La vida más allá de la Alcaldía

Leo Cortijo
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'La Tribuna' reúne a los cuatro alcaldes de los últimos 20 años y recuerda con ellos sus vivencias de aquella época y cómo viven ahora su día a día

La vida más allá de la Alcaldía - Foto: Reyes Martínez

El mayor de todos ellos está jubilado. Otro regresó al que siempre ha sido su trabajo: médico en el servicio de urgencias del Virgen de la Luz. El tercero en cuestión trabaja en este momento para una gran multinacional del sector de la electricidad. Y el último ha regresado a su puesto como técnico veterinario de la administración regional. José Manuel Martínez Cenzano, Francisco Javier Pulido, Juan Ávila y Ángel Mariscal abanderan diferentes ideologías y, por tanto, diferentes formas de entender la política. Tantas como aristas presenta el pensamiento humano. Sin embargo, todos tienen algo que le une irremediablemente, y es que los cuatro han sido alcaldes de Cuenca.

Ahora ven los toros desde la barrera. Y si no, al menos, ya no son ellos los que cogen muleta y estoque para plantear la faena. Ahora, en algunos casos después de haber pasado ya mucho tiempo, observan la vida desde un prisma muy distinto y con la excepcional experiencia que les otorga el haber ocupado el puesto más relevante que cualquier vecino de esta patrimonial ciudad puede ocupar.

Como los toreros en los carteles, el primero en aparecer, por orden de antigüedad, es José Manuel Martínez Cenzano. Regidor socialista en dos etapas y tres legislaturas, en la actualidad se autodefine como «el arquetipo de pensionista en una ciudad pequeña». Y es que una vez retirado de la vida laboral «te conviertes en un corredor de bolsa», es decir, «vas con la bolsa de la compra del supermercado a casa y de casa al supermercado». Sin olvidar que el paso del tiempo le obliga también a visitas cada vez más rutinarias a la consulta del médico, como cual «peregrino». Ahora hay más tiempo que dedicar a las aficiones, como la lectura de novelas de ficción, el visionado de películas en el Cine Club Chaplin o la asistencia a exposiciones de arte y actos culturales. Sin olvidar la escritura, esa disciplina que le llevó a publicar dos libros de poemas y por la que ahora se afana en terminar uno de aforismos y otro de fábulas. Sin embargo, a Cenzano hay algo que le ilumina la cara por encima de todo, y es su familia. Especialmente su nieto Mario, de 15 meses, con el que se ha estrenado como abuelo. Unas vivencias maravillosas que comparte con su mujer, Pilar, con la que forma un «tándem más unido que nunca».

Cambió el despacho del Consistorio por la sala de urgencias del hospital, el bolígrafo por el estetoscopio y el traje y la corbata por la bata médica. Tras guiar las riendas de la ciudad entre 2007 y 2011, Francisco Pulido regresó «a lo que me he dedicado siempre», la medicina. Entre otras muchas, de aquel periodo sacó una valiosísima lección una vez que ambos planos se contraponen: «Cuando estás en política y después vuelves a tu ocupación habitual, te das cuenta de que has dejado pasar cuatro años sin ese contacto tan directo con tu familia». Por eso ahora todo lo que hace –más si cabe todavía– gira en torno a su mujer y a sus tres hijos. Además, el regidor popular, que a pesar de todo reconoce que volvería a andar el camino, ha retomado desde entonces y con mayor profusión algunos de los hobbies que siempre le entusiasmaron, como el mundo de la cultura, la lectura y el deporte, sobre todo el tenis.

Por cuestiones laborales, Juan Ávila sigue el latir de Cuenca desde la distancia. En concreto desde la capital de España. Desde hace un año trabaja para Red Eléctrica como responsable del departamento de Innovación Social. Sigue siendo militante del PSOE, «como desde que tenía 19 años», pero reconoce que ahora se encuentra en una «nueva etapa» vital. Desde esta relativa lejanía, guarda un «grato» recuerdo no solo de los cuatro años como alcalde, sino de «toda mi etapa política en Cuenca», aunque como sus compañeros de cartel también reconoce no echar nada especialmente de menos. Y también él, como el resto de regidores, aprovecha al máximo cada momento con su familia y amigos. Desde entonces, Ávila explica que muchas veces se ha preguntado cómo pudo vivir tantos años «sin tiempo para mi mujer y para mis aficiones». El tiempo ha pasado y ahora, todos los días, responde ese interrogante.

El alcalde de más reciente alternativa es Ángel Mariscal. Apenas unos meses le separan de su cargo. Relativamente poco tiempo que, eso sí, ha aprovechado para hacer algo tan aparentemente sencillo como «improvisar sobre la marcha». Sin tener que sujetarse a una agenda pautada y predeterminada, ahora tiene más tiempo para ver películas, series o documentales o para salir en bici o caminar durante horas. Los festivos, los puentes y los fines de semana «han vuelto a tener sentido». Porque sí, hay vida más allá de la Alcaldía.

José Manuel Martínez Cenzano: «No suelo mirar atrás, me produce mucha nostalgia»

José Manuel Martínez Cenzano sostiene que en política «los recuerdos se asocian a los resultados de las gestiones que se realizan». Así, los buenos se vinculan con los éxitos y los malos con los fracasos. Él reconoce que no suele mirar atrás porque eso le produce «mucha nostalgia». Como en botica, con 12 años al frente del Consistorio hay para todo. Para muchos momentos de «éxtasis», pero también para otros de «depresión y de lágrimas». Este alcalde habla muy claro al respecto: «Ganamos tres elecciones, algo de bueno habría; y perdimos dos, algo de mal hicimos». Además, deja una frase que invita a la reflexión: «Mi vida como alcalde es un compendio de la vida misma, es decir, volver la cabeza atrás si solo genera nostalgia no está entre mis hábitos».

Llegados a este punto, ¿cuál es mejor, aquella vida o la de ahora? Cenzano responde: «La vida es un camino y como tal tiene posadas para recorrer las diferentes etapas». Aquella, añade, fue una «buena vida» en términos generales porque «me permitió realizar algunos de los elementos que configuraron desde el principio mi vocación por el compromiso y el servicio público». En este sentido, no le «avergüenza» decir que desde esa perspectiva es «hijo del Concilio Vaticano II» y cree firmemente en «el compromiso social como forma de desarrollo personal». Aquella «intensa» etapa repleta de «desasosiegos y problemas» choca con ésta, «en la que me reconozco en mis arrugas y, por tanto, en mis limitaciones».

Francisco Javier Pulido: «No echo nada ni de más ni de menos de aquella etapa»

«Cuando era alcalde sabía que tenía que trabajar de alcalde y no echaba de menos la Medicina, y ahora trabajo de médico y no echo de menos la Alcaldía». Así de cristalino se muestra Francisco Pulido, que no echa nada «ni de más ni de menos» en relación a su etapa como regidor. Él argumenta que siempre se ha adaptado al momento en el que estaba y está y al trabajo que desempeñaba y desempeña. Entonces y ahora. De hecho, «lo pasaríamos muy mal si siempre estuviéramos echando algo de menos». Su etapa al frente de la nave consistorial fue una época «muy buena», como también lo está siendo ésta. Aunque denuncia con desasosiego, eso sí, que «desgraciadamente» su paso por la política le ha servido para que le vetaran en dos ocasiones para ser el jefe del Servicio de la Unidad de Urgencias. A pesar de todo, reconoce que no se arrepiente de haber dado el paso que dio: «Estoy muy satisfecho de aquella etapa, como lo estoy y disfruto ahora de mi profesión».

De aquellos cuatro años, Pulido recuerda dos momentos «de los que sentirse orgulloso». El primero, cuando el actual Rey Felipe –entonces príncipe– le llamó para despachar personalmente. «Fue muy grato porque entendí que quiso contar con mi mucho o mi poco saber para charlar durante hora y media». El segundo, «aunque quizás lo pagué, que no me doblé nunca a ciertos medios de comunicación que estaban dominando y manipulando a la ciudad».

Juan Ávila: «No hay ningún mal recuerdo ni de nada ni de nadie»

La vida de Juan Ávila en Madrid en una gran empresa es muy ajetreada. Se levanta a las seis de la mañana y vuelve a casa a las siete de la tarde. Solo en ir y venir al trabajo emplea una hora y media diaria... Aunque eso sí, desempeña una función que disfruta «mucho» porque es bastante creativa, le obliga a viajar y además está rodeado de un equipo humano «magnífico y de un nivel profesional altísimo». A pesar de ello, mira con nostalgia su etapa política en Cuenca que, en general, está repleta de «buenos recuerdos», sobre todo por los cuatro años que compartió «con los hombres y mujeres que conformaban mi equipo». Además, afirma con una sonrisa en la cara, «pero con toda sinceridad», tener una memoria «muy selectiva», y que por ello no guarda «ningún mal recuerdo ni de nada ni de nadie».

Sigue con «mucha atención» –y de ello charla habitualmente con su mujer y amigos– el día a día de Cuenca, aunque le separen 170 kilómetros de la ciudad. De hecho, cuando viene, «como poco una vez al mes», conversa largo y tendido con todo aquel que saca un tema de conversación al respecto. De Cuenca añora muchas cosas, «empezando por los conquenses» y terminando por los paseos por las hoces de la mano de su mujer. Y así, ¿qué es mejor, el entonces o el ahora? «La vida es mucho más importante que la política y, afortunadamente, más larga», afirma Ávila convencido de que «los lectores de La Tribuna me van a entender perfectamente...».

Ángel Mariscal: «Mi vida política y no política son complementarias»

El verano le ha venido muy bien a Ángel Mariscal para adaptarse a su «nueva vida». Han sido tres meses en los que ha aprovechado para hacer cosas que tenía «aplazadas desde hace años». El mero hecho de no estar pendiente todos los días del año de una agenda cargada de actos y reuniones que hay que preparar «es una atadura de la que no eres consciente hasta que lo dejas». De su todavía reciente etapa como alcalde destaca buenos y malos recuerdos, aunque prefiere quedarse con los primeros, por aquello de ser «políticamente correcto». Esa misma corrección a la que echa mano Mariscal le lleva a guardarse su opinión de la Cuenca actual y a «dejar pasar el tiempo», que es el que juzgará. Aunque eso sí, el último alcalde popular sostiene que «nosotros tuvimos que lidiar con la peor situación de la historia del Ayuntamiento».

La vida política terminó para Mariscal hace apenas cinco meses, mientras que la otra –la no política– entra ahora en plena ebullición después de tanto tiempo relativamente aparcada. En lo que a esto respecta, cree que las dos son «complementarias» y que «no se entendería la una sin la otra». Con todo, «nunca he dejado de ser un ciudadano responsable, que da la cara y que cree que para mejorar hay que estar dispuesto primero a sacrificarse». Razón por la que ahora Mariscal no se cambiaría por nada ni por nadie. «Siempre hay que saber aprovechar lo que te da la vida en cada momento», finaliza.