desenvuelve por la burgalesa Ribera arandina, una elección de escenario que es todo menos casual. El autor admite que podría haber situado la acción en Galicia, Navarra, Andalucía… Si no lo hizo fue porque pesaron razones históricas y personales. 

Históricas por el tipo de represión sufrida por la provincia burgalesa en las primeras semanas del golpe de Estado de los generales africanistas; personales porque guarda «cierta vinculación sentimental con la comarca arandina» en la que transcurre parcialmente una novela que publicó hace más de 10 años, Antes de decirte adiós. En aquel caso, la acción se desarrollaba a primeros de los 60, mientras que ahora Galván ha querido acercarse a una posguerra más reciente «y, por lo tanto, a una realidad más cruda, más en carne viva».

Hambre y silencio

Sin embargo, que la ubicación temporal de la acción no nos llame a engaño: la trama se desarrolla en el verano de 1942. El protagonista es el mundo rural, un entorno dominado por el caciquismo, la Falange, la Guardia Civil y la Iglesia. «Y el hambre, la corrupción y el acongojado silencio ante la reciente barbarie son compañeros inseparables del día a día», pero la que se narra en La Virgen de los Huesos es una historia plenamente actual, tan actual como era Tiempo de siega, «con una trama negra como eje argumental y un trasfondo de novela histórica que nos muestra lo poco que hemos cambiado desde entonces». 

Historia, pues, y sentimiento. Galván dedica la novela a una generación y a una tierra. Y es que la Ribera arandina representa a todo un país que, con las peculiaridades de cada rincón, «nos ofrece fotos del momento inequívocamente similares». Por ese paisaje transitan hombres incapaces de echar la vista atrás; mujeres desubicadas; paisanos a la espera de que un pantano anunciado anegue sus campos y la historia de sus antepasados, que sospechan de la existencia de campos de concentración y fosas comunes... Gentes que, a pesar de todo, vislumbran un mañana mejor.

Alguien dijo que el pasado es un prólogo, el prólogo necesario para nuestra actualidad. Por ese tiempo pretérito se mueve Lombardi, cuyo futuro, así lo admite su creador, no depende tanto del autor como de los lectores. Ya nos hemos cruzado con él en dos novelas, hay una tercera preparada y una cuarta en perspectiva. El tiempo dirá.