Casado vale para esto

Carlos Dávila
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Todas las discusiones sobre la primogenitura del líder del PP, las internas y las externas, son aguaceros primaverales para un presidente popular incuestionable

Casado vale para esto - Foto: Zipi

Está siendo tan fuerte (y tópico también) el llamado efecto Ayuso que, desde fuera y desde dentro del Partido Popular, lo cual es más inexplicable, se está comparado con ventaja a la candidata a la Presidencia de Madrid con el que ha sido su patrocinador: Pablo Casado. Les contaré una historia: una tarde de febrero de 2019 especialmente fría en la capital de España, volvía Isabel Díaz Ayuso a su casa desde algún lugar donde habitualmente hacía algún tipo de ejercicio físico. Ya en su domicilio no le dio tiempo ni a despojarse del abrigo, sonó el teléfono y una voz que ella no identificó en principio, le preguntó: «¿Qué haces ahora?». Se quedó un tanto perpleja porque creyó que le estaban pidiendo una cita. Y efectivamente era una cita: su comunicante, al que, de segundas, reconoció, era Pablo Casado, presidente del PP, que insistió: «Anda, pues vente por aquí». La historia es tan real como que, ya de camino a la sede central del partido, Ayuso pensó: «¿Qué habré hecho mal ahora yo?». Y en esta perplejidad llegó al despacho de Casado que, rápidamente, sin entretenerse en el clásico: «¡Que guapa estás, chica!», le espetó. «Quiero que seas la próxima presidenta de Madrid». Ni siquiera le dio tiempo a pensárselo, tampoco a revisar una encuesta en la que el partido apenas rondaba el 20 por ciento de los votos. Salió de la cita esquelética y se dijo a sí misma: «En buena me he metido». 

Ya no lo piensa; llegó en esas elecciones de mayo del 2019 y tras unas perspectivas en las que el PSOE creyó, gracias a los sondeos que le proporcionaba el Centro de Investigaciones Científicas del simpar Tezanos, en una victoria que terminara con décadas de gobernación popular en la Comunidad de Madrid, se aupó con la Presidencia tras una negociación con Ciudadanos repleta de chantajes. Aguado, el preboste de esta formación, se sintió fuerte y sometió a esa chiquita, como él mismo la denominaba, a toda serie de vejámenes y presiones para formar una coalición en la que necesitaron a Vox. Y de nuevo otro chantaje de Aguado: «Yo con esos fascistas no me siento». Así que tuvo Ayuso que encargarse de  la gestión en la que contó con el apoyo directo de Casado, que negoció todo lo que se pueda suponer con el entonces presidente de de Ciudadanos, Albert Rivera. Tanta fue la ayuda, que Ayuso reconoció públicamente: «Soy presidenta gracias a Pablo».

Esa es la historia imprescindible para entender que entre ambos, presidente del partido uno, presidenta de la Comunidad de Madrid (CAM) otra, no existe esa rivalidad que ahora mismo está falsamente trascendiendo. Y, encima, trascendiendo desde los propios núcleos de poder del PP, los antiguos y los de este mismo momento. Y sobre todo desde la fábrica de intoxicación social leninista. Desde los primeros se intenta dibujar una antinomia entre la forma de proceder de Casado, templada y carente de carisma, y la de Ayuso, apegada siempre a la verdad, a la denuncia, fuerte, sin complejos. La última persona que se ha sumado a esta controversia es la que fue presidenta también de la CAM, Esperanza Aguirre, que aún no ha digerido su apartamiento de la política activa y que pretende ser una fuerza más de influencia en los escarceos más actuales. Aguirre no pudo ser alcaldesa de Madrid y ella -y muchos de los madrileños, esa es la verdad- no se lo explican. Ahora ha irrumpido en la polémica y ciertamente no ayuda nada al aspirantazgo de su propio partido.

Propaganda socialista

Desde fuera, naturalmente, la propaganda corre paralelamente. Se trata de aupar, con toda habilidad y torticería, a Díaz Ayuso como la auténtica líder del PP, de presentarla, como verso libre que rima por su cuenta, como la alternativa cierta, aunque lejana, a Pedro Sánchez. Juegan con fuego los ejecutores de esta artimaña porque puede ser que una hipotética victoria de la candidata en Madrid cause un efecto arrastre que propicie la subida general del Partido Popular en toda España. En síntesis, hasta los propaladores de la disputa entre una y otro tienen que reconocer que, si el triunfo de Ayuso se produce en las proporciones que ahora se aventa, la opción del PP subirá como la espuma en toda España. Porque, vamos a ver: hasta el mencionado sondeo del falaz Tezanos ya reconoce en su última entrega que el PP madura en su intención de voto por más que aún se le reconozca muy alejado del PSOE de Sánchez. La muestra ya no puede desfallecer más a los oponentes del PSOE porque cualquier observador imparcial se plantea la siguiente pregunta: ¿De dónde va a extraer Sánchez sus votos para las próximas elecciones si pierde en Galicia, presuntamente en Cantabria, en el País Vasco, en Cataluña, en Murcia, en Madrid, en Andalucía, en Castilla-La Mancha y desde luego en  Castilla y León? ¿De dónde?

 

Aspirantes de éxito

Al PP le sobran líderes muy aceptables en todas estas largas circunscripciones, mientras el PSOE no presenta aspirantes de éxito en ninguna de ellas, como no sea en la próxima castellano-leonesa. Moreno, el andaluz, Feijóo, el gallego, Ayuso, la madrileña, más Mañueco,  el presidente de esta región, no solo no están sufriendo desgaste alguno de poder, sino que, viniendo como vienen de la segunda posición (salvo, Feijóo) en las pasadas elecciones autonómicas, ahora mismo figuran por delante de sus opositores en cualquier medición pasada y sincera. Ninguno de ellos, por lo demás, vierte sobre Casado, acusación pública alguna o de incompetencia o de escasa capacidad de triunfo. Pasado el sofocón catalán, tan repleto de circunstancias imponderables, Casado y su equipo, incluso el controvertido secretario general Egea, han pasado el rubicón de las críticas después de haber doblado el pulso al PSOE en las pasadas mociones de censura que Sánchez organizó, con la ayuda de Cs, en media España.

Por tanto, todas las discusiones sobre la primogenitura de Casado, las internas, las externas y la mediopensionistas, son aguaceros primaverales en los que el PP haría bien en no mojarse, aunque desde sus mismas filas cierren el paraguas personajes ya instalados en la nostalgia. Desde luego que el PSOE en estos días, apenas ocho, que restan de la campaña, intentará incidir en la mentirosa distancia entre Casado y Ayuso. Esto es tan antiguo como el divide y vencerás. Casado vale para esto. Otra cosa es que después del 4 de mayo tenga que demostrarlo a toda prisa.