Atención familiar

Riánsares López Cortés
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Riánsares Rodríguez Serrano

Atención familiar - Foto: Reyes MartÁ­nez

El quiosco de prensa de la avenida Miguel de Cervantes de Tarancón se ha convertido en seña de identidad de la principal arteria de la localidad conquense. Existe desde hace 36 años, desde que su propietaria Riánsares Rodríguez, «en época de crisis similar a la actual, no había trabajo», recuerda, decidió dar un paso al frente y emprender. «Entonces con 25 años ya parecía que éramos mayores, echábamos en todos los sitios, las televisiones, la fábrica del whisky y no salía nada», explica mientras despacha una revista y chicles.

En aquel entonces no había ningún otro quiosco en la calle y tampoco lo ha habido después. El único punto de venta de prensa era «el de Rey, abajo en Zapatería, que llevaba desde unos años antes, la gente estaba acostumbrada a bajar allí, pero por aquí arriba ya había más vecinos, entonces la gente se fue habituando pronto», cuenta la popular Rian, la del quiosco. Su ubicación es totalmente privilegiada, frente a los juzgados, a pocos metros del auditorio y de dos de los cuatro colegios del municipio. «Aunque parezca mentira, me entero más de lo que me cuentan que de lo que veo, porque realmente yo siempre ando haciendo mis cosas», relata esta quiosquera amante de su profesión. Devoluciones, pedidos,  empaquetar y desembalar, aquí no es todo vender.  

Desde esta ventana a la realidad, con una atención al público familiar, se pulsa el devenir de la sociedad. Con las nuevas tecnologías, dice Rian, «todo en general está más flojo, se nota mucho, mucho, mucho que se vende menos prensa, tampoco hay tantos fascículos como antes que se coleccionaba más». Ha sido testigo de la desaparición de numerosas revistas y periódicos en los últimos años. Mientras vende La Tribuna a otra de sus clientas habituales, recuerda que «antes había muchos más, te repartía la propia casa, El País, el ABC, ahora es una distribuidora, también ahí se han perdido puestos de trabajo». Los fines de semana es cuando más prensa vende, mientras que el resto de los días comercializa otro tipo de publicaciones, como las revistas infantiles o las de patronaje. «Me piden últimamente mucho el burda o similar, la gente está volviendo a coser, también se siguen haciendo muchos crucigramas, la gente mayor, que son los que más vienen», señala, a la par que lamenta que cuando van falleciendo sus clientes «esos huecos no los suple nadie, los jóvenes no se enganchan, no leen, o se van a los casinos a ver a la prensa o la biblioteca, no sé». Desde aquella petición al Ayuntamiento para colocar su quiosco en la calle, enseñando fotos de cómo iba a ser para que le concedieran el permiso, han pasado casi cuatro décadas, y lo que parecía mucho espacio pronto se quedó pequeño. Pero el corazón de Rian es tan grande y la situación estratégica de su quiosco tan privilegiada, que no duda en ceder parte de su rincón para anuncios de particulares o causas solidarias. El paso del tiempo y su trato cercano, hacen que «a veces digo voy a tener que hacer también de psicóloga, me acuerdo de Elena Francis», confiesa entre risas, entre paquetes. En su escaparate conviven publicaciones actuales y antiguas, como el calendario Zaragozano, que se edita desde 1840. «La gente joven le hablas y no sabe lo que es, lo llevo vendiendo desde que abrí, para saber el tiempo por los cambios de luna y tal», afirma mientras saluda a dos vecinos que transitan por la avenida. En el lado más negativo de la balanza de este oficio, relata, el frío, lo sacrificado del horario, de hecho, «por eso no me gustaría que mis hijos siguieran con ello», y que tener confianza en la gente a veces le juega una mala pasada, «me dicen guárdamelo y luego no vienen y me lo tengo que tragar, son pérdidas para mí».