Reconoce el apuñalamiento pero no se declara culpable

J.M.
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José Rafael atribuyó las dos puñaladas mortales contra su pareja a un «calentón». La defensa lo justifica por «una depresión severa» para evitar la prisión permanente revisable

Reconoce el apuñalamiento pero no se declara culpable - Foto: Víctor Ballesteros

José Rafael G. S. encaró este lunes el juicio con jurado popular bajo la acusación de la Fiscalía de un delito de asesinato con alevosía de género con la pena máxima del Código Penal: la prisión permanente revisable. «No quiero justificar lo que hice. No tiene justificación. Pero por qué pasó eso. Las cosas no pasan porque sí», dijo en el interrogatorio. Con el pelo recogido en una coleta y su indudable acento canario, reconoció que mató con dos puñaladas en el corazón y en el pulmón a su pareja, Cristina, en el domicilio familiar en Mora de Toledo, pero no se consideró culpable de la acusación. En su declaración, dibujó un contradictorio ánimo y acciones hostiles en su contra por parte de los allegados de la asesinada. Así, la defensa apeló a una «depresión severa» que había cambiado su comportamiento muchos meses antes del suceso y alejó la acción de cualquier tinte machista.

Víctima y acusado se conocieron por internet en 2005 e iniciaron una relación sentimental que acabó en boda y satisfizo también al resto de su familia, teniendo en cuenta que la mujer sufría un grado de minusvalía reconocida por la Junta del 85 por ciento por la enfermedad de Ménière. Pero la convivencia se truncó paulatinamente. El 5 de febrero de 2017, José Rafael admitió una discusión con Cristina, pero aseguraba ayer desconocer el detonante. «Fue el calentón. No tenía que haber pasado», manifestó a preguntas de la fiscal ante el jurado popular por el ataque con un cuchillo de 16 centímetros de hoja y afirmó que la víctima intentó la huida corriendo pese a la grave discapacidad.

La fiscal atribuye al acusado una alevosía convivencial por la confianza de la víctima con él, que entorpecía su capacidad para defenderse, además de la grave minusvalía. Con ello, fundamenta la petición de un delito de asesinato con alevosía de género para el que pide la prisión permanente revisable, que establece una revisión de la condena cada dos años a partir de los 25 o 35 años de entrada en la cárcel. Además, deberá indemnizar con un total de 300.000 euros a los padres de Cristina, en 200.000 euros a su propia hija y en 90.000 euros a la hermana de la víctima. «Con ánimo de dominación machista, comenzó a insultarla y amenazarla diciendo: ‘Hija de la gran puta, zorra, te voy a matar, tú no vas a hacer los años», detalla el escrito de la Fiscalía, que especifica que la enfermedad de Ménière producía a la víctima graves problemas de deambulación, equilibrio, dolor crónico y disfagia, que impedía una alimentación normal.

«La familia de mi mujer me tenía como un pelele», aseveró como un modo de explicar como una víctima el caldo de cultivo del crimen cometido en la vivienda de la calle Romanones de Mora. «No quiero justificar lo que he hecho, pero quiero que se sepa la verdad», indicó el acusado, quien afirmó que dejó de tomar la medicación para tratar la depresión dos meses antes de los hechos. Al respecto, José Rafael apuntó que Cristina, asesinada a los 38 años y 15 días antes de su cumpleaños, protagonizaba episodios de violencia «extrema» por la medicación, trances que él desconocía antes de la relación por la ocultación por parte de la familia.

«Ningún médico me contó la situación real. A mí nunca nadie me contó nada», apuntó. Y apostilló en su declaración contra los allegados de Cristina:«No era todo tan idílico en el ambiente familiar. Había que vivir esa situación ahí dentro», recalcó para contestar posteriormente que la relación con los padres de su pareja era buena.

José Rafael calificó el crimen como «un error garrafal» atribuido a la saturación por las circunstancias. En su exposición, renegó de haber cogido las riendas de la empresa familiar de distribución de bebidas que empezó a dar pérdidas con su gestión. «Era una ruina», señaló sobre la viabilidad de una firma con unos 40 años de vida. Y consideró que la familia de Cristina se «sentía superior» a la suya, por lo que aseguró que no le dejaban ir con su hija de visita a Canarias. Con todo ello, resaltó que se planteó abandonar la vivienda familiar, pero no quería alejar a la madre de su hija.

La hermana de la víctima, Pilar, narró sobre el día de los hechos que recibió un mensaje de ‘whatsapp’ de Cristina, en la que le avisaba de que José Rafael iba a coger un cuchillo para matarla. La llamó inmediatamente, y la asesinada acertó a decir: «Ay, que viene, que viene». Pilar estaba en un coche con su padre y la hija de Cristina y José Rafael y regresaron al domicilio. Antes de llegar, hablaron con la madre, que se encontraba en la casa y confirmó la agresión.

«No discutieron», afirmó Vicenta, quien aseguró que vio cómo le clavaba las puñaladas a su hija, que estaba en el suelo junto al sillón donde ella se encontraba habitualmente. Justo después, José Rafael tiró al suelo a Vicenta y clavó el cuchillo en una mesa.

El juicio será reanudado hoy a las 9,30 horas con las testificales de los agentes de la Guardia Civil que acudieron al lugar de los hechos.