Del rollo de papel al aperitivo

J. López
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Propietarios y empleados de supermercados trabajan cada día con profesionalidad para que los ciudadanos se abastezcan de lo necesario y también de lo prescindible

Del rollo de papel al aperitivo - Foto: Reyes Martínez

Desde que salen los primeros rayos de sol del día y hasta que prácticamente se esconden en el horizonte. Ese es el tiempo que dedican muchos profesionales en estos contrariados días para que la sociedad confinada tenga con qué abastecerse. 

En la entrada de este céntrico supermercado de la calle Carretería –abrió sus puertas hace cinco años– aguarda con paciencia una larga cola de vecinos que esperan su turno. No hace falta coger número ni que suene el timbre, sale un cliente y al que le toca ya sabe que puede entrar a adquirir los productos que necesita.

Enrique Ocaña es el propietario de esta franquicia nacional que, junto al personal, se esfuerza cada mañana para que todo esté limpio y debidamente higienizado, y no falte de nada, o de casi nada, de lo estrictamente imprescindible.

Ha cambiado el tipo de cliente, las horas de apertura y cierre, la demanda de ciertos productos, pero «nosotros no hemos parado de trabajar. Antes venían más estudiantes y hosteleros del centro y ahora acude más cliente de barrio. ¿Qué ocurre? La gente que viene vive cerca y, como no puede moverse con el coche, compra aquí», explica Ocaña.   

No hay problemas de abastecimiento, por tanto, aunque es cierto que con cuentagotas llega levadura y harina por aquello de fabricar ricos dulces con recetas caseras. En cuanto se inició el confinamiento, «empezó a faltar papel higiénico. Recuerdo que alguno que otro se llevaba una gran cantidad de rollos porque sí. Creo que la gente pensó: aquí pasa algo, y se puso a comprar compulsivamente». Con la levadura y la harina de fuerza ha ocurrido algo similar. «Pedimos todos los días, pero no nos abastecen y los clientes nos preguntan a diario».

Lo último que escasea en las estanterías del supermercado son los frutos secos, chips de patata, snacks o aperitivos que, a buen seguro, acompañan a vermuts,  vinos o bebidas. Eso sí, de cervezas está surtido el establecimiento, puesto que «en este país no nos puede faltar».

Cree el encargado que «se ha pasado la psicosis de los primeros días y la gente suele venir de forma más escalonada». Lo bueno, recalca, es que el cliente ha tomado como hábito el hecho de guardar la distancia en la puerta de entrada, «es curioso», y procura no invadir los espacios de los demás en el interior de este pequeño pero aprovechado local. «Intentamos que dentro del súper haya entre 15 y 20 personas, lo establecido por los metros. Lo vamos controlando para que no se llene de gente y en las cajas hemos dispuesto una distancia de seguridad entre cliente y cliente, y colocamos cristaleras para evitar posibles contagios». También se limpian y desinfectan todas las cestas tras su uso, para el siguiente consumidor.

Sobre los precios de los productos, asegura que están «poco, más o menos, que hace un mes. Algunos han subido unos céntimos, pero en líneas generales se mantienen». De los alimentos frescos revela que «todos los días, a las siete de la mañana, se recibe género. Eso garantiza la calidad.

El establecimiento también cuenta con un horno de pan, que facilita la fabricación a lo largo de la jornada de cuantas barras se necesiten y, en estos días, no se hace repostería por aquello de evitar la manipulación de comida. 

«Afortunadamente seguimos trabajando y todos los empleados conservan su puesto, pero esto no es bueno para nadie», reflexiona el empresario y encargado del autoservicio, quien opina que, «cuando esto pase,  habrá que ver como evoluciona Cuenca, una ciudad que no tiene industria y que en parte vive de la hostelería. Esto es una pena, pero nosotros tenemos que seguir».